Mucho más que libros: ilustraciones tridimensionales

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El Museo Escuela Origami de Zaragoza acoge hasta el 11 de junio Libros con vida, una selección de hermosos y complejos ejemplares que forman parte de una colección de más de 500 libros desplegables y móviles reunidos a lo largo de más de cuatro décadas por la familia Giménez Laguardia

Los libros infantiles pop-up e ilustrados han cobrado gran relevancia y se han consolidado desde hace pocos años. La ilustración adaptada a la tridimensionalidad mediante los mecanismo móviles, desde su existencia, ha despertado la curiosidad de niños y adultos, y al ser la imagen uno de los primeros elementos que percibe el niño, es fundamental construir imágenes e historias que sean fáciles de comprender y asimilar por los lectores más pequeños.

La tarea de creación de libros infantiles, debe atenerse a estas pautas y también construir historias que entretengan y despierten la curiosidad de los niños para fomentar el hábito lector y el aprendizaje a través de la lectura, de una forma entretenida. Además, una particularidad de los pop-up y que los diferencian de otro tipo de libros infantiles ilustrados es la capacidad de manipulación por parte de los niños, ya que es posible interactuar a través de pestañas, ruedas, solapas… tirando, girando, levantado.

A través del doblado del papel y el movimiento que esto crea, los artistas pop-up y lo ingenieros del papel han logrado transformar el papel desde el plano a la tridimensionalidad. Castillos que se levantan tras abrir la cubierta; casas, árboles, barcos o escenarios plegados que se yerguen, personajes que cobran vida con el paso de las páginas… En muchos casos los libros pop-up son verdaderas obras de arte e ingeniería que a veces incorporan hologramas, luces y sonido.

Bajo el titulo Libros con vida. Libros móviles y desplegables, el Museo Escuela Origami de Zaragoza presenta una selección de hermosos y complejos ejemplares, que forman parte de una colección de más de 500 libros desplegables y móviles, reunidos a lo largo de más de cuatro décadas por la familia Giménez Laguardia, con el deseo de compartirla con el público en general.

Una colección que comenzaron a reunir en la Navidad de 1979, cuando esta familia esperaba la llegada de su primer hijo. Una práctica muy habitual en aquella época, era la compra de libros por correspondencia, y hasta su casa llegaba puntualmente cada mes un pequeño catalogo que la librería  barcelonesa Fontana enviaba por correo. En los días previos a la Navidad, la sección infantil y juvenil era más extensa de lo habitual y a pesar de que la familia desconocía el significado de los términos libros pop-pps, desplegables, tridimensionales, etc,. se decidieron a comprar algunos de estos ejemplares. Pocos días tardó en llegar el pedido, y al abrirlo descubrieron unos hermosísimos y delicados libros, que aunque demasiado frágiles para las manos infantiles, les cautivaron y animaron a seguir ampliando su colección hasta hoy en día.

En esta muestra se ofrece al visitante de cualquier edad, la oportunidad de contemplar bellos ejemplares con elementos mecánicos y que al abrirlos despliegan ante el espectador todo un prodigio de papiroflexia diseñado por los más famosos ingenieros de papel, a la vez que profundiza en temas como su historia, técnica y fabricación, diferentes tipos de libros desplegables, así como los nombres de los más relevantes autores.

Historia de los pop-up

El primer libro de estas características se remonta a la Edad Media, a 1306. Se trataba de una obra de astrología. El filósofo y poeta mallorquín Ramón Llull usó por aquel entonces un volvelle o disco giratorio de papel para explicar una de sus teorías, una técnica bastante popular hasta el siglo XVI.

Durante centurias los libros móviles se utilizaron en el ámbito científico y no fue hasta el siglo XVIII, con el nacimiento de la literatura infantil, cuando se enfocaron a los niños como medio de entretenimiento. El siglo XIX fue una época de esplendor para este tipo de libros, gracias a varias casas editoriales británicas y estadounidenses que rivalizaron en diseños y técnicas cada vez más exquisitas, destinados a ser regalos de lujo para niños y niñas de familias acomodadas.

Las crisis bélicas y económicas de las primeras décadas del siglo XX abarataron los precios, aunque no se dejaron de fabricar y perfeccionar, tanto en Europa como en Norteamérica. Precisamente, parece que la denominación pop-up tuvo su origen en la editorial neoyorquina Blue Ribbon. A partir de la década de los sesenta se perdió interés en ellos y hubo un bajón en la demanda, aunque desde los años noventa, gracias a creadores como Robert Sabuda, Matthew Reinhart, David A. Carter, Jan Pienkowski, Chuck Murphy o David Pelham, los libros pop-up sedujeron de nuevo al público y se han convertido tanto en una de las variedades infantiles más solicitadas como en material de interés para adultos por su valor artístico.

 

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