Colección Alicia Aza: coleccionar para aprendernos

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Enfrentarse a lo desconocido siempre supone un reto. Más aún cuando son las ganas por saber lo que nos atrae hacia ello. Una sensación parecida fue la que experimentó Alicia Aza en su primer encuentro con el videoarte en una exposición del MUSAC en 2005. Sin embargo, esta fascinación por lo incomprendido sólo terminó de allanar un terreno por el que ya desde hacia unos años había empezado a transitar: el coleccionismo de arte contemporáneo

Desde entonces la mayor parte de sus piezas adquiridas han sido vídeos.»No creo que haya que empezar comprando fotografía, dibujo, óleo, vídeo o escultura, creo que hay que empezar por lo que a uno le produzca la necesidad de contemplación y disfrute, lo demás vendrá después«.Y es que en Alicia Aza la creatividad como placer viene desde muy atrás, ya que durante su vida profesional, dedicada a la abogacía, también ha compaginado su tiempo con la producción poética.»Coleccionar arte supone una actitud y estilo de vida que acaba convirtiéndose en un compromiso, primero con el arte contemporáneo, y segundo con tu colección.Yo personalmente colecciono arte para expresarme, como una forma de creación complementaria a mi actividad como poeta», explica la coleccionista.

Su mirada desde el principio ha estado dirigida a la creación contemporánea,«porque necesito sentirme testigo a través de mi colección del tiempo que me ha tocado vivir». El vídeo le suscitó asombro; era en cierta manera en el panorama plástico del momento, lo más vanguardista, de lo más rebelde. Los autores de algunas piezas con las que se encontró en León, fueron Sergio Prego, Ruth Gómez, Kaoru Katayama, o Manu Arregui.»Para mí la primera sensación al relacionarme por primera vez con el vídeo fue de asombro, de sorpresa. Después vino la necesidad de aprender, de saber más,y de comprenderlo.Esto supuso un reto, y quise alcanzarlo»,señala Aza.

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En portada, «Un impulso lírico del alma» de Manu Arregui. Sobre estas líneas, «Recoil» de Sergio Prego.

El vídeo además trajo consigo un punto de inflexión para la coleccionista, y fue el de recibir precisamente esta nominación, que le hizo pararse a reflexionar sobre la actividad que llevaba desempeñando desde que obtuvo su primer sueldo como abogada. «Tomé entonces la decisión de dotar a la colección de una identidad en cuanto a discurso y soportes.Fundamentalmente los temas que hilan las obras son los que me interesan como la naturaleza, el paso del tiempo, la maternidad, el genero, el amor, la muerte, la memoria, la ironía, el miedo, y todos ellos narrados desde una mirada femenina.Esto se debe a que yo como mujer, comprendo el mundo desde mi propia experiencia femenina y por ende lo me pregunto es:¿Qué le pasa a la mujer hoy día aquí y en el resto del mundo?»

Como respuesta ha obtenido durante todos estos años un caleidoscopio de identidades y circunstancias, qué son para la coleccionista, el porqué de la selección de sus piezas:»Me interesa mucho la multiplicidad de identidades y cómo nos mostramos diferentes en función de las circunstancias y las personas. Si hay algo que enseña el arte es tolerancia, respeto y uso responsable de la libertad».Por ello, el género del autor de la obra no es determinante para Alicia Aza si sobre lo que se reflexiona complementa esta experiencia humana poliédrica que ha construido con su colección.

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«Duble bubble» de Ruth Gómez.

Una idea que no está lejos de la que subyace en su último poemario publicado, Huellas fértiles (2014), en el que a través de treinta y siete poemas evoca a diosas y mitos clásicos femeninos; los trata desde la intimidad de los sentimientos para trascender la leyenda, y así, poder hablar de pasiones humanas.Es, en este caso, una visión poética, pero igual de múltiple y enriquecedora que la que en conjunto representan sus piezas plásticas.

Dos ámbitos, la poesía y el arte, que destapó a la vez en público en 2010 con la primera publicación de poemas, El libro de los árboles, y con el primer montaje expositivo en la Galería Espacio Líquido de Gijón.«La decisión -comenta Aza- da mucho vértigo, pudor, pero al final lo que queda es una gran sensación de satisfacción cuando ves que hay personas a las que les has aportado algo». Esta primera iniciativa, atrajo más tarde a la comisaria Mª Antonia Ortega a proponer exhibir parte de su colección en el Museo Lázaro Galdiano bajo el marco del Festival de Miradas de Mujer.»Fue muy grata experiencia y muy enriquecedora para mí. Las obras de los artistas salen de tu espacio privado y se comparten con otros.Es lo único que puede dar sentido a seguir coleccionando».

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» The messenger», de María Loboda

Sin embargo en los últimos años, como ocurre en las trayectorias de los artistas, la dinámica practicada hasta el momento ha hecho plantear a Alicia Aza un cambio en el modo de su actividad de mecenazgo.»Como coleccionista empiezo a estar llena de contradicciones y paro mucho para reflexionar e intentar comprender qué es lo que estoy haciendo y para qué.Cuando las obras empiezan a estar guardadas no veo que todo esto tenga mucho sentido. Debo buscar nuevas formulas de relacionarme con el arte contemporáneo y en ese ámbito de reflexión me encuentro sin haber encontrado todavía una respuesta».

Sí ha optado recientemente por un ligero matiz diferente a la hora de enfrentarse a sus piezas en la intimidad.«Hace dos años me cambio de casa y alguien vinculado al mundo del arte me pregunta quién va a hacer el montaje de la colección en mi nueva casa. En ese momento respondo que yo, pero luego me quedé pensando varios días sobre la pregunta y el por qué. Quizá podría ser un proyecto interesante encargar a alguien la selección y el montaje».

El resultado ha sido un discurso comisariado por Francisco Carpio, quién se estudió la colección y el espacio con el que debían dialogar las obras. Para Aza ha supuesto una novedad, pero de nuevo de la que ha aprendido y se ha enriquecido. «Lo interesante es que al ser un espacio doméstico donde convive una familia numerosa mucha veces las obras, sobre todo el vídeo, pueden interferir en la convivencia o estilo de vida de mi familia. Lo curioso también fueron algunas sensaciones que se despertaron en mí, como la de desgarro al verme separada de alguna pieza o contemplar por separado obras que siempre las había visto juntas. Los coleccionistas tendemos a querer rodearnos de todas las piezas y Carpio ha hecho una selección con un resultado que transmite serenidad». Como punto final del proyecto, se ha realizado un pequeño catálogo muy singular bajo el título “ Paso a pasión”.

Como conclusión, cabe preguntarse qué será lo que aporta el arte a la sociedad para que durante siglos haya perdurado ese afán del coleccionista por querer compartir su más estricta intimidad con esta materia tan subjetiva. Alicia Aza nos da su razón particular: «La sociedad enferma sin arte, es una forma de sanación, además de muchas otras cosas».

Sara VALVERDE

 

 

 

 

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