El Art Déco fue uno de los tantos planteamientos artísticos que reflejaron y participaron en el concepto de «modernidad» en el cambio de siglo del XIX al XX. Este 2015 la Fundación Juan March le dedica una muestra, la primera en España, bajo el título » El gusto moderno. Art déco en París, 1910-1935″. En el número 196 de junio Beatriz Sánchez Santidrián nos habla del desarrollo de esta corriente del arte y la exposición que lo analiza
Es difícil sobresalir en la historia si lo que se plantea como nuevo es contemporáneo a otras propuestas más rompedoras, polémicas y mediáticas. Este caso se ve tanto en artistas, que han quedado a la sombra de los más grandes, o en estilos artísticos que han pasado como creaciones más calmadas y menos «modernas». El art déco ha sufrido este papel de patito feo en la Historia del Arte, quizás porque el Goliat contra el que lucha, las vanguardias históricas, ha sido considerado casi siempre como el vencedor de la novedad estética.
Culpa de ello también ha sido de los estudios posteriores sobre la creación de principios de los XX, en los que el art déco es tachado en numerosas ocasiones de burgués y superficial. Lo cierto es que esta corriente no mira tanto por tratar el interior del autor o revindicar aspectos de la modernidad, como la velocidad o la potencia de las armas contemporáneas. Pero lo que no se puede negar es que contribuyó en el avance de uno de los aspectos más importantes para arte moderno, y es el trabajo interdisciplinar; en los planteamientos déco trabajan arquitectos, diseñadores de moda, decoradores de interior, pintores, escultores, etc. Se trata de construir toda una estética atmosférica de sofisticación, lujo y belleza. Una creación que busca estos parámetros para reivindicar el fenómeno de la industrialización y producción en masa, ya que para algunos creadores anulaba la esencia de la artesanía manual y delicada.
Otra cuestión conceptual de esta propuesta del art déco es la revalorización de las mal etiquetadas «artes aplicadas», consideradas de un rango inferior, respecto a las llamadas disciplinas de las «bellas artes». El hecho de abordar las mismas pautas estilísticas para todo tipo de soportes, con el fin de crear una estética general, obligaba a contemplar por igual desde una silla o biombo, hasta una pintura y escultura.
Por todo ello, ha sido muy acertado por parte de la Fundación Juan March «remirar» al pasado, y agitar el polvo que ensombrecía a un planteamiento artístico, nunca tratado en una exposición en España, a pesar de ser igual de heredero de las circunstancias de su tiempo como lo fueron las vanguardias. Precisamente esta idea es el hilo conductor del discurso expositivo, la pluralidad de piezas (perfumes, trajes, cristalería, jarrones, tocadores etc…) están acompañadas de otras obras cubistas que patentan la permeabilidad formal entre una corriente y otra. En este último ejemplo es el uso de lo geométrico lo que se ve trasladado tanto al lienzo como al diseño de un mueble.
En el artículo sobre esa exposición en la revista de este mes de junio, la autora, Beatriz Sánchez Santidrán, concluye su análisis y reflexión con el siguiente interrogante :» la duda de qué habría sucedido si, en lugar de una puesta en valor del estilo a través de la integración con las corrientes triunfantes – vanguardia y nuevas formas de la modernidad, que, al comienzo y al final de la exposición, hacen de manto protector del vulnerable ‘patito feo’-, se hubiera, en cambio, reivindicado ‘por sí mismo’ al art déco».
La exposición clausura este domingo 28.