La toilette, el descubrimiento de la intimidad desnuda

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Si tienes previsto viajar a París hasta el 5 de julio, no puedes perderte la exposición que ofrece el Museo Marmottan Monet, una muestra de las prácticas higiénicas relacionadas con el agua desde el siglo XV a la actualidad, pero también del nacimiento de la intimidad y la visión del cuerpo desnudo

Un hecho tan íntimo y cotidiano como el baño puede convertirse en el objeto de una curiosa y bella exposición. No obstante, no siempre fue íntimo ni cotidiano, por lo que La Toilette. Naissance de l’intime propone un recorrido por la evolución de esta práctica desde el siglo XV hasta nuestros días. Es la primera vez que el ritual del baño disfruta de una exposición monográfica y el parisino Museo Marmottan Monet ha apostado por ello, celebrando una gran muestra con motivo de su 24 aniversario el año pasado. La riqueza y eclecticismo de sus fondos ha permitido plantear una exhibición con un centenar de piezas de diferente naturaleza, desde cuadros y esculturas hasta estampas, fotografías e imágenes animadas. Asimismo, la temática del baño lleva a colación la del desnudo como género pictórico, además de la progresiva creación de la intimidad en torno a ello.

El Baño, tapiz de la vida noble, Países Bajos, hacia 1500. París, Museo Nacional de la Edad Media de Cluny.

El Baño, tapiz de la vida noble, Países Bajos, hacia 1500. París, Museo Nacional de la Edad Media de Cluny. Arriba, Joven mujer en su baño, por Eugène Lomont, 1898. Beauvais, Museo departamental de l’Oise.

La muestra reúne obras que nos descubren los placeres de la intimidad, la soledad buscada o la cotidianidad, pero también las costumbres de cada época, sus símbolos y sus representaciones. Por ello, una primera parte expone grabados de Durero, Primatice o pinturas de la Escuela de Fointainebleau y tapices como el del museo de Cluny, que explica la importancia del baño en 1500. El baño, tapiz de la vida noble es una metáfora del baño como plenitud y placer pero también como ocasión justificada para representar el desnudo femenino. Sin duda, habla de un hecho casi irreal más allá de un prosaico baño, pues la mujer desnuda se alza en su perfección rodeada de una naturaleza sublime. Además, en el Renacimiento, el baño dista mucho de un rito de higiene, ya que simbolizaba un lugar de encuentro amoroso o alegoría de la fecundidad.

La Vista (mujer en su baño), por Abraham Bosse, hacia 1635, Tours, Museo de Bellas Artes.

La Vista (mujer en su baño), por Abraham Bosse, hacia 1635, Tours, Museo de Bellas Artes.

Durante los siglos XVI y XVII, las bañeras o lugares de inmersión estaban ausentes en la mayoría de grandes castillos y casas señoriales. El terror a contraer la peste justificaba la visión del agua prácticamente como un «veneno», pues consideraban que sumergirse en el líquido abría los poros y conducía la enfermedad al interior del cuerpo en su fragilidad. Por ello, el lugar arquetípico del momento del baño era la habitación, con una mesa dedicada especialmente a este hecho, algo similar a un tocador. Respecto a la intimidad, es cierto que el lugar es un espacio cerrado, lejos de la indefinición y los exteriores del Renacimiento, pero las mujeres siempre realizaban la costumbre higiénica acompañadas de criadas e incluso visitantes como muestra Abraham Bosse en La Vista (mujer en su baño).

La mujer de la pulga, por Georges de La Tour, 1638. Nancy, Museo Lorrain.

La mujer de la pulga, por Georges de La Tour, 1638. Nancy, Museo Lorrain.

Sin embargo, las representaciones alejadas de la norma francesa en el norte de Europa, mostraban aún el desnudo pero bajo la influencia caravaggista. Los cuerpos ya no son perfectos, son viejos o a veces demasiado jóvenes, imprimen un nuevo realismo alejado de la idealización. Además, las protagonistas no son necesariamente damas sino que pueden ser las sirvientas, como muestra el magnífico Georges de La Tour en La mujer de la pulga (1638). También siguen representándose preciosos baños casi mitológicos al comienzo de nuestra modernidad. Son testigos de la belleza física, jugando a cubrirse y descubrirse. El vestido se convierte en la frontera, la intimidad nace en los límites del cuerpo que encierra un interior privado.

