#unknown es el último proyecto diseñado específicamente para las salas de La New Gallery por este dibujante que trabaja con bolígrafo, cientos de bolígrafos, para recrear tramas que se asemejan al grabado. El tema subyacente de esta serie es la vulnerabilidad, los afectos, las obsesiones y la identidades y reflexiona sobre el fenómeno de Instagram y de los miles de autorretratos que invaden las redes sociales. Hasta el 11 de abril
Este trabajo de Javi Al Cuadrado (Madrid, 1978) surgió hace dos años, a raíz de la búsqueda de imágenes para un proyecto que trataba sobre los miles de autorretratos que hay en las redes sociales y que expuso en La New Gallery. El artista se dio cuenta de que en la selección que había hecho, uno de los rostros se repetía de manera recurrente, se trataba de un joven español residente en Berlín que tenía una cuenta en Instagram.
El contenido de las fotos de este joven, como sucede en tantas otras, «estaba a medio camino entre el selfie y el costumbrismo: Sergio –ése era el nombre que aparecía en su perfil– se retrataba ante el espejo, desayunando, fumando, tomando el sol o simplemente posando frontalmente en parques o en espacios urbanos elegidos al azar. Pretendidamente casual y despreocupado, pero siempre con una preocupación estética subyacente. También de seducción. Javi Al Cuadrado se propuso, entonces, ofrecer una réplica: si aquel joven desconocido se fotografiaba diariamente, él lo dibujaría también de forma cotidiana y continua», explica Carlos Primo sobre cómo surgió este proyecto creativo.
Y al hilo de todo esto, Javi Al Cuadrado se pregunta si un desconocido, o mejor dicho la imagen de un desconocido, puede convertirse en una presencia cercana, cotidiana o familiar. El resultado de este encuentro ha germinado en #unknown, una serie de dibujos, retratos en papel, que sirven para «documentar la historia de una obsesión visual en la era de Instagram». En definitiva, una reflexión sobre los afectos, la identidad y las obsesiones.
Lo más apasionante de este trabajo es que lo que comenzó siendo un juego acabó convirtiéndose en una práctica artística que al transcurrir el tiempo se volvió mucho más compleja. El artista acabó aprendiéndose de memoria los rasgos faciales del desconocido Sergio, incluso, a detectar su estado de ánimo simplemente viendo su imagen. Todo esto se tradujo en una «obsesión visual que puso en solfa las convicciones del artista. Si al principio su intención había sido estética y después irónica –¿cómo soslayar el inequívoco narcisismo de representaciones concebidas, a modo autobiográfico, como autoficciones?–, la repetición diaria del mismo gesto –sentarse a dibujar imágenes de un desconocido– desembocó en algo totalmente inesperado: la toma de conciencia de la propia vulnerabilidad como espectador», comenta Carlos Primo sobre el fondo de esta serie de retratos. Y es que como el propio artista dice, algunas veces las imágenes afectan al creador más de lo previsto y que, además, mirar no es un acto inocuo.