La almohada de aire

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Hasta el 14 de agosto la ciudad de Amberes presenta una gran muestra de trajes femeninos que proceden de distintas colecciones y museos. Un conjunto seductor compuesto por más de medio centenar de prendas de Cristóbal Balenciaga junto a otros atuendos de alguno de los maestros más experimentales de la costura contemporánea. Mercedes Peláez entrevista para Descubrir el Arte a una de sus comisarías, Miren Arzalluz

El museo MoMu de la Moda de Amberes acoge una muestra memorable que recopila centenar y medio de soberbios trajes femeninos bajo el título Game Changers. Reinventado la silueta del siglo XX. Proceden de colecciones y museos diversos, y forman un conjunto seductor de prendas de Cristóbal Balenciaga que se contempla junto a otros atuendos impecables de algunos de los maestros más innovadores y experimentales de la costura contemporánea.

Vestido de Cristobal Balenciaga, 1958, foto Tom Kublin, cortesía Archivo Balenciaga. Arriba, pieza de Comme des Garçons, 2012-13, modelo Monika Sawicka, foto Sophie Delaporte. Todas las fotos de la exposición del Museo de la Moda MoMU de Amberes.

Vestido de Cristobal Balenciaga, 1958, foto Tom Kublin, cortesía Archivo Balenciaga. Arriba, pieza de Comme des Garçons, 2012-13, foto Sophie Delaporte. Todas las fotos de la exposición del Museo de la Moda MoMU de Amberes.

Se exponen 36 piezas de Balenciaga, de porte rotundo y pulcro, arropadas por una mayoría de 45 prendas de autores japoneses que compiten en rigor y desenvoltura con las del couturier de Guetaria. Pertenecen a la marca Comme de Garçons, a cargo de la diseñadora Rei Kawakubo, a Issey Miyake, Kenzo, Yohyi Yamamoto y Junya Watanabe. Encarnan la cultura del kimono, actualizada y en alianza con occidente, en un itinerario de ida y vuelta desde el este al oeste y viceversa, cuyas relaciones en torno a la moda dan pie al hilo conductor de Game Changers.

Vestido de Cristóbal Balenciaga, 1958, foto Tom Kublin, cortesía Archivo Balenciaga.

Vestido de Cristóbal Balenciaga, 1958, foto Tom Kublin, cortesía Archivo Balenciaga.

Para el MoMu, el término game changers alude a los maestros que cambiaron el rol de la moda en el siglo XX. No fueron meros consejeros de novedades en ropa sino auténticos revolucionarios que experimentaron con técnicas, materiales y formas inéditas alejadas del significado de obra de arte. A partir de la Gran Guerra aceleraron el abandono del uso del corsé, que forzaba una enfermiza silueta corporal en forma de ese y comprimía el abdomen hasta obtener la figura de un reloj de arena y una cintura de avispa. Todos ellos lograron renovar la indumentaria de la mujer moderna, y lo hicieron empleando, precisamente, una “combinación de principios de diseño orientales y occidentales” basada en la fluidez del vacío que separa el cuerpo del vestido. Ese espacio intermedio, denominado en Japón “almohada de aire”, incluye el poético concepto nipón del ma, que reúne las nociones de distancia y de intervalo, de pausa, respiración y silencio.

Pieza de Yoji Yamamoto, 1984, foto Max Vadakul.

Pieza de Yoji Yamamoto, 1984, foto Max Vadakul.

Miren Arzalluz, comisaria de la muestra junto a Karen Van Godtsenhoven y a Kaat Debo, directora del museo, amplía estos conceptos en entrevista con Descubrir el Arte. Para Arzalluz, agradable conversadora y experta de primer orden en la obra de Balenciaga, el maestro fue “fruto de una época”, y su obra se exhibe “en el contexto contemporáneo” porque “recogió el trabajo de las innovadoras de los primeros años del siglo XX, todas ellas mujeres que él admiraba, y tiene un impacto fundamental en los diseñadores que le suceden a finales del XX”. El montaje expositivo es sin embargo temático y recoge la colección de prendas de Balenciaga y su entorno en vitrinas clasificadas por tipos de siluetas bajo los sugerentes titulares en inglés de Tiger’s Leap, Balenciaga Icons, Kimono, A Freer Silhouette, Classical Inspiration, Oversized Volumes, Two Dimensions, The Straight Line, Rethinking the Body, From Waist to Shoulder, Technical Mastery, Seen from the Back, Exploring the Sleeve, Circle as a Shape, Cocoon, Babydoll y Ultimate Abstraction. Se trata de una exposición que “recorre la historia de la moda desde la perspectiva de la reinvención de la silueta femenina y desde una relación diferente entre la figura y el vestido que revela el cuerpo natural”, confirma la comisaria.

