Joana Hurtado: “La mediación, como función social del arte, debería asimilarse desde la universidad”

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El Centro Cívico Can Felipa nace en el barrio barcelonés del Poblenou en los años 90 para proporcionar a los vecinos la oferta sociocultural reclamada. Tras 25 años de trayectoria, hoy supone una referencia nacional en el apoyo a la creación emergente. En la actualidad, intenta compensar la precariedad y el bajo presupuesto con el entusiasmo y la ilusión de quienes participan y trabajan en las convocatorias, donde cabe el ensayo, ergo, también el error. Joana Hurtado, responsable del programa de artes visuales, nos acerca a este centro y a sus proyectos

Joana Hurtado, responsable del programa de artes visuales del Centro Cívico Can Felipa. Fotografía: Juan Diego Valera.

Joana Hurtado, responsable del programa de artes visuales del Centro Cívico Can Felipa. Fotografía: Juan Diego Valera.

PREGUNTA. ¿Con qué proyección nace Can Felipa en 1991? ¿Qué necesidades urgían en Barcelona en general, y en el barrio del Poblenou en concreto por entonces?

JOANA HURTADO. Los años 90 fueron un momento álgido para el Poblenou, con una gran afluencia de artistas que buscaban espacios para trabajar, procedentes de toda la ciudad o incluso de fuera. Como antiguo barrio industrial, el Poblenou era un barrio privilegiado en espacios que había dejado antiguas fábricas en desuso. A estas circunstancias favorables ayudó la gestión cultural de los ayuntamientos socialistas de Barcelona, que estuvo marcada por la voluntad de generar líneas culturales de proximidad, creando una red de bibliotecas públicas y de centros cívicos para cada barrio, que con el tiempo, fueron redefiniendo sus vías de acción.

En el caso del Centro Cívico de Can Felipa fue la asociación Art Públic quien, junto con Lidia Sallàs –segunda directora del centro–, iniciaron un proyecto de arte emergente para la sala de exposiciones, que pronto se hizo eco como una de las más óptimas dentro de la red de espacios de exhibición públicos de la ciudad. Más adelante, en el año 1996, Can Felipa inicia la primera convocatoria pública de arte emergente,  gracias a Modesta Roda, que convertía la sala en un proyecto más transparente y abierto a la participación de artistas tanto locales, como nacionales e internacionales. A partir de aquí el programa se fue abriendo a numerosas colaboraciones.

Obra de Toni Hervàs en la exposición El martell sense mestre.

Obra de Toni Hervàs en la exposición El martell sense mestre.

P. Cuando entras a formar parte del equipo del centro en 2010, ¿cómo había evolucionado éste desde el proyecto inicial? ¿Cómo se ha situado y se sitúa Can Felipa en el tejido del arte emergente y contemporáneo de Barcelona?

J. H. En primer lugar, el programa, como es natural, ha ido evolucionando con el tiempo. Al principio no existía la figura del coordinador del programa de artes visuales, que en el año 2006 cubrió Jordi Ribas. Esta etapa fue realmente la que acabó de situar a Can Felipa entre los pocos espacios dedicados a la creación emergente de Barcelona, junto al centro cívico Sant Andreu y la Sala d’Art Jove de la Generalitat. Muy importante también fue la labor de Mery Cuesta y  Ferran el Otro

Por otra parte, la convocatoria también ha cambiado desde sus inicios. Cada año se incrementaban las partidas, hasta que los recortes obligaron a congelarlas en el 2010, fue entonces cuando sustituí a Jordi Ribas. También han modificado algunas modalidades: en 2008 se incorporó a la de creación el comisariado (que no ofrecían, ni ofrecen los otros espacios emergentes mencionados) y en 2011 se sustituyó la disciplina de investigación artística por la de comunicación gráfica; haciendo aún más transparente el proceso de trabajo colaborativo, ya que hasta el momento el diseñador de cada temporada se elegía a dedo.

Obra de Oriol Nogues en la exposición El martell sense mestre.

Obra de Oriol Nogues en la exposición «El martell sense mestre».

P. Uno de los pilares ha sido su convocatoria para artistas emergentes. En 2013 son varias las circunstancias que forjan un replanteamiento del centro, así como de sus líneas de trabajo con el arte. ¿Cuáles fueron las causas y las alternativas para mejorar la proyección (función) del centro mediante el arte?

J. H. La convocatoria da soporte a comisarios, artistas, diseñadores y demás agentes culturales. En 2013 se frenó la convocatoria de ese año por la decisión política de convertir la sala de exposiciones en un hotel de entidades. Sin embargo, tanto el barrio como el sector artístico reaccionamos y nos echamos a la calle. El ayuntamiento se retractó, pero desde Can Felipa nos pareció un buen momento para escuchar también la opinión de los vecinos sobre el centro, y en concreto sobre la sala de exposiciones, de la que decían que no interactuaba demasiado con el tejido social del barrio.