Una visión más realista muestran las escenas donde una mujer se sienta frente a su tocador para verificar su pálida tez o atusar sus cabellos. Es importante la introducción de elemento como el bidé o la palangana para lavarse los pies, fruto de los baños parciales típicos o «prácticas secas» de finales del siglo XVII. Se muestran escenas donde las mujeres se aplicaban perfumes y ungüentos, pero sigue habiendo presencia de personas del mismo sexo en este momento, otorgando un carácter de sociabilidad a la estancia del baño que se ha perdido por completo en la actualidad. Del cualquier modo, siempre ocultaban su desnudez, como último baluarte de su intimidad.

El ojo indiscreto, por François Boucher, hacia 1742. Colección particular.

El ojo indiscreto, por François Boucher, hacia 1742. Colección particular.

Con la llegada del siglo XVIII la escena cambia, el lugar se hace más cerrado y el uso del agua se normaliza. Es el momento en que nace la intimidad, donde el individuo se afirma, se rencuentra y se abandona. Ya no se muestra pues es impensable lavar sus partes íntimas e incluso sus pies bajo la mirada de alguien. Se admiten gestos únicos de ese momento, tan naturales e íntimos que no pueden pertenecer a nadie más como muestra El ojo indiscreto de François Boucher, pintado en 1742.

Mujer en su baño enjabonándose la pierna, por Edgard Degas, hacia 1883. París, Museo de Orsay.

Mujer en su baño enjabonándose la pierna, por Edgard Degas, hacia 1883. París, Museo de Orsay.

esnudo en la bañera, Pierre Bonnard. Colección particular.

esnudo en la bañera, Pierre Bonnard. Colección particular.

La privatización se acentúa en el siglo XIX, las puertas se cierran, se ponen cerraduras. La pintura del siglo XIX se sensibiliza con las escenas cotidianas, pero también la legitimidad creciente dada al placer y al deseo les llena de misterio de nuevo. Hay una renovación de la representación del acto del baño pero también de la desnudez. El desnudo es académico, el cuerpo es perfecto, pero es todo prosaico y cotidiano, los gestos muestran la total naturalidad. A finales del siglo XIX ya hay casas con agua corriente, con inmuebles donde todos los pisos pueden disfrutar de ella, por lo que el agua se convierte en un bien accesible pero también la higiene en algo obligatorio. Además, “la mujer en el baño” se convierte casi en un género artístico aunque sus cuerpos ya no son perfectos, son naturales, provocando una sensualidad más animal. Degas encuentra el recurso perfecto para representar el cuerpo femenino en todas las posiciones, incluso en las que hasta ahora no han sido demasiado decorosas como Mujer en su baño enjabonándose la pierna, de 1883. Después de 1900, Pierre Bonnard aprovecha estas escenas para emplear diferentes usos del color y de las carnaciones, consiguiendo también la representación del baño como refugio contra el mundo.

Mujer con reloj, por Pablo Picasso, 1920. Sueza, Colección Nahmad.

Mujer con reloj, por Pablo Picasso, 1920. Sueza, Colección Nahmad.

Mujer en el espejo, por Cagnaccio di San Pietro, 1927. Verona, Colección de la Fundación Cariverona.

Mujer en el espejo, por Cagnaccio di San Pietro, 1927. Verona, Colección de la Fundación Cariverona.

Con las vanguardias, el desnudo femenino se plantea como un problema formal, permite la exploración en la descomposición de estructuras y articulaciones. Los desnudos son geométricos y prima la forma sobre la temática, como en las obras de Picasso, por ejemplo, Mujer con reloj (1936). Tras la Primera Guerra Mundial surgieron empresas cosméticas como Helena Rubinstein, Esthée Lauder o Elisabeth Arden y recurrieron a las imágenes del baño como paradigma de belleza para su publicidad.

Ya en nuestros días, el baño se contempla como un momento para abandonarse al placer psicológico y físico de estar sumergido en un acogedor y suave líquido, más allá mero acto higiénico. Es sin duda el triunfo de la intimidad y de la individualidad, reflexiva y meditativa. También los artistas del siglo XX y XXI recurren a los objetos cosméticos y el momento del baño para realizar juegos verbales o imágenes irónicas que se plasman en la publicidad.

Natalia de VAL NAVARES

One Reply to “La toilette, el descubrimiento de la intimidad desnuda”

  1. Alicia dice:

    maravillosas pinturas¡¡¡¡

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