Pieza de Issey Miyake, 1990-2015, foto Francis Giacobetti.

Pieza de Issey Miyake, 1990-2015, foto Francis Giacobetti.

Los creadores elegidos para acompañar a Balenciaga, prosigue Arzalluz, “han sido coherentes en esto en toda su trayectoria”, aunque en ambos temas “el papel fundamental lo juegan la escuela de diseñadores japoneses de finales de los 70 y la escuela belga de los 80 y 90 del siglo XX”. Game Changers combina esas dos escuelas con el trabajo de Balenciaga, y a los vestidos japoneses añade otros 28 de firmas belgas, con Martin Margiela en cabeza, además de Ann Demeulemeester, Dries Van Noten y Dirk van Saene, del grupo de los Seis de Amberes, y de Bruno Pieters y Paul Natan, célebre por su dedicación a la realeza. Además hay obra de Courrèges y de Cardin, y de la excepcional Sybilla, que es “considerada sucesora espiritual de Balenciaga”. Hay obra de Rudi Gernreich, conocido por sus bañadores top-less, de Romeo Gigli, Georgina Godley, Iris van Herpen, del chipriota Hussein Chalayan, de la cubana Isabel Toledo, que cose para Michelle Obama, y del famoso Mcqueen, que ilumina la exposición con un vestido rojo imponente. No faltan tampoco los pioneros del siglo XX. Están Paul Poiret y su falda tubo, el artista Fortuny y su túnica neogriega plisada, Patou, Charles James con sus gozosas telas, o las francesas Callot, Grès, Lanvin, Chanel y la magistral Vionnet, que ideó el corte al bies.

Iris Van Herpen, "Micro", alta costura, 2012, foto Ronald Stoops.

Iris Van Herpen, «Micro», alta costura, 2012, foto Ronald Stoops.

“Bajo la etiqueta de moda conceptual se hace mucha moda espectáculo…”, responde a la pregunta sobre un posible paralelismo con el fenómeno vivido en la arquitectura, “y de esto queríamos huir”. “Está muy bien el debate de si la moda es arte o no…”, insiste, “porque incluso los diseñadores más respetados niegan que lo que ellos hacen sea arte”. La exposición contempla a los “diseñadores que han hecho una reflexión en torno a la moda, el vestido, el cuerpo y la silueta, pero que han tenido siempre claro que la mujer y su cuerpo son primordiales en su trabajo”. En relación con el diseño de ropa para cuerpos gruesos o grandes, sostiene que “en la medida en que las prendas garantizan libertad de movimientos, o crean un nuevo espacio entre el cuerpo y el vestido, el tamaño corporal deja de ser tan relevante. Hay piezas en Comme de Garçons y en Yamamoto, con cierta crítica hacia la tiranía de las tallas y la mujer muñeca”, y, por ejemplo, “la colección Oversize de Margiela está diseñada en una única talla 54, que puede vestir todos los cuerpos”.

¿Alta moda, alta costura?

Vestido de Comme des Garçons, 2012-13, modelo Monika Sawicka, foto Mark Segal.

Vestido de Comme des Garçons, 2012-13, modelo Monika Sawicka, foto Mark Segal.

Al proponer reivindicar la palabra costura y el antiguo taller de la modista de barrio, Miren Arzalluz coincide en que se van dando pasos en esa dirección, a modo de crítica con la producción de “la industria de la moda global que explota fábricas deslocalizadas”, y ya han comenzado a “revalorizarse la artesanía, los pequeños talleres y la producción local”. Los museos todavía no participan en esta nueva línea de trabajo, aunque explica que “el MoMu mantiene una relación activa con el Departamento de Moda de la Academia de Bellas Artes de Amberes”, de gran prestigio. “Es una escuela en la que se valora el concepto, y de la que salen los diseñadores más vanguardistas, aunque contrarios a la comercialización masiva”. Son asistidos por “el Flanders Fashion Institut en cuanto a la gestión económica de sus empresas”, de manera que hay tres organismos interdependientes “que cubren las dimensiones de moda, educación, industria y cultura…”

Pieza de Dries van Noten, 2012, foto Patrice Stable.

