Las iglesias del Serrablo: crisol de formas

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Redescubiertas en 1922 y aún en proceso de restauración, estos templos altomedievales son un enigma arquitectónico en el que se funden influencias mozárabes, románicas y autóctonas. Se encuentran diseminadas en apenas 40 kilómetros en la margen izquierda del río Gállego en la zona prepirenáica de Huesca. Ofrecemos un extracto del artículo de Virginia Oñate publicado en la revista de agosto de Descubrir el Arte

Mozárabes para algunos especialistas, protorrománicas para otros, románico-lombardas para unos terceros… La controversia sobre la adscripción estilística de las iglesias del Serrablo está servida. Pero todos los estudiosos coinciden en afirmar que estos edificios medievales forman un conjunto compacto con personalidad propia y con unas características artísticas singulares. Situadas en la zona del Serrablo, cuyo centro hoy es la localidad prepirenáica de Sabiñánigo (Huesca), las construcciones están diseminadas en una extensión que apenas llega a los 40 kilómetros en la margen izquierda del río Gállego. Varias se encuentran en pequeños núcleos rurales, mientras que otras permanecen aisladas en enclaves que debieron estar poblados en la Edad Media.

Sobre estas líneas, Nuestro Señor Jesucristo de Otal. Arriba, San Bartomoé de Gavín.

Esta agrupación de iglesias destaca por su homogeneidad, tanto en las fórmulas constructivas como en las decorativas, algunas de las cuales han sido definidas como únicas dentro del arte medieval peninsular. Los templos, siempre de pequeñas dimensiones, se caracterizan por tener planta rectangular que termina en un ábside de forma semicircular. Con techumbre de madera y tejado a dos aguas, la mayoría cuenta con una torre-campanario, proporcionalmente bastante alta, con cubierta a cuatro vertientes. Precisamente estas torres esbeltas, que recuerdan a las del mundo islámico, junto con la presencia de arcos de herradura y de alfices enmarcando los arcos han sido determinantes para abonar las tesis de sus orígenes mudéjares y declarar abiertamente su influencia musulmana.

No obstante, conviene señalar algunas excepciones a estas particularidades. Las construcciones más primitivas, como sucede en San Bartolomé de Gavín, carecen de ábside y presentan un cabecera cuadrangular, posiblemente por influencia visigótica. En cuanto a la más importante y representativa, San Pedro de Lárrede, se distingue del resto por su planta de cruz latina gracias a la adición de dos capillas laterales a modo de crucero en el siglo XVII. Este conjunto único de templos se distribuyeron en las poblaciones de Lárrede, Oliván, Busa, Orós Bajo, Gavín, Isún de Basa, Susín, Satué, Cartirana, Lasieso, Otal, Espierre, Basarán (hoy trasladado a Formigal cuando el pueblo desapareció), Yésero, Lasieso, Arto, Ordovés y Rasal.

Detalle de la iglesia de Santa Eulalia de Susín.

A pesar de su indudable valor cultural, estas iglesias medievales han sido desconocidas para la historia del arte hasta fechas bastante recientes. San Pedro de Lárrede fue descubierta en 1922 por el profesor universitario y diplomático Rafael Sánchez Ventura que, tras haber sido informado de su existencia por un cazador, se lanzó a su búsqueda acompañado del fotógrafo Joaquín Gil Marraco. El templo, que se encontraba en un estado pésimo, fue restaurado durante la II República, entre 1933 y 1935. Poco después, San Pedro de Lárrede fue declarado Monumento Histórico-Artístico, título que en 1982 se ampliaría a todo el grupo monumental.

Los interesados en leer el artículo completo, pueden hacerlo comprando la revista Descubrir el Arte de agosto, que permanecerá en quioscos hasta finales de mes, o en formato digital en Orbyt  o Kiosko y más

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