Santiago Rusiñol, descubridor del Greco

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Una exposición en CaixaForum Zaragoza propone una mirada renovadora de Doménikos Theotokópulos e indaga en el papel que desempeñó el pintor catalán en el proceso de revalorización del artista cretense que tuvo lugar a finales del siglo XIX y en la influencia que este ejerció en Rusiñol. Un total de 44 piezas, entre obras del Greco, Santiago Rusiñol, Ignacio Zuloaga o Ramon Casas. Hasta el 7 de febrero

Que el Greco no era un pintor muy apreciado hasta bien entrado el siglo XIX es cosa bien sabida, sobre todo después del Año Greco que ha tenido lugar en 2014, lo que ya no es tan conocido es quiénes fueron además de Manuel Bartolomé Cossío, que publicó en 1908 una gran monografía sobre el pintor cretense, los artífices de este cambio en la fortuna crítica del Greco.

Las lágrimas de san Pedro, del Greco.

Las lágrimas de san Pedro, del Greco, h. 1595-1615, óleo sobre lienzo, Museu Cau Ferrat, Sitges, Colección Santiago Rusiñol. Arriba, detalle de Magdalena penitente.

El cambio de tornas se produjo en apenas una década, la primera del siglo XX, donde una exposición en el Museo del Prado en 1902, y los estudios de Cossío y de Francisco de Borja San Román en 1910, «que delimitan su corpus pictórico y su biografía en un momento crítico en la formación de las vanguardias históricas, que andaban rastreando el pasado en busca de referentes no ortodoxos», como explica Francisco J. R. Chaparro en uno de los artículos del número especial de Descubrir el Arte dedicado al Greco que publicamos en marzo de 2014, una etapa de desconocimiento del pintor que se cierra con la celebración del III Centenario de la muerte del Greco en 1914 en el Museo del Prado.

Pero retrocedamos un poco más, a finales del siglo XIX, cuando los primeros viajeros románticos viajaban a España y en concreto a Toledo, fueron los primeros responsables en difundir la idea de que había un artista genial, apenas conocido, que mostraba en sus obras una increíble modernidad.

Magdalena penitente, del Greco, 1585-90, óleo sobre lienzo, Museo del Cau Ferrat, Sitges. Colección Santiago Rusiñol.

Magdalena penitente, del Greco, 1585-90, óleo sobre lienzo, Museo del Cau Ferrat, Sitges. Colección Santiago Rusiñol.

Y es precisamente El Greco. La mirada de Rusiñol una exposición que además de proponer una mirada renovadora de la figura del pintor cretense explica al visitante el descubrimiento y la fascinación que Santiago Rusiñol sentía por Doménikos Theotokópulos (Candía, Creta, 1541-Toledo, 1614), lo que aportó el pintor catalán a este proceso de revalorización del artista cretense a finales del siglo XIX y, además, la influencia de este en la trayectoria de Rusiñol.

Este redescubrimiento del Greco se produjo a partir de 1860, en un contexto de revisión del canon artístico, de transformación del ideal de belleza por el de libertad, el pintor cretense fue la bandera de una propuesta de renovación estética que anuncia el advenimiento del arte moderno. Santiago Rusiñol, «cómo líder del modernismo propuso al cretense como paradigma del artista moderno y como estandarte de su nuevo credo artístico», como comentan las comisarías de la muestra Nadia Hernández y Vinyet Panyella.

San Juan Evangelista, del Greco, óleo sobre lienzo, 1609, Museo del Prado, Madrid.

San Juan Evangelista, del Greco, óleo sobre lienzo, 1609, Museo del Prado, Madrid.

La pasión que Santiago Rusiñol sentía por la obra del Greco queda reflejado por el hecho de que fuese retratado por otros artistas (Picasso, Ramon Casas y Ramon Pichot) como El caballero de la mano en el pecho, además de lo que tiene de reconocimiento por parte de sus coetáneos a su labor de difusión del Greco. Fue el promotor del primer monumento dedicado al artista cretense, una estatua que realizó el escultor Josep Reynés que fue financiada por suscripción popular e inaugurada el 29 de agosto de 1898 en la ciudad de Sitges donde residía Santiago Rusiñol.

