Toyo Ito: «La arquitectura tiene que ser más libre»

P. Ha construido muchas de sus obras fuera de Japón. En Europa, y ahora en América. Tiene un edificio de oficinas en Ámsterdam, un hospital en París. En Chile acaba de terminar la villa de Marbella y está proyectando el Art Museum de Berkeley, en Los Ángeles. Parece muy cómodo trabajando en Europa, y me gustaría que nos hablara de las relaciones entre la cultura japonesa y el modo de vida que encuentra en los países que visita. ¿Qué relación sostiene entre la cultura local y la cultura universal?

R. Yo crecí en Japón y hablo japonés. Así que hay una limitación en aquellas inspiraciones o cosas que pienso, o deduzco, a partir de mi auténtica base cultural. Sin embargo, para superar esa barrera suelo salir de mi país para conocer otros sitios, con el fin de tener una visión un poco más amplia. Cuando estoy fuera de mi país, lo primero que hago es partir de mis raíces y de la cultura que he adquirido en mi tierra. Pero no tengo intención de imponer lo mío, lo propio.

Sólo quiero que sea un punto de partida, de tal manera que esta base se pueda ir adaptando y cambiando en función de la cultura local del sitio en que me encuentre. Europa me atrae, precisamente porque, en el proceso de buscar este encuentro de culturas, conozco mucha gente que ama la arquitectura pero piensa de otra manera. Esto es lo que más me divierte y me atrae, pues en Japón se presentan muy pocas ocasiones en las que poder debatir estas cosas. En Japón, si propongo algo, o si expongo algo, me dicen… (risas). ¡Ah!, bueno, está bien. Pero no es posible ir más allá en la conversación. Hablando de arquitectura, suelo poner muchas veces el mismo ejemplo.

El de la relación entre el padre y su hijo, porque pienso que crear arquitectura es igual que tener un hijo, desde el proceso de tener una idea hasta realizar la obra. Un recién nacido es un bebé que no tiene experiencia ni tampoco sentido social. Sin embargo, poco a poco, al ir adquiriendo contacto con la sociedad, al crecer junto a otras personas, termina por tener su propia autonomía. Creo que la arquitectura sigue más o menos los mismos pasos que un ser humano.

P. Tengo la sensación de que muchas de sus obras son poemas breves. Sobre todo los pabellones de la Serpentine Gallery en Londres, el Sumika de Japón y la pasarela de aluminio que construyó en Brujas en 2002, para la capitalidad cultural. Me gusta mucho la conexión ingeniosa que establecen con su entorno, cambiando todo lo que tienen alrededor en los límites entre la arquitectura y el arte.

R. Magnífico, gracias. Ése es un aspecto muy curioso, muy interesante. Tal como usted ha dicho, de la misma manera que uno lee o escribe poesía, que es algo bastante personal porque se implican los sentimientos, un arquitecto idea un edificio. Además la obra de arquitectura tiene presencia en la sociedad, así que la arquitectura es algo coposeído entre el autor y la sociedad. Esto es lo que más me divierte cuando hago arquitectura.

P. Me parece que sus edificios adquieren ese aire de poema porque son enteros, de la misma manera que el kimono es una unidad completa sin nada accesorio. Conseguir en arquitectura algo así es muy difícil. Hay una fuerte relación entre ésta, el vestido y el cuerpo, que me parece que en su obra se manifiesta en las instalaciones de los envoltorios Pao. En su última conferencia ante los alumnos de la Universidad Europea de Madrid, insistía en que la arquitectura tiene que liberar a la gente. Creo que en su obra ha logrado ir más allá. En el espacio de sus edificios las personas que transitan por ellos se embellecen por el aire, la luz, el reflejo. En sus obras hay una cierta sensación de que el aire está quieto, contenido sin paredes, y de algo así como vivir en el interior de una lámpara.

R. ¡Una expresión magnífica! Me encantaría que fuese así. No, no siempre lo consigo, es realmente difícil. Y en relación con el kimono, que usted ha citado, en función de quien se lo pone éste cambia, y también varía su belleza, ¿verdad? Más que importar la belleza por sí del kimono, su belleza nace de la persona que lo viste. Pienso así. Por eso, precisamente por eso, yo no quiero hacer aquella arquitectura que insiste en fijar unas reglas que imponen que una obra sea de una manera concreta o de otra.

P. Querría que hablara de los juegos de escala que aplica a su arquitectura. En sus edificios suele alternar la escala de lo grande y de lo pequeño, ajustando espesores muy delgados a paramentos de gran extensión para transmitir la sensación de que el edificio es a la vez entero y delicado. Así ocurre en la biblioteca de la Universidad de Arte Tama, en Japón. Creo que en función de los juegos de escala logra que desaparezca la materia, o que, al menos, no se perciba. ¿Cómo lo consigue a nivel constructivo?

R. ¡Una pregunta difícil! Tal como dice usted, en mi trabajo hay una interacción entre lo grande y lo pequeño, entre elementos grandes y pequeños. Al idear un edificio muy alto, hay que decidir qué grosor deberán tener los paramentos. Al variar el grosor, la sensación de altura cambiará bastante. Así que, al proponer que una pared sea delgada, hay veces en que se consigue una sensación de mayor altura, o de mayor fortaleza. Yo creo que se trata de buscar una solución para cada una de las situaciones concretas y no tanto de encontrar la respuesta a una situación generalizada. Habría que decidir cómo ir solucionándolo en cada caso. Yo estoy convencido de que cuando hago un dibujo o una maqueta, si tengo la sensación de que algo no me convence, de que algo no me gusta, es que en algún sitio me estoy equivocando.

P. Intuyo que en algunas de sus obras los árboles han acabado por convertirse en manos. En manos gigantes que acarician y abrazan los edificios. Creo que esto es especialmente cierto en el exterior de la tienda Tod’s y en el pórtico de la Fira de Barcelona.

R. ¡Oh! ¡Es la primera vez que lo oigo! Puede ser que se parezca… El árbol se va ramificando cada vez más, y cuanto más se avanza hacia el extremo, más se va diversificando y más se mantiene el deseo de que siga dividiéndose, pero es importante que este deseo de extensión tenga un límite o frontera.

P. En varias ocasiones ha afirmado que se encuentra muy a gusto en España, donde ha sido muy bien recibido. Quizá sea porque usted viene del País del Sol Naciente y una buena parte de su trabajo se está realizando en la costa del levante español, que es también la tierra del abanico, de la seda, de la pólvora, del arroz y del sol naciente.

R. Ayer cuando cenábamos con algunos españoles, hablamos del gran parecido que existe entre el cante jondo, o el flamenco, y el folclore japonés. A mí me gusta mucho este género musical, porque es muy parecido a nuestro folclore. Incluye la tristeza, la melancolía, la soledad del hombre. Al final el ser humano se queda solo. Precisamente por eso, me gustaría que bebiéramos todos juntos el sake…El deseo de Toyo Ito contiene los votos por la sencillez de la vida en el hermoso escenario de la sakura, la floración del cerezo en marzo que rige la fiesta japonesa del Hanami. Algún día el maestro podrá celebrarla «con todos bajo el cerezo,/ comiendo sopa, pescado y verdura/ salpicados de pétalos»‘, a tono con el haiku del poeta Basho, cuando en el parque de La Gavia los cerezos elegidos por él mismo sean adultos.

Mercedes PELÁEZ

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