Por ello, en un ejercicio de autocrítica (y sin más presupuesto), decidimos impulsar La(b) Felipa: un proyecto transversal para toda la actividad del centro cívico, con el objetivo de facilitar la colaboración entre creadores y ciudadanía. Desde entonces se pide a comisarios y artistas que piensen sus proyectos en relación con el contexto (que no presenten el mismo dossier aquí que en Inéditos), y después, que se impliquen en la activación de los mismos, antes o durante la exposición, involucrando al barrio que no necesariamente está familiarizado con el arte. Es algo que creo que se debería enseñarse ya en la universidad, porque la figura del artista y comisario que hace su trabajo encerrado en su taller, controla el montaje, inaugura y desaparece, está cada vez más obsoleta (o debería…).

Obra de Julia Spinola en la exposición El martell sense mestre.

Obra de Julia Spinola en la exposición «El martell sense mestre».

P. ¿Cómo funcionan los procesos de selección para la convocatoria? Aparte de los dos proyectos de comisariado y el colectivo de creadores, ¿se celebran otras exposiciones?

J. H. El proceso de selección se hace a partir de un jurado que cambia cada año, formado por diferentes profesionales del sector en relación a las diferentes modalidades: un comisario o crítico de arte, un artista, un diseñador o docente del diseño gráfico, y hasta el 2012 había el representante de una institución artística (con la que se buscaba una colaboración) que ha sido sustituido por un trabajador cultural especializado en mediación, que hace de tutor de las actividades La(b).

Concretamente, y salvo algunas excepciones, de cada convocatoria se seleccionan dos proyectos de comisariado, unos siete de creación artística que se agrupan en una exposición colectiva y un diseñador que elabora la comunicación gráfica de los proyectos seleccionados ese año. El número de artistas acostumbra a ser siete, aunque puede variar en función del presupuesto anual, que desde 2010 gira alrededor de los 27.000 euros (IVA incluido).

Fuera de convocatoria cada mes de septiembre se hace una exposición con motivo de la Festa Major del barrio, que organiza la Coordinadora d’Entitats del Poblenou. Ahí no decidimos en nada: nos viene un proyecto cerrado. Hemos pedido varias veces a la coordinadora que abran una convocatoria pública con un jurado externo, para mantener la coherencia de profesionalidad y transparencia del programa, pero insisten en decidirlo ellos en asamblea.

Obra de Ignacio Garcia Sanchez en la exposición Que podem.

Obra de Ignacio Garcia Sanchez en la exposición «Que podem».

P. ¿Hasta qué punto afecta disponer de un presupuesto bajo para presentar una programación y unos contenidos de calidad, o/y que funcionen a nivel de público?

J. H. Todo afecta. Tener un presupuesto tan pequeño, evidentemente limita mucho. Y cansa, porque se tira de entusiasmo, cosa que en Can Felipa pasa muchísimo, pero la automotivación no es infinita. Toda la gente que pasa por aquí lo da todo, incluso más, y eso es peligroso, porque las ganas y la ambición son fantásticas, pero si no se compensan con realismo entonces llegan los desengaños y las quejas, que no hacen más que visibilizar los límites de la casa. Como responsable del programa es difícil aceptar que entre tus tareas está el de ir señalando esos límites y gestionar esas frustraciones.

Defendemos y aplicamos las buenas prácticas hasta donde podemos, y no nos cansamos de repetir que hay que prever siempre una partida de honorarios, aunque sea simbólica. Algo que es muy criticable de cara a las instituciones y a las políticas culturales que, sabiéndolo, no hacen nada para equilibrarlo. De todas formas, hay que concienciarse en mirarlo según tus intereses: si te lo tomas como un trabajo que hay que hacer está mal pagado; si lo ves como un lugar donde poder hacer tu proyecto e incluso equivocarte, y además te pagan, no está mal. Aun así, y a pesar de exprimir el presupuesto, la sala y el factor humano siempre destacan mucho más. Esto es muy bonito porque funciona tanto para los implicados en cada temporada como a nivel de público, y por esto, Can Felipa tiene tantos fans.

Entre las ambiciones futuras está la de emprender nuevas líneas de acción y de colaboración. Sin embargo es precisamente en este “quiero y no puedo; en el anhelo de hacer más y mejor, y llegar lejos, cuando la precariedad hace que no siempre lo consigamos”.

 

Datos útiles: Centre Cívic Can Felipa, calle Pallars, nº 277, Barcelona. http://www.cccanfelipa.cat/

SARA VALVERDE

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