Cidoncha, Jaulerry y Correa en la Marlborough

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La galería de Barcelona muestra el último trabajo del pintor Juan Correa, hasta el 4 de marzo. Por otra parte, la sede madrileña acoge Contraviento y marea, del artista Rafael Cidoncha, y Cortando flores, de Charles Jaulerry, hasta el 11 de febrero. Pintura, escultura, dibujo y collages…

Rafael Cidoncha: la fragilidad del instante

La galería Marlborough de Madrid exhibe hasta el 11 de febrero el trabajo del artista gallego bajo el título Contra viento y marea, compuesto por una veintena de obras entre las que, además de pinturas, hay cinco dibujos y ocho esculturas, una vertiente esta última en la que lleva explorando desde hace años y que muestra por primera vez al público.

Sobre estas líneas Uvas, 2015, óleo sobre lienzo y tabla, 27 x 22 cm. Arriba, El bañista, 2016, óleo sobre lienzo, 89 x 116 cm.

Sobre estas líneas, Uvas, 2015, óleo sobre lienzo y tabla, 27 x 22 cm. Arriba, El bañista, 2016, óleo sobre lienzo, 89 x 116 cm. Las dos obras, de Rafael Cidoncha.

En la obra reunida en esta muestra, la perspectiva de Rafael Cidoncha (Vigo, 1952) es la de un observador oculto que toma una instantánea, la de un flâneur espontáneo que congela un instante percibido y percibir, como dice el propio creador “es más que ver, igual que escuchar es más que oír. El resultado de lo que se percibe trata de comunicar algo que va más allá de las apariencias”. El artista trabaja sobre la emoción y la honestidad, restándole importancia al análisis teórico. “La obra existe en el ojo de cada espectador y teorizar es levantar barreras entre la pieza y la lectura que le pueda dar quien la ve.” 

Presente continuo, de Rafael Cidoncha, 2016, óleo sobre lienzo, 130 x 97 cm.

Presente continuo, de Rafael Cidoncha, 2016, óleo sobre lienzo, 130 x 97 cm.

Cidoncha, que vive a caballo entre Madrid y París, se define como un pintor reflexivo, casi un monje, y apunta que, con la madurez, le ha llegado una consciencia mucho más intensa de todo lo que le rodea. “El creador funciona con un ojo educado y entrenado en años de observación, y es la emoción la que pone en marcha los mecanismos de creación. En este caso, con este conjunto de obras todas de nueva creación, he tratado de captar la fragilidad del instante.” 

Aunque Cidoncha es un pintor conocido por sus retratos de personajes de la cultura o la política, desde Vargas Llosa hasta André Leon Talley pasando por Lee Radziwill, para él, el retrato no es un fin en sí mismo, sino una consecuencia de su interés por lo humano. “Igual que en la música, la voz es el instrumento que más me transmite, en la pintura el retrato me apasiona en la medida en que es la expresión el alma y la psicología, en su capacidad de estar más allá de la técnica.” En esta exposición ha explorado otros caminos.

Símbolo 1, de Rafael Cidoncha, 2016, bronce, coral, escultura única, 275 x 245 x 24 cm.

Símbolo 1, de Rafael Cidoncha, 2016, bronce, coral, escultura única, 275 x 245 x 24 cm.

El filósofo Bernard-Henri Lévy, uno de sus retratados más célebres escribió sobre el artista: “Sus lienzos hablan. Sí, puede sorprender, pero realmente creo que hablan. Aguzad el oído, veréis. O más bien escucharéis. Hay pintores que deslumbran, Cidoncha más bien nos aturde.” 

La obra de Rafael Cidoncha está presente en numerosas colecciones internacionales públicas y privadas, entre las que destacan las de la familia Abelló y Alicia Koplowitz, The Museum of Fine Arts de Boston MA, el Ministerio de Educación Cultura y Deportes, la Biblioteca Nacional (Madrid), College de France (París), Colección Duques de Alba (Madrid), Colección Forbes (EE UU), Fundación Pedro Barrié de La Maza (A Coruña), Colección Ministerio de la Presidencia (Madrid), Colección Ministerio de Medio Ambiente (Madrid), Museo de Baltimore (EE UU), MNCARS (Madrid), Palacio de la Zarzuela (Madrid) Colección Príncipe Loewenstein (Inglaterra), Colección Yves Saint Laurent (París).

Instante, de Rafael Cidoncha, 2016, óleo sobre lienzo, 50 x 73 cm.

Instante, de Rafael Cidoncha, 2016, óleo sobre lienzo, 50 x 73 cm.

Charles Jaulerry: la buena alquimia

La misma sede madrileña acoge también el trabajo del creador más joven de la nómina de Marlborough, Cortando flores, del francoespañol Charles Jaulerry (Bayonne, 1981). En esta muestra se exhibe una decena de collages sobre lienzo realizados con recortes de pintura, siguiendo una técnica absolutamente personal.

Obra de Jaulerry.

Obra de Charles Jaulerry.

Su obra tiene una doble dimensión, tanto en su percepción por parte del espectador como en su proceso creativo. En la distancia, sus cuadros parecen mosaicos bidimensionales vibrantes de color, pero en la cercanía se aprecia que sus girasoles y pájaros están construidos superponiendo fragmentos recortados de lienzos pintados. Esto les da un carácter matérico, casi de bajorelieve. “Utilizo el material acumulado en mi taller durante años. Es un proceso de descanso del material y las ideas hasta encontrar la buena alquimia.”

