A-mnesia, el último trabajo de esta artista madrileña, podrá verse hasta el 20 de noviembre en el centro barcelonés para la creación y exposición de arte emergente Werner Thöni. A través de un conjunto de piezas realizadas con telas e hilos, Romeu reivindica un trabajo asociado tradicionalmente a lo femenino, reflexiona sobre el paso del tiempo, la fugacidad de la vida, y rinde homenaje a los que la vida les fue arrebatada con violencia
Desde los años ochenta esta pintora de formación comenzó a trabajar con telas, añadió a sus herramientas de trabajo, hilos y agujas; cose, borda y pinta. Utiliza la costura y el bordado, labores asociadas tradicionalmente a lo femenino, para reivindicar un trabajo que ha sido desvalorizado por la sociedad muy a menudo y que para ella está «íntimamente ligado a la vida porque en sí mismo materializa el paso del tiempo».
«Desde que a finales de los ochenta integro, por primera vez, el bordado en uno de mis cuadros, he continuado cosiendo y mezclando telas, pintura, transferencias e hilo en las distintas etapas por las que ha pasado mi obra. Con mis telas, costuras y bordados, quiero reivindicar el quehacer silencioso de mujeres de todas las épocas, realizado dentro del hogar, por lo general en soledad, trabajo a la vez creativo y reparador (zurcir, remendar) e íntimamente ligado a la vida», comenta Concha Romeu sobre el porqué de su trabajo con telas.
Cuadros, objetos, libros de artista y, algunas veces, incluso vestidos le sirven de soporte para ahondar en los temas que le interesan: el paso del tiempo, el olvido, la memoria, el «vacío que deja la ausencia de los que se han ido; su impacto en nuestras vidas; las historias anónimas de la gente corriente».
En este último trabajo, A-mesia, reflexiona sobre la fugacidad de la vida y sobre cómo la memoria repara el olvido, los trae de vuelta a la vida a la vez que rinde homenaje a todos aquellos que han muerto y que en muchos casos la vida les fue arrebata con violencia.
Todas las piezas expuestas están realizadas a partir de sábanas de algodón que en su momento fueron cosidas, bordadas, usadas, lavadas, planchadas y guardadas por mujeres de otra época, de otros tiempos. Portan una historia que se suma a la que la creadora cuenta al espectador y que es la de la gente corriente. Sus fotografías son la prueba de que han estado aquí, su rastro, su huella de su paso por el mundo.
Porque como la vida misma, el tiempo, «suma de instantes, de momentos, se acumula sobre las imágenes y las desdibuja, las difumina, las borra igual que el hilo: puntadas como segundos, como latidos, que tapan, que alejan los rostros y a la vez resaltan, subrayan, lo que quieren ocultar; puntadas como escritura que nos cuentan en susurros lo que aconteció».
- Mi madre y sus hermanas.