Fabergé, la historia del sueño de los Huevos Imperiales

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Fabergé: A Life of Its Own nos abre el universo del lujo y refinamiento de la Casa Fabergé. El documental narra la emocionante y convulsa vida de la firma de los icónicos «huevos imperiales» a través de los expertos que trabajan en sus talleres junto a los testimonios de los descendientes de Peter Carl Fabergé

Desde el 29 de junio y por un tiempo limitado, salas de cine de diversos puntos de España proyectan este documental producido por Arts Allience, que relata las oscilaciones de la firma familiar, iniciada en el siglo XIX y cuyo legado llega a la actualidad. Escritor y documentalista, Patrick Mark, ha reunido las maravillas Fabergé dispersas en colecciones privadas e incluso piezas perdidas, como el huevo imperial recuperado por un chatarrero mostrado por primera vez al público, cuyo precio de subasta llegó a los 30 millones de euros. Además de las piezas históricas de la firma, el Huevo Perla tiene un espacio en este homenaje visual, pues se trata también del huevo conmemorativo por el 100 aniversario de la producción del último huevo imperial del Zar Nicolás II, con 3000 diamantes y perlas naturales.

Detalle del cuidadoso engarzado de uno de los Huevos Imperiales Fabergé.

Detalle del cuidadoso engarzado del Huevo acanalado de oro, desaparecido hasta 2014, Casa Fabergé, 1887. Arriba, Huevo Perla, Casa Fabergé, 2015.

Huevo  de los 12 Monogramas o de Alejandro III con retratos, Casa Fabergé, 1896.

Huevo de los 12 Monogramas o de Alejandro III con retratos, Casa Fabergé, 1896.

Peter Carl Fabergé asoció la exquisitez de su joyería y orfebrería con la familia de la Rusia Imperial. Su talento, creatividad y voluntad emprendedora le llevaron a situarse como el artista del lujo de la realeza, la nobleza y los magnates de París, Moscú, San Petersburgo y Londres. No obstante, su camino no fue fácil por el contexto histórico en que se desarrolló su vida. Con la Revolución Rusa de 1917, los Bolcheviques incautaron los talleres de la Casa Fabergé y sus tesoros fueron repartidos por lugares desconocidos. Las desgracias continuaron para la familia orfebre, pues en 1951 perdió los derechos sobre el nombre Fabergé, lo que incrementó aún más el misterio por desvelar el paradero de las piezas originales y auténticas. Hubo que esperar hasta el siglo XXI para que se cerrase el ciclo y todo recuperase su orden, ya que en 2007 se volvió a reunificar el nombre de Fabergé bajo el amparo de la familia. A partir de entonces y bajo la dirección de Katharina Flohr con el consejo de Sarah y Tatiana Fabergé, bisnietas de Peter Carl, la firma ha adquirido la redefinición lógica que exige la actualidad pero siempre rindiendo homenaje a su creador, con colecciones llenas de poética y genialidad.

 

Zar Alejandro III, hacia 1900.

Zar Alejandro III, hacia 1900.

Huevo Imperial de Gallina, primer huevo regalado por Alejandro III a su esposa, 1885.

Huevo Imperial de Gallina, primer huevo regalado por Alejandro III a su esposa, 1885.

El paradigma de la firma Fabergé son sin duda sus huevos imperiales, creados entre 1885 hasta 1916, nacidos del deseo del Zar Alejandro III de obsequiar a su esposa, la emperatriz María Fiódorovna, por el 20 aniversario de su alianza. Se sabe que el Zar conocía el virtuosismo del maestro Fabergé por una exposición realizada en Moscú en 1882 y que además se inspiró en el huevo del siglo XVIII perteneciente a la Princesa Wilhelmine María de Dinamarca. El Zar se vio envuelto en el diseño del huevo de Pascua, pues su deseo era sorprender a su esposa en una fecha tan importante para la Iglesia Rusa Ortodoxa. Este primer huevo fue realizado a mano en oro, cuya concha blanca esmaltada revelaba una yema realizada en oro amarillo mate. Además, en su origen, poseía un pequeño rubí que pendía de él, réplica del diamante de la Corona Imperial, perdido actualmente.

El obsequio impresionó tanto a la Zarina que esta tradición se continuó durante 32 años, produciendo un huevo único y personal cada año, alimentando la leyenda romántica que terminó en la tragedia de los Romanov. Cada uno de los huevos se realizaba bajo el más alto secreto y Peter Carl Fabergé disfrutaba de libertad total en su creación. La única premisa era sorprender, maravillar, por lo que cada año cambiaba de temática. Muchas veces recurría a establecer lazos familiares dentro de la dinastía, como con el Huevo Tricentenario de los Romanov de 1913, donde colocó retratos en miniatura de los gobernantes rusos. Otra de las joyas que nació de la mano de Fabergé fue la réplica en miniatura del carruaje de la Coronación, que llevó 15 meses trabajando 16 horas al día, con un cisne mecánico y un elefante de marfil.

Huevo de la Coronación, Casa Fabergé, 1897.

Huevo de la Coronación, Casa Fabergé, 1897.

El Zar Nicolás II siguió la tradición de su padre y anualmente obsequiaba a su esposa, la Emperatriz Alexandra Fiódorovna Románova, y a su madre. No obstante, la guerra Ruso-Japonesa frenó esta costumbre durante los años 1904 y 1905. El más caro de estos huevos de Pascua fue el realizado en 1913, el Huevo de Invierno, valorado en 24.600 rublos por aquél entonces. Fue diseñado por Alma Pihl, quien realizó cuidadosamente copos de nieve fabricados en diamante, además del cuerpo del huevo, hecho en cristal de roca tan fino como el cristal. Esta joya fue embellecida con engarces de plantino y diamantes, para conseguir la apariencia de que estuviese congelado, colocado además sobre una base de cristal de roca que imitaba al hielo. En su interior, una cesta de preciosas anémonas realizadas en cuarzo, jade, oro y granate demantoide emerge desde un musgo hecho de oro verde. Este sueño de opulencia fue vendido en Christie’s por 9.6 millones de dólares en 2002.

Huevo de Invierno, Casa Fabergé,1913.

Huevo de Invierno, Casa Fabergé,1913.

Pincha aquí para ver el Trailer de Fabergé: A Life of Its Own, y para consultar horarios y adquirir entradas para la emisión del documental en tu ciudad en este buscador de salas de cine.

Natalia de VAL NAVARES

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