Los objetos cotidianos de Manuel Franquelo

Después de su exhibición en la sede neoyorquina, Cosas en una habitación: una etnografía de lo insignificante se muestra ahora en la Marlborough de Madrid, además de las seis fotografías hiperrealistas expuestas anteriormente se presentan por primera vez al público cinco piezas nuevas. En este proyecto, el artista malagueño reflexiona sobre el paso del tiempo, la memoria y lo «infraordinario» a través de los objetos que ha ido acumulando a lo largo de treinta años en su taller. Hasta el 9 de enero

Manuel Franquelo (Málaga, 1953) ha desarrollado a lo largo de su carrera una pintura que ha sido definida muchas veces como de realismo posfotográfico. Tan realista eran sus óleos que a veces se podía pensar que eran fotografías.

Sobre este aspecto, Ignacio Gómez de Liaño afirma en el catálogo de esta exposición que «todavía recuerdo el asombro que sentí cuando me di de bruces, hace ya veinte años, con los cuadros de Manuel Franquelo. Aquel torso desnudo de mujer tendida sobre un tablero, aquellos anaqueles que sostenían un aparato desguazado, un sacapuntas (…), me inquietaron, me forzaban a preguntarme qué clase de extrañas fotografías, pues por tales las reputaba, eran aquellos cuadros. (…) La visión inicial hacía pensar en una novedosa modalidad de fotografía de ultraprecisión, que permitía ver las arrugas de un papel, las limaduras de un sacapuntas, las tenues manchas de una foto, el tono azulado de las venas que se transparentan en la piel de un torso femenino (…). Qué confuso me sentí cuando, poco después, averigüé que esos cuadros eran en realidad pinturas, que estaban hechos con óleo o con óleo y acrílico sobre madera. Jamás había visto nada igual, ni creía que fuera posible llegar a ese extremo de capacidad reproductora».

Como si de un juego de falsas apariencias se tratase, ahora, unos veinte años después, Franquelo vuelve a «engañar» a Gómez de Liaño, que «al ver un cuadro de Franquelo [una de las obras expuestas en Cosas en una habitación: una etnografía de lo insignificante, en la galería Marlborough de Madrid], en el que aparece un radiador de tamaño natural, una cinta de magnetófono, un dibujo hecho a lápiz fijado a la pared con dos chinchetas y un frasco lleno de un líquido ambarino, todo ello de tamaño natural. Cuando pregunté al artista cómo había realizado esa pintura, Franquelo me dijo, mientras me espiaba con su inquieta mirada, que se trataba de una fotografía montada sobre un bastidor de aluminio cubierto con una preparación especial de carbonato de calcio. Si antes mostraba pinturas que parecían singulares fotografías, ahora Franquelo nos muestra fotografías que se parecen a sus singulares pinturas».

El artista dio el salto del óleo a la fotografía a partir de 2009, fecha en la que comenzó a experimentar con imágenes digitales compuestas con técnicas muy complicadas en las que los aparatos electrónicos y catóptricos son de suma importancia. Sus fotografías son de gran formato, impresas tanto sobre soportes tradicionales como en otros no tan habituales.

Pero al margen de la técnica o lenguajes utilizados (fotografía o pintura), el tema subyacente sigue siendo siempre el mismo: su interés por la realidad y sus representaciones.

En este proyecto, además, Franquelo reflexiona sobre el tiempo, la memoria, el inconsciente como archivo y lo que llamamos “infra.ordinario”, es decir, todo aquello que por su «obviedad o insignificancia queda oculto tras el umbral normal de percepción». Y lo hace mostrando en sus fotografías esos objetos cotidianos, sin importancia, que el artista ha ido acumulando a lo largo de treinta años en su taller. Y que a través de la mirada de Franquelo, adquieren todo el protagonismo en la obra al dotarlos de una gran carga poética