Julio López Hernández: lo sublime de la realidad

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Las esculturas de Julio López Hernández trascienden la realidad, por eso encierran tanta verdad. Su realismo emociona. La exposición en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid) permite verlas en relación con sus dibujos: un trabajo previo de un valor que va mucho más allá de lo documental. Su obra en papel tiene belleza, detalle, armonía. La muestra también recoge una selección de sus medallas. Hasta el 6 de marzo

Marcela estuvo en el estudio, por Julio López Hernández, 1970, grafito sobre papel, 34 x 25 cm.

Marcela estuvo en el estudio, por Julio López Hernández, 1970, grafito sobre papel, 34 x 25 cm.

Marcela y su luz -el dibujo, el estudio y las dos esculturas (la mesa y la figura)- reciben al visitante que se acerca a la exposición monográfica de Julio López Hernández (Madrid, 1909) en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid). Este se encontrará muchas veces a Marcela y otras tantas a dos Esperanzas en un recorrido con muchos pliegues, texturas, detalles y recuerdos moldeados en bronce, madera, poliéster, pizarra, escayola… o fijados al papel con carbón o grafito, fundamentalmente. Esta obra, de principios de los años 80, es un ejemplo maravilloso de cómo este escultor realista es capaz de hacer sublime un acto cotidiano: la ceremonia que se esconde detrás de quitarse las lentillas. Retrata a una de sus hijas, Marcela, protagonista de otras muchas obras de su padre y que en esta exposición cumple el papel de comisaria.

Bajo el título El camino inverso, la muestra reúne 90 dibujos, 31 esculturas y 16 medallas. ¿Por qué ese protagonismo del dibujo en la muestra de un escultor? «(…) queremos proponer una experiencia de regreso, un desandar el camino de la idea a la obra, a través de las huellas que el artista dejó en sus dibujos, para que podamos ver y comprender mejor el curso de su pensamiento creativo», explica Marcela López Parada en el catálogo de la exposición.

Estudio espejo para "Marcela y su luz", por Julio López Hernández, 1980, grafito sobre papel, 34 x 25 cm.

Estudio espejo para «Marcela y su luz», por Julio López Hernández, 1980, grafito sobre papel, 34 x 25 cm.

Entre esos 90 dibujos los hay que han sido el trabajo previo de sus esculturas y los hay que todavía no han saltado de las dos a las tres dimensiones y representan lo que el historiador del arte Víctor Nieto Alcaide define en el catálogo de la exposición «esculturas durmientes». Unos y otros reflejan la labor de un escultor. Son un paso en su proceso de trabajo hacia la escultura. Tienen valor por sí mismos porque son bellos, contienen detalle y alma, pero están realizados como «como componente auxiliar a la escultura», según señala el propio artista. Esto explica su escala natural. «Los dibujos de Julio López Hernández son la obra de un escultor acometidos a la hora de realizar una escultura o como memoria y testimonio de una idea en espera de poderse convertir en escultura», resume Nieto Alcaide. No ocurre lo mismo en las medallas -elementos en los que López Hernández tiene una gran experiencia y reconocimiento-, en ellas los dibujos no son un apoyo, sino la creación misma.

Kore 2. La que mira el cielo, 2014, carbón sobre papel y La que mira el cielo, 2014, modelo de barro, ambas por Julio López Hernández. © Roberto Desiré.

Kore 2. La que mira el cielo, 2014, carbón sobre papel y La que mira el cielo, 2014, modelo de barro, ambas por Julio López Hernández. © Roberto Desiré.

Estudio de Julio López con modelo de barro de Kore 3, por Julio López Hernández © Roberto Desiré.

Estudio de Julio López con modelo de barro de Kore 3, por Julio López Hernández © Roberto Desiré.

En la exposición, algunos de los temas se presentan tanto en papel como en escultura. Es bonito ver cómo las arrugas dibujadas en carbón son igual de reales pasadas al bronce, cómo la caída del pelo o los pliegues de las ropas esconden tanta verdad en un formato como en otro. El realismo de Julio López no es mimetismo; se enfrenta a los motivos con curiosidad e indaga en ellos para trascenderlos. El recorrido por la muestra concluye con un vídeo que documenta su proceso de trabajo centrándose en una de sus obras, la escultura de Washington Irving para la Alhambra. No sólo se nos invita a ver cómo moldea, detalla o cómo es el momento de hacer el molde o el fundido, el artista comparte también el proceso previo de documentación, de sumergirse en un personaje que falleció a mediados del siglo XIX al que solo puede conocer por referencias y sus escritos. Julio López pidió a un familiar que es actor que posará ataviado con ropas de la época en busca de ese realismo.

Dos estudios del modelo para la escultura de "Federico García Lorca", por Julio López Hernández, 1984, carbón sobre papel, 200 x 130 cm.

Dos estudios del modelo para la escultura de «Federico García Lorca», por Julio López Hernández, 1984, carbón sobre papel, 200 x 130 cm.

