Se cumplen 405 años de la muerte de una de las mentes que revolucionaron la Historia de la Pintura. Colmado de talento y al margen de toda norma, Caravaggio imprimió tensión y dramatismo a sus lienzos con maestría
«Hay algo en la vida y en la obra de Caravaggio que se sitúa fácil y hábilmente entre los reclamos de la sociedad del espectáculo: la biografía turbulenta, la desafiante presencia de lo moralmente incorrecto, la pasmosa convivencia entre el poder y los bajos fondos, la inquietante relación entre el sufrimiento, la laceración del cuerpo y el erotismo o, en fin, el abrazo sin paliativos entre la belleza humana que surge de la oscuridad y la presencia luminosa de lo sobrenatural…» éstas son las palabras escritas por Eugenio Carmona en la monografía dedicada a Caravaggio en la Biblioteca Grandes Maestros de Descubrir el Arte, sobre los innumerables ríos de tinta que han corrido sobre este magnífico pintor.

Amor victorioso, 1601-1602, por Caravaggio. Staatliche Museen. La incredulidad de Santo Tomás, 1601, por Caravaggio. Castillo de Sanssouci.
Michelangelo Merisi nació en Milán en el otoño de 1571, en el seno de una familia difícil de definir. Se ha cuestionado el oficio de su padre desde un mero albañil a un importante arquitecto; sea como fuere, Fermo Merisi era un hombre cercano al poderosísimo Francesco Sforza. La relación de esta familia con otras de la talla de los Colonna, Borromeo y Doria granjeó a Caravaggio la posibilidad de recibir sus encargos. La temida peste asoló Milán en 1576 y con ella se llevó al progenitor de Michelangelo, quedando huérfano junto a sus hermanos y a su joven madre. Sin embargo, su orfandad no impidió el desarrollo de su vocación y se rastrean sus primeros años de formación pictórica en el taller de Simone Paterzano, admirador de la pintura de Tiziano.
En 1592 se trasladó a Roma y la leyenda del artista bohemio se incrementó. Se decía que era un joven desnutrido y mal vestido, que sobrevivía realizando trabajos no acordes con su talento. Inició una relación con el cardenal Francesco del Monte, figura clave en la trayectoria del pintor, pero se sabe que anteriormente ya había pintado obras con su estilo y sello totalmente definido como es Muchacho mordido por un lagarto. No se conoce a ciencia cierta el interés que tenía el cardenal por el joven pintor, pues se hablaba mucho de su homosexualidad y libertinaje, aunque lo cierto es que era un amante de la cultura y un excelente reconocedor de la calidad artística. Fue el mecenas de importantes obras en la carrera de Caravaggio como San Francisco de Asís en éxtasis, pintura que muestra una gran ternura en la interacción entre el ángel y el santo.
Si pensamos en Caravaggio seguramente nuestra primera idea se escriba con palabras como «tenebrismo» o «naturalismo», términos más que tópicos empleados por los historiadores del arte en la construcción del perfil de un pintor o un estilo. El tratamiento lumínico y cromático de Caravaggio fue magnífico y fascinante, muy distinto a todo lo que le precedía. En sus pinturas había un trabajo de gradación y contraste entre luces y sombras, pero la Historia del Arte ha preferido quedarse con las segundas, aumentando el misterio sobre el pintor italiano. Por su parte, es cierto que Michelangelo Merisi fue un pintor inscrito en el naturalismo, pero no entendido como el del siglo XIX. Consideraba la naturaleza como su modelo, por lo que rechazaba el clasicismo. Para ello, realizaba pintura con modelos al natural y esos modelos eran personajes de la calle. No obstante, su deseo no era ensalzar el pauperismo o sublimarlo, sino que se servía de cualquier ser humano para representar personajes divinos. Polémica fue sin duda la figura de la Virgen María en La dormición de la Virgen, pues Caravaggio tomó como modelo el cuerpo sin vida de una prostituta ahogada en el Tíber, consiguiendo un realismo brutal en la tez y la hinchazón el cuerpo.
En el contexto barroco de la Italia del siglo XVII, la tratadística había alcanzado gran popularidad y el contenido de las páginas de personajes como Lomazzo distaba mucho del arte que cultivaba Caravaggio. En escena aparecieron los hermanos Carracci, representantes del clasicismo y de los modelos de la Antigüedad Clásica, admirados por el crítico Bellori, quien escribió sobre Caravaggio: «faltábanle muchas partes del arte y aún las mejores, pues no poseía ni invención, ni decoro, ni diseño, ni ciencia alguna de la pintura». A pesar de ello, hubo un grupo de artistas jóvenes que se sintió fascinado por el nuevo arte que emergía de las manos de Caravaggio y muchos de los cuales se convirtieron en fervientes imitadores del maestro.
El mismo Poussin emitió una de las frases más lapidarias respecto a Caravaggio que no siempre se supo entender: «poseía por entero el arte de pintar, pero había venido al mundo para destruir la pintura», refiriéndose a la estética clasicista como el modelo de toda la historia de la pintura. Michelangelo Merisi no respetaba el decoro de la época, era capaz de representar las figuras en posiciones obscenas para aquel entonces y mostrar de la realidad lo desagradable, como la suciedad de los pies en primer plano de uno de los esbirros de La crucifixión de San Pedro. De igual modo, la violencia con que representaba las escenas bíblicas era sobrecogedora por la tensión de los cuerpos y la expresión del rostro de los personajes, como en La flagelación de Cristo.
Su mala fama no frenó en su interpretación naturalista de la pintura, sino que se incrementó con sucesos poco honorables en su vida privada. Como muchos genios, su personalidad y carácter eran difíciles y conflictivos, hasta tal punto de protagonizar escarceos con la violencia, uno de los cuales le hizo acabar con la vida de un contrincante callejero. Tuvo que huir hasta cuatro veces por sus problemas con las justicia, de Roma a Nápoles, de Nápoles a Malta, de Malta a Sicilia, después regresó a Nápoles y murió en Palo, de nuevo huyendo, a la edad de 39 años. Sin embargo, su actitud frente a la vida y el arte hicieron de Michelangelo Merisi la prefiguración del artista genio y revolucionario. Artistas románticos y realistas idolatraban la indomabilidad de un ser que había rechazado todo tipo de maestro o escuela. Por su parte, Stendhal advirtió en él el tipo de artista que se definía como pintor maldito. El escritor francés comenzó a popularizar el amor por la estética de lo feo, de lo extraño, siguiendo la línea de «lo sublime» iniciada por Edmund Burke.
Natalia de VAL NAVARES