Japón, un volcán de ideas

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Quien visite la exposición de CaixaForum Madrid, Japonismo. La fascinación por el arte japonés hallará muestras de los primeros y sugestivos contactos españoles –y europeos, hay que entender asimismo- entre el mundo japonés (que hacia 1900 estaba cambiando) y las artes occidentales. El espectador de esta exposición –que podría haber sido algo más extensa y mejor estructurada- hallará inevitablemente que hoy sabemos mucho más de Japón que entonces y que, aunque nos guste el Japón clásico o premoderno más que el occidentalizado –nunca se ha estudiado del todo bien la hondura de esa occidentalización, a veces más superficial que profunda- lo japonés nos influye hoy de una manera muy distinta a la edad del «japonismo» (término acuñado por un crítico francés) o de las más vistosas «japonerías» que algunos confundirían entonces con las «chinerías», también de moda.

Por ejemplo, en España eran clásicos –a fines del XIX y principios del XX, el período de esta muestra- los «mantones de Manila», grandes echarpes con flecos que vinieron de la colonia o antigua colonia filipina, hechos con telas bordadas –hay ejemplares magníficos- chinas o japonesas…Por supuesto que hay (y vemos alguna muestra) un primer contacto de Japón con Occidente –especialmente España y Portugal- cuando llega al archipiélago el jesuita español  Francisco Javier, a fines del siglo XVI y luego el italiano, discípulo suyo, Alessandro Valignano.

La sorpresa fue mutua y la recuerdan estampas y biombos con esos personajes occidentales de negro y luego la embajada japonesa que llegó a Sevilla, de la que se conservan cofres lacados, un casco de armadura japonesa regalado a Felipe III y la  «Carta a la ciudad de Sevilla», de aquella primera misión «Tensho», que tuvo continuación años después y que hizo que japoneses de aquellas misiones que se quedaron en España (bautizados y especialmente en Andalucía) tomaran el apellido «Japón» que aún existe en aquella zona.

Pero aunque no faltó arte en estos contactos (que terminaron drásticamente, cuando el Japón del sogunado Tokugawa cerró los puertos) se trataba, como vemos en un libro de Lope de Vega y en otros textos que incluyen manuales para estudiar la lengua, de misiones de fondo evangelizador, religioso, y que concluyeron con la clausura nipona.

Hay que esperar, pues, hasta poco antes de la era Meiji (1868) y del fin de los Tokugawa, para que Japón vuelva a abrirse a Occidente, con propósitos de modernización, y especialmente a naciones entonces industrial y militarmente poderosas pero muy puritanas, que fueron Gran Bretaña y EEUU.  Pero, en ese momento, los occidentales descubren el arte japonés, sobre todo la estampa «ukiyo-e» y los muebles tan distintos, las telas, los adornos, sobre todo –diría yo- la diferencia de la línea, del trazo, que tendría un peso fuerte en el «art nouveau», aunque no tratara de temas inmediatamente nipones…

Luis Antonio DE VILLENA

Lea el artículo completo en el número de enero de Descubrir el Arte o en la versión digital ORBYT

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