Michele del Campo: ‘Retratos de cuarentena’

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El artista cuenta, en primera persona, cómo se le ocurrió este proyecto en el que narra, a través de retratos realizados en vivo en el transcurso de videoconferencias, las historias de la gente común en tiempos de un encierro universal como el que estamos viviendo

En el momento en el que se declaró la cuarentena, me di cuenta que algo extraordinario estaba sucediendo: ¡el mundo se había parado por completo! Era la primera vez que vivíamos un encierro universal como sociedad; de la noche a la mañana nos encontramos todos encerrados, con todas las actividades paralizadas y, lo más sorprendente, es que nos estaba ocurriendo a todos a la vez. Estas nuevas sensaciones nos hacían sentir muy extraños con nuestro día a día. Al principio nadie estaba preparado para el aislamiento, incluido yo mismo que tuve que hacer verdaderos esfuerzos para adaptarme a esta nueva realidad: me encontraba solo en un estudio nuevo, sin wifi, televisión o libros que leer, aunque afortunadamente tenía mi teléfono móvil con datos de Internet que pude compartir con mi ordenador portátil; eso me salvó.

Sobre estas líneas, Michele del Campo dibujando un retrato de la persona que participa en uno de los videoencuentros del artista. Arriba, el autor en su estudio.

Rápidamente me di cuenta que tenía que dejar a un lado todos los cuadros en los que estaba trabajando antes de esta terrible pandemia, y se me ocurrió que con mis habilidades artísticas podía hacer algo especial, tanto para mí como para la gente que estaba igual que yo, confinada en sus casas.

En los últimos años he sido y sigo siendo un pintor nómada, viajo de ciudad en ciudad buscando esa inspiración necesaria para crear mis cuadros, además retrato a gente de todo el mundo en mi cuaderno con diferentes poses –me gusta mucho retratar al natural– pero durante el aislamiento sabía que solo el arte podía trascender los límites de la vida.

Después de haber retratado durante una videollamada a un par de amigos de otros países, pensé que por este medio podría seguir «viajando» virtualmente, conociendo así a gente nueva y hacer de esta manera algo especial para ellos. Creé para esto un calendario e invité a mis seguidores a registrarse para ser retratados durante una videoconferencia, a cambio de que me contaran sus historias, que yo iba escribiendo en el cuaderno juntos a sus retratos. Me interesaba saber quiénes eran, cómo vivían, cómo la cuarentena había afectado a sus vidas y cómo pasaban el tiempo de aislamiento social.

Varios Retratos de cuarentena que Michele del Campo muestra en su perfil de Instagram.

En mis Retratos de cuarentena han participación personas de todo el mundo, desde Sri Lanka a Nueva Zelanda, China, India, Rusia, Reino Unido, Italia, España, Portugal, Francia, Alemania, Marruecos, Turquía, Israel, Canadá, Alaska, EE UU, Argentina, México, Chile, Perú, Brasil, Colombia, etc. Limité las sesiones de retratos a dos por día, aunque incluso llegué a hacer tres o cuatro retratos diariamente, cuando sentía que algunos voluntarios resultaban interesantes y no debía excluirlos.

He estado publicando algunos de los retratos, con sus historias, en Instagram y Facebook. Al principio, lo más sorprendente para mí, fue que no había nadie de ninguna parte del mundo que no estuviese en cuarentena, aunque dependiendo del país descubrí que había aislamientos distintos y que cada uno estaba viviendo el mismo momento histórico de manera diferente.

Dibujo e imagen de la videoconferencia en el ordenador, durante uno de los videoencuentros del artista.

Algunas de las personas que participaron en el proyecto me seguían desde hacía mucho tiempo y probablemente, en circunstancias normales, mientras todos estábamos ocupados siguiendo nuestras rutinas cotidianas, no habríamos tenido la posibilidad de conocernos, pero para mi sorpresa ¡algunos estaban realmente emocionados de poder hablar conmigo!

Durante las sesiones pude experimentar momentos únicos que hicieron que mi aislamiento fuese muy enriquecedor y ameno. La gente a modo de agradecimiento me cantó canciones, tocaron instrumentos musicales, algunos se animaron incluso a retratarme, otros leyeron poesías y me mostraron sus casas, familias, estudios, mascotas, objetos importantes para ellos, las vistas desde sus ventanas o me mostraron cómo hacían joyas con sus propias manos. Me di cuenta de que todas estas personas «ordinarias» y desconocidas para mí realmente eran extraordinarias, y las retraté en poses y actitudes únicas, en función de cómo percibía sus personalidades.

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