La empolvada, de Ignacio Zuloaga, 1903, óleo sobre tela, colección particular, Barcelona.

La empolvada, de Ignacio Zuloaga, 1903, óleo sobre tela, colección particular, Barcelona.

Según las investigaciones que se han llevado a cabo en esta exposición fue Ignacio Zuloaga el responsable de esta admiración de Rusiñol por el Greco, ya que fue quien le animó a comprar dos telas atribuidas al cretense, Magdalena penitente y Las lágrimas de san Pedro, que pertenecían al empresario industrial Pau Bosch, y que finalmente adquirió por 1.000 francos en 1894 a través del pintor Laureà Barrau.

Paroxismo, de Santiago Rusiñol, 1897, óleo sobre tela, Museu del Cau Ferrat, Sitges.

Paroxismo del novicio, de Santiago Rusiñol, 1897, óleo sobre tela, Museu del Cau Ferrat, Sitges.

El propio Rusiñol lo explicaba en «El Greco en casa», una de sus crónicas parisinas para La Vanguardia, ilustrada por Zuloaga con dibujos al carboncillo. Las pinturas del Greco llegaron a Sitges un año después, coincidiendo con la Tercera Fiesta Modernista. «Desde la estación de ferrocarril, las pinturas fueron trasladadas en procesión hasta el Cau Ferrat (su residencia). Un conjunto de artistas llevaron los cuadros como estandartes, y detrás de ellos desfiló la intelectualidad modernista catalana, que se reunió en Sitges prácticamente sin ninguna ausencia. La revalorización del Greco desde distintas vías propició el interés del coleccionismo, pero, sin duda, fue la adquisición de sus obras por parte de Santiago Rusiñol lo que proporcionó un nuevo referente a la burguesía catalana, que, con frecuencia, se fijaba en las colecciones de los artistas para crear las suyas. Lluís Plandiura, Santiago Espona y Francesc Cambó son algunos ejemplos de coleccionistas que adquirieron obras atribuidas al Greco, lo que favoreció también la posibilidad de admirarlas hoy en día en instituciones públicas catalanas», como comentan en el catálogo las comisarías de la muestra.

Copia de El caballero de la mano en el pecho, de Santiago Rusiñol, 1897.

Copia de El caballero de la mano en el pecho, de Santiago Rusiñol, 1897.

Esta admiración de Rusiñol queda patente en la exaltación de los valores espirituales como en su ciclo de los místicos, tanto desde el punto de vista plástico como desde el literario. Pero también se refleja en el «punto de vista formal y cromático y en la expresión del sentimiento mediante la línea y el color. Desde Las lágrimas de san Pedro, el Greco transfirió a Rusiñol la gama cromática de los amarillos, que este último plasmó en una serie de cuadros pintados entre 1894 y 1896, como La medalla y La morfina. Los celajes forman parte también de esta influencia, que se aprecia en las nubes hechas jirones y en los nimbos espesos y oscuros característicos de los cielos sobrenaturales de El Greco».

Jueves Santo (Pollença), de Santiago Rusiñol, 1902.

Jueves Santo (Pollença), de Santiago Rusiñol, 1902.

Esta exposición realizada por La Caixa en colaboración con la Fundación Francisco Godia alterna la investigación con la oportunidad de contemplar reunido un conjunto de obras del Greco y su taller procedentes de los museos del Prado y del Greco, del Museu Nacional d’Art de Catalunya, del Cau Ferrat de Sitges (que fue la residencia del pintor catalán) y de colecciones particulares junto con otras obras modernistas como las del propio Santiago Rusiñol (entre las que destacan La medalla o Paroxismo del novicio), Laureà Barrau, Ramon Casas, Francesc Labarta, Ramon Pichot e Ignacio Zuloaga.

Copia de Las lágrimas de san Pedro, de Ignacio Zuloaga, para ilustrar el libro "Impresiones de arte".

Copia de Las lágrimas de san Pedro, de Ignacio Zuloaga, para ilustrar el libro «Impresiones de arte», de Santiago Rusiñol, 1897, lápiz carbón sobre papel, Museu del Cau Ferrat, Sitges.

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