Su camino va de la abstracción a la figuración. Primero pinta telas a brochazos, de manera expresionista, y después recorta esas obras para construir sus collages como si estuviera componiendo un puzle de color del que no hay guías. Un rompecabezas que va evolucionando en la mente del artista. “El proceso que sigo es el de componer motivos figurativos con elementos abstractos. La composición es algo fundamental en mi obra, creo que esta fijación viene de mi bagaje en la ilustracion y el diseño gráfico.”

Obra de J

Obra de Charles Jaulerry.

Y es que Jaulerry se formó como diseñador gráfico e ilustrador en París y Nueva York, dos mundos aparentemente alejados de la pintura pero que le han proporcionado una perspectiva fresca y contemporánea sobre su trabajo. Comenzó a pintar durante una estancia en Estados Unidos, pero en un momento dado decidió regresar a Europa para instalarse en el suroeste de Francia, en Arcangues, donde sigue residiendo hasta hoy. “La naturaleza y el campo son motivos y fuentes de inspiración que ya estimularon la imaginación de muchos artistas a lo largo de la historia del arte.’’

Sus influencias van desde los impresionistas hasta el pop art. Trabaja en serie, repitiendo motivos como con los girasoles o los pájaros pero variando composiciones, colores y tamaños. ‘“Estas variaciones implican resolver nuevos problemas que impriman diferentes ritmos y colores a cada pintura.’’ Su gama de colores vibrantes, el uso del esmalte y el goteo de color son sus señas de identidad.

Juan Correa: el paso del tiempo

Bajo el título de Mosaico fresco, la exposición de la sede la Ciudad Condal reúne un notable grupo de pinturas recientes de distintos formatos, desde 2014 hasta la actualidad, de Juan Correa (Madrid, 1959), un artista que se caracteriza por la experimentación con la materia pictórica.

Sin título, de Juan Correa, 2016, fresco sobre arpillera sobre tabla, 135 x 175 cm.

Sin título, de Juan Correa, 2016, fresco sobre arpillera sobre tabla, 135 x 175 cm.

El pintor se formó en la Escuela de Artes y Oficios y en la Universidad de San Fernando de Madrid, donde se familiarizó con la historia del arte y asimiló conceptos que en el futuro iban a ser relevantes en su obra, tales como composición, equilibro, fuerza y materia.

Desde sus inicios, la obra de Juan Correa rememora la pintura al fresco de la Antigüedad de Pompeya, Nápoles o Roma. No solamente por los colores utilizados sino también por la erosión que genera en sus obras, construidas mediante óleo, pigmentos puros, fresco, resina o polvo de mármol. Juan Bufill señala ambas características de la obra de Correa en el texto introductorio del catálogo: «Pero en esa alegría cromática, afirmada libremente, entran en juego también los agentes temporales y la fragilidad material: las grietas, los desconchados, la destrucción. Se da entonces una simultaneidad de presencias y ausencias, de recuerdos y borraduras. Y aflora lo anterior, que estaba oculto. El modo pictórico de Juan Correa consiste en hacer memoria al mismo tiempo que representa el olvido.»

Sin título, de Juan Correa, 2016, fresco sobre arpillera y sobre tabla, 146 x 116 cm.

Sin título, de Juan Correa, 2016, fresco sobre arpillera y sobre tabla, 146 x 116 cm.

Y es que en su proceso de creación pinta y después destruye las telas que previamente había dado por acabadas. De este modo las depura, las despoja de aquello que les es innecesario. Igual que los arqueólogos descubren en cada capa de terreno elementos que les ayudan a entender el pasado, el universo pictórico de Juan Correa está caracterizado por la superposición de capas que hacen referencia al paso del tiempo, como observamos en Juguetes del tiempo (2014). El pintor juega con una sugerente paleta de colores donde parece perderse la nitidez de los referentes. Es entonces cuando vuela la imaginación del espectador y pronto se adivinan jardines, paisajes y vegetación bajo las capas de la abstracción.

Desde el 2014 el artista empezó a realizar pintura al fresco en distintos tamaños. Una variación en su trabajo que consiste en una evolución del soporte, así como de la pigmentación y del color, acercándose más a la pintura al fresco tradicional, pero siendo igualmente presentada de forma moderna, es decir, sobre tabla e individualmente. De gran formato encontramos Despedidas (2015) o Sin título (2016); de pequeño formato La corriente (2016) o Ventolera (2016), entre otras.

Sin título, de Juan Correa, 2016, mixta sobre tela, 114 x 146 cm.

Sin título, de Juan Correa, 2016, mixta sobre tela, 114 x 146 cm.

Con una sólida trayectoria, sus obras se encuentran en numerosas colecciones e instituciones, como Arte Contemporáneo del Museo Municipal (Madrid), Banco de España, Colección Barón Ely de Rothschild, Colección Conde de Floridablanca, Colección Juan Abelló, Colección Telefónica Móviles, Colección Bodegas Marqués de Riscal, Colección TODISA, Fundació Sorigué, Colección Olor Visual, Colección Calcografía Nacional, Real Academia de San Fernando, Colección Guitarrán o Colección Delfina Studio Trust.

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