Pieza de Dries van Noten, 2012, foto Patrice Stable.

Ante la petición de su opinión sobre la posible disyuntiva de un futuro profesional de la moda entre elegir matricularse en una escuela o comprar una máquina de coser, contesta “¡las dos cosas!”, sin dudar. “La costura no es aquello que se prioriza en las escuelas internacionales más relevantes. En los últimos años se ha puesto el énfasis en una formación más artística que técnica, y esto se percibe en las capacidades de los diseñadores. No está mal si siguen existiendo equipos preparados para materializar esas visiones artísticas de los creadores. Es lo que siempre ha habido, aunque Balenciaga era una excepción…” porque sabía cortar y coser además de diseñar. “El verdadero problema es que ahora también hay una crisis en la formación de los técnicos de la moda, con una generación entera sin formación, y una serie de profesiones de la costura en peligro inminente de extinción”.

Vestido rojo de McQueen, al fondo, dos piezas de Valenciaga.

Vestido rojo de McQueen, al fondo, dos piezas de Valenciaga.

Montar una exposición de vestidos habrá tenido para su comisaria momentos de indudable interés en la posibilidad de admirar el envés de las prendas, ¿qué hay en el interior de estos monumentos de la costura? “Los más bonitos por dentro son un poiret de 1910 y los balenciaga prestados por su archivo en París. Hay diferencias entre los vionnet, por ejemplo, y los trajes más recientes, que están bien acabados pero no son alta costura. Es un reflejo del cambio de los tiempos. Es difícil apreciarlo completamente, hay técnicas que ya no se utilizan… Balenciaga, no hubiera sido capaz de la excepcionalidad de sus creaciones si no hubiera tenido un gran conocimiento del manejo de la técnica”. En la exposición se enseña un vestido en paralelo con el patrón original, pero “¡hay una generación que ya no entiende los patrones!”, se lamenta. “¡Bueno, me queda bien!, es lo único que suele decirse de una prenda en relación con el tema”. “¡Voy a hablar con quién sea!”, responde ilusionada ante la propuesta de recuperar las viejas asignaturas de corte y confección que enseñaban patronaje en los colegios. “Y, ¡no solo enseñar corte y confección!, también robótica, porque la impresora 3D va a revolucionar el mundo de la moda”.

Una de las vitrinas de la exposición.

Una de las vitrinas de la exposición.

Entre un vestido con un ligero exceso formal y un disfraz, ¿dónde está el límite? “Cuando el movimiento o la gestualidad del cuerpo dejan de ser naturales. Cuando la mujer se convierte en un soporte, o algo es abrumadoramente protagonista, por encima de la mujer, ya estamos entrando en otra cosa…, no es vestido. La gestualidad es una parte de la moda. La forma en que nos movemos o nos mostramos, también es moda. Cambia cada década, y mientras seamos libres de movernos, no importa”. En los desfiles de pasarela, esa gestualidad forma parte del rito de exhibir las prendas, y ahora tocan ojeras, melancolía, y una manera sincopada de caminar, ¿a qué se debe? “Refleja las preocupaciones y ansiedades de los tiempos que vivimos. Es un tema que está mucho más conectado con la propia época de lo que creemos.”

1703201612952Game Changers se completa con fotografías de las prendas, con un vídeo de Daniel Sannwald, un simposio y un libro que refleja las inquietudes de quienes han participado en la muestra. Para su comisaria, Miren Arzalluz, es una exposición de obligada referencia para todos aquellos interesados en conocer de primera mano una parte de la historia de la moda, en la que “el museo MoMu destaca con especial énfasis por el archivo de prendas contemporáneas” y, sobre todo, por “las colecciones de diseño belga, de carácter conceptual”. Conviene verla en directo en el marco de la bella ciudad de Amberes, para dejarse llevar ante las vitrinas por la imaginación y soñar habitar alguno de los vestidos expuestos, meciendo las telas al ritmo del paso para probar en movimiento la flexible armonía de estas joyas modernas del hilo y de la aguja.

Mercedes PELÁEZ

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