En el Monumento a Federico García Lorca, una escultura de pizarra con poliéster de 1984, la labor de documentación fue mucho más sencilla. Es un ejemplo de las distintas capas de lectura de una obra: cualquiera que se acerque a ella reconoce inmediatamente al escritor, quien se detenga más quizás se pregunte por la alondra que sostiene en sus manos y a la que parece invitar a volar. ¿Hacia dónde? Frente a él, en la Plaza de Santa Ana de Madrid, se encuentra el Teatro Español. Lorca es también ejemplo de temas sobre los que el artista vuelve: en 2005 recuperó al escritor para Víznar, una expresiva obra en barro, cera, madera y metal.

Su mujer, la pintora realista Esperanza Parada, y sus hijas Esperanza y Marcela aparecen una y otra vez, por eso el visitante siente que está en cierto modo invitado a recorrer una biografía, con momentos tiernos y duros. Impresiona ver el estudio del Dormitorio en Almagro 28, un collage fotográfico y lápiz de grafito sobre papel (la escultura de madera y bronce con unas medidas de 71 x 103 x 49,5 cm pertenece al Museo Reina Sofía), junto a la última versión que ha realizado de este espacio: El armario entreabierto, de 2008 , en el que la figura caída y esas camas desgarradas producen angustia. El escultor acaba de publicar con la editorial Iberoamericana Vervuert sus Notas a pie de obra; cuando en este libro comenta la primera talla de esta habitación con sus cuatro versiones, a la que describe como rebelde e incorformista, anticipa esa perturbación que nos contagia: «La última, al despedirse de mi estudio camino del Museo Reina Sofía, hizo un gesto de amenaza. Esto no quedará así, habrá otra evolución de la obra que desamparará más a su autor». Esa evolución es la que nos sobrecoge en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Salir adelante, por Julio López Hernández, 2010, bronce y hierro, 27,5 x 24,5 x 19 cm.

Salir adelante, por Julio López Hernández, 2010, bronce y hierro, 27,5 x 24,5 x 19 cm.

El personaje caído está tomado, a una escala mucho menor, de una obra anterior: un retrato del fotógrafo Luis Pérez Mínguez de finales de los 70. De él se presenta también los dibujos a escala natural de otro retrato con el el papel ordenado con una cuadrícula que nos recuerda que este es un paso de un trabajo que va a ir más allá.

Otra pareja de aproximaciones que recoge la exposición es la de una colegiala: su primera visita en 1971 es una pieza pequeña (32 x 14 x 14 cm) de una niña con trenca que bien podría ir de camino a la escuela. En 2010 recupera la figura pero esta vez parece querer rendir un homenaje a su oficio y utilizar una de las fases del proceso (el fundido y su huella) para trascender el motivo y mostrar «el empuje de su alma avanzando», tal y como señala en Notas a pie de obra.

Doble estudio de "Luis Pérez Mínguez", por Julio López Hernández, carbón sobre papel, 200 x 155 cm.

Doble estudio de «Luis Pérez Mínguez», por Julio López Hernández, carbón sobre papel, 200 x 155 cm.

Igual que esta niña se rompe en dos o las camas se desgarran, en otras figuras impone vacíos, fractura los cuerpos o no llega a completarlos. Con ello, sus retratos no pierden realismo, ganan en expresión y sentimiento. Como bien señala Víctor Nieto Alcaide, «Desde sus primeras manifestaciones, la escultura de Julio López Hernández, vino a poner de manifiesto que el realismo era también vanguardia, y no un lenguaje pasado y agotado». A finales de los años 50 él y el resto de integrantes de la Escuela de Realistas de Madrid (María Moreno, Isabel Quintanilla, Amalia Avia, Antonio López, su esposa Esperanza Parada y su hermano Francisco López) impulsaron una nueva forma de interpretar el mundo desde un realismo renovado, en el que no ha dejado de insistir con pasión. A ellos les dedica el Museo Thyssen Bornemisza desde el próximo día 9 de febrero hasta el 22 de mayo la exposición Realistas de Madrid. Te invitamos a que leas en nuestro próximo número de febrero Descubrir el Arte 204 (en unos días llegará al quiosco) el artículo que ha escrito Amalia García Rubí sobre esta cita en el Thyssen y la entrevista con Antonio López. A Julio López Hernández le dedica nuestra sección «Mi obra favorita» Cristina Mato, de la galería Ansorena, en Descubrir el Arte 203 (todavía en el quiosco, en la tienda de nuestra web y en quiosco.arte.orbyt.es).

La exposición en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que cuenta con la colaboración de la Fundación Banco de Santander, puede visitarse hasta el 6 de marzo. Desde aquí creemos que merece la pena recorrer ese camino inverso que propone la muestra, parándose a disfrutar de cada detalle. Está cargado de ellos.

Estudio para el "Manorretrato", por Julio López Hernández, 1973, grafito sobre papel, 25 x 34 cm.

Estudio para el «Manorretrato», por Julio López Hernández, 1973, grafito sobre papel, 25 x 34 cm.

Todas las imágenes de este artículo son cortesía de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Arriba: Julio López Hernández modelando Kore 3. La perpleja, 2015  © Roberto Desiré.

 

 

2 Replies to “Julio López Hernández: lo sublime de la realidad”

  1. Felipe Hernández dice:

    Vi su escultura, Marcela y su luz, en el museo de Ciudad Real y me parece que es una de las mejores obras en todo el museo. La profundidad de detalles es asombrosa. Permite a la mente imaginar en cuatro dimensiones.

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