Joan Miró y la poética de los objetos cotidianos

04.-Le-Chanteur-dopéra-Joan-Miró-1977-©-ADAGP-Successió-Miró-Courtesy-Galerie-Lelong-Paris.jpg

La galería Elvira González de Madrid presenta una exposición que muestra el trabajo menos conocido del artista en España: 10 esculturas en bronce de los setenta y principios de los ochenta. Organizada en colaboración con la familia Miró y la Successió Miró, se exhiben además dos pinturas y cinco obras sobre papel, entre las que hay algunas inéditas. Descubrir el Arte recorre esta exposición junto a su nieto, Joan Punyet Miró. Hasta el 25 de marzo

En el taller de Joan Miró (1893-1983) había infinidad de objetos cotidianos que habían sido abandonados y que él rescataba. El pintor era capaz de ver más allá del propio objeto, insuflarle vida y una nueva personalidad. Así, combinando aleatoriamente sillas, hormas de zapato, un timbre de su estudio, un roscón de reyes, un cabezudo o la trona de su hija realizaba una escultura.

Sobre estas líneas, Composition, 10 de noviembre de 1976, tinta, guache, pastel, carbón y crayón de cera sobre aguatinta sobre papel, 105,1 x 89,5 cm. Esta obra es un homenaje que Miró hizo a su grabador Juan José Torralba, con quien el artista trabajó muchos años. Arriba, Le chanteur d'opera, 1977, bronce, 55 x 70 x 13 cm, edición 2/6. Todas las imágenes, © Cuauhtli por cortesía de la galería Elvira González.

Sobre estas líneas, Composition, 10 de noviembre de 1976, tinta, guache, pastel, carbón y crayón de cera sobre aguatinta sobre papel, 105,1 x 89,5 cm. Esta obra es un homenaje que Miró hizo a su grabador Juan José Torralba, con quien el artista trabajó muchos años. Arriba, Le chanteur d’opera, 1977, bronce, 55 x 70 x 13 cm, edición 2/6. Todas las imágenes © Cuauhtli y cedidas por la galería Elvira González.

Para Joan Punyet Miró, nieto del artista, “su abuelo era un amante de la poética de lo pobre, de lo rechazado, era como un reciclador avant la lettre, y también está presente una especie de guiño al arte de Marcel Duchamp”. Como decía Jacques Dupin, amigo y biógrafo de Miró, a veces el artista se extasiaba ante lo que para él era invisible: “Todo empieza con una recolección súbita. Miró se escabulle fuera del taller como una sombra y vuelve cargado como un ganapán (…) es el tesoro secreto de un vidente, el yacimiento de una riqueza infinita de objetos insignificantes donde Miró reconoce los suyos”.

Femme sur la place d’un cimetière, 1981, 60 x 98 x 51 cm, bronce, 4/6.

Femme sur la place d’un cimetière, 1981, 60 x 98 x 51 cm, bronce, edición 4/6.

En muchas de estas esculturas también está presente el Concetto spaziale de Lucio Fontana al realizar en estas piezas unas hendiduras, o aperturas, para llegar al alma de la misma escultura. La exposición de la galería Elvira González, organizada conjuntamente con la familia y la Successió Miró, muestra al público 10 de estas esculturas realizadas en bronce entre los setenta y principios de los ochenta (nueve fundidas en Barcelona y una en París), además de dos óleos y cinco obras sobre papel, que van desde 1943 hasta 1977 y entre todas ellas, tres dibujos inéditos, hasta ahora nunca habían sido ni enmarcados ni expuestos, y que forman parte de la colección de su nieto. “Era importante para nosotros potenciar esta muestra en Madrid porque todavía queda mucho por hacer con Miró, sobre todo con la escultura, que es mucho más desconocida en España. Es una exposición muy personal y las piezas están muy seleccionadas, he querido buscar la sintonía entre pintura y escultura”, comenta Joan Punyet Miró.

Figure, 1981, bronce, 126 x 50 x 28 cm, bronce, 4/6, cortesía de la galería Lelong, París.

Figure, 1981, bronce, 126 x 50 x 28 cm, bronce, edición 4/6, cortesía de la galería Lelong, París.

Y desde luego, tanto el montaje como la selección de piezas son magníficos, como Chanteur Mongol (1971), que evoca una figura femenina y donde Miró incluye el timbre de su estudio y lo convierte en una especie de gorro; Le chanteur d’opera (1977); Gymnast (1977); Femme et oisseaux (1972), que según desde qué ángulo se contemple evoca distintas cosas, es la presencia intangible de un cuerpo etéreo, que se insinúa pero que no se puede palpar, “como decía Breton, Miró te puede llevar a un mundo que solo él te puede enseñar y quizá esta pieza es la prueba más palpable de ello”, añade su nieto.

Souvenir de la Tour Eiffel, 1977, bronce, 334 x 54 x 80 cm, 2/6.

Souvenir de la Tour Eiffel, 1977, bronce, 334 x 54 x 80 cm, edición 2/6.

No podemos dejar de mencionar también Souvenir de la Tour Eiffel (1977), una escultura de más de tres metros y uno de los ejemplos más claros de una obra realizada tras un proceso de reflexión, donde la sucesión de ideas, variaciones, añadidos y assemblage de objetos se convierten en una escultura (como escribió en una carta a su marchante de Nueva York Pierre Matisse en 1936: “Me siento atraído por una fuerza magnética hacia un objeto, sin premeditación alguna, luego me siento atraído por otro objeto que al verse ligado al primero produce un choque poético, pasando antes por ese flechazo plástico, físico, que hace que la poesía te conmueva realmente y sin el cual no sería eficaz”); así, una lámpara de mimbre, un cabezudo que representa la cabeza de Groucho Marx, una horca campesina a modo de peineta y una caja repleta de tubos de óleos gastados, y es precisamente en uno de esos tubos donde Miró firma, componen una pieza cargada de gran lirismo.

Jeune fille à l'étoile, 1977, bronce, 48 x 33 x 40 cm, ed 1/6. Cortesía de la galería Lelong de París.

Jeune fille à l’étoile, 1977, bronce, 48 x 33 x 40 cm, edición 1/6. Cortesía de la galería Lelong de París.

O Jeune fille à l’étoil (1977) y otras piezas como Figure (1981) o Danseuse (1981), donde Miró consigue una pátina especial, unos colores increíbles que van de tonos azules a verdosos y que recuerda a una pieza de la Antigüedad que ha sido encontrada en un pecio hundido. Como nos comenta su nieto, para conseguir ese acabado, sobre la pieza de bronce, Miró aplicaba con un pincel ácido que luego quemaba con un soplete, y al ser quemado ese ácido en contacto con el bronce se creaba una reacción única. Y es que Miró era un trabajador incansable, hizo cientos de esculturas, 2.000 cuadros, 6.000 dibujos, miles de grabados o libros ilustrados, y un artista que siempre seguía investigando y buscando la perfección en su trabajo.

Homme et Femme, 1977, bronce, 102,5 x 59,5 x 26,5 cm, ed 3/6.

Homme et Femme, 1977, bronce, 102,5 x 59,5 x 26,5 cm, edición 3/6.

Y para terminar, Joan Punyet Miró nos habla de los proyectos en los que están trabajando ahora mismo y sobre los que se han culminado recientemente. No es la primera vez que el nieto del artista participa en un proyecto comisarial de una muestra sobre su abuelo. En 2014, comisarió en la galería Mayoral de Barcelona, que celebraba su veinticinco aniversario, una exquisita exposición: Miró / Calder, donde a través de 40 piezas (esculturas, dibujos, pinturas y la correspondencia que mantenían los dos artistas), reflexionaba sobre las influencias entre los dos creadores. En 2016, tuvo una participación muy activa tanto en la exposición como en el catálogo de la muestra Miró y el objeto en CaixaForum.

Oiseaux, étoiles, 9 de marzo de 1977, tinta china, grafito y ceras sobre papel de arroz fijados, 27 x 48,3 cm. Miró viajó dos veces a Japón, allí se quedó fascinado por los caligrafistas y dibujantes nipones, "sobre todo por el gesto de la mano al trazar el dibujo", comenta su nieto. También le interesaron mucho los papeles, como este de arroz que utiliza para esta obra.

Oiseaux, étoiles, 9 de marzo de 1977, tinta china, grafito y ceras sobre papel de arroz fijados, 27 x 48,3 cm. Miró viajó dos veces a Japón, allí se quedó fascinado por los caligrafistas y dibujantes nipones, «sobre todo por el gesto de la mano al trazar el dibujo», comenta su nieto. También le interesaron mucho los papeles, como este de arroz que utiliza para esta obra.

La familia Miró y la Successió Miró han cedido también una parte importante de las obras que forman parte del nuevo espacio dedicado a Joan Miró en la Fundación Mapfre. También han donado todas las tierras, la casa, el estudio y la iglesia que Joan Miró tenía en Mas en Mont-roig del Camp (Tarragona), además de 800.000 euros para dotar de recursos a este proyecto, la ya creada Fundació Mas Miró.

Según nos comenta su nieto, este nuevo proyecto museográfico dedicado al pintor abrirá sus puertas en un año. Fue en esta masía (mejor dicho, una casa de indianos del siglo XVIII) donde Miró pasó largas temporadas de forma intermitente durante sesenta y cinco años, por lo que este nuevo espacio museográfico estará dedicado a ensalzar «el vínculo creativo y emotivo con el entorno y reflexionará sobre la influencia de este lugar en el trabajo de Joan Miró», añade su nieto.

Á. S. C.

 

 

 

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