Juan Ariño: «La belleza existe, pero no sabemos qué es»

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La Casa Encendida reúne una selección de pinturas de Juan Ariño entre las que se incluyen la serie de acrílicos trabajados desde el 2000. Por primera vez se muestra al público esta faceta «oculta», aunque no para sus más allegados, del que ha sido y es, uno de los diseñadores de espacios museográficos más importantes de nuestro país. Se puede visitar hasta el 1 de noviembre

Juan Ariño dice que llegó a la pintura casi por casualidad, aunque más bien, fue como empujado por esas ganas de usar hasta desgastar la primera caja de acuarelas que le regaló su familia cuando tan sólo era un niño. Luego, su vida profesional no ha estado del todo centrada en explotar esos materiales, pero nunca ha renunciado a seguir explorando con la pintura, mientras compaginaba su trabajo como arquitecto y diseñador de espacios museográficos.»Cuando ingresé en arquitectura, el dibujo me resultaba más fácil que a la mayoría, y quizás fuese porque nunca he dejado de pintar por mi cuenta».

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«Shoji»,caligrafía roja, 2012. Acrílico sobre cartulina 23,5 x 44 cm

Su socio de estudio y gran amigo Diego Lara también demostró llevar consigo un artista, que sí explotaría y al que se dedicaría una exposición monográfica en La Casa Encendida en el 2012, años después  de su prematuro fallecimiento. Esta muestra la montó Ariño y en ella introdujo una serie a la que llamó «Chinos», y que se trataba de esos tantos dibujos de planos a tinta china que tenían y hacían en el día a día Diego Lara y él. Los originales no se pudieron conservar debido a un incendio en su estudio, pero Ariño continúo pintando con aquel material el resto de los años.

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«Invierno», 2002. Acuarela y tinta china sobre papel, 35 x 24,5 cm

Ahora en el discurso expositivo que protagonizan sus obras, el espectador se vuelve a encontrar de nuevo con esos dibujos «Chinos». Y es que la influencia oriental en sus piezas trasciende más allá del mero material.»Mi pintura bebe mucho del planteamiento chino de que la naturaleza es más grande que nosotros. Los occidentales hemos estado muy centrados en nosotros, en nuestra figura, pero para oriente lo natural y su salvajismo es irresistiblemente atractivo, sensual. Ellos tienen además dos pictogramas imprescindibles  en el paisaje que son el agua, en clave de la horizontalidad, y la montaña, en la vertical. A partir de esta sencilla estructura construyen».

En este sentido, sus cuadros juegan reiteradamente con las dos líneas que no son más que pautas innatas de la naturaleza. Un objeto cayéndose al suelo, lo hace sobre un eje vertical, mientras que el agua sobre la superficie se extiende a la horizontal. Sin embargo, esta parte tan científica, geométrica y  en relación a esa inteligencia analítica, que es el razocinio, se enmascarara de aquella otra explosión de pintura y colores que bien sería la inteligencia emocional, con la que  realmente decidimos.»Como fondo, se trata de descargar tu creatividad y permitir que el público desarrolle su imaginación y sensibilidad.Yo no pinto para  gente aturdida y acelerada, si no para las personas que sepan contemplar y reflexionar. Porque tampoco pinto paisajes, pinto cuadros. No busco todos sus elementos detallistas, de personas, árboles, casas.. sino lo que hago es plasmar recuerdos de lo que veo».

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«Hermida I», 2002 Acuarela y acrílico sobre cartulina, 37,6 x 28,4 cm

Otro asunto crucial que preocupa al artista es la idea de la belleza, y cómo esta ha ido evolucionando según las modas y gustos. Dice que en la actualidad existe, aunque ya no sea algo canónico, impuesto por unas proporciones y estilo; es un asunto meramente individual y subjetivo. «Todos reconocemos un hombre o mujer bella, un actor, un pasaje, un monumento, y no sabemos en qué consiste exactamente, pero sabemos que es bello. Sólo que cada uno es fiel a su tipo de belleza». Y por sólo deambular y arriesgarse a sentir esa intimidad delante de las pinturas de Juan Ariño,merece la pena adentrarse en esta exposición.

S. VALVERDE

 

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