El Palazzo Martinengo de Brescia expone obras maestras de grandes artistas relacionadas con el tema del alimento, en un recorrido cronológico, que va desde el siglo XVII hasta el XX, e iconográfico. Esta muestra, que podrá verse hasta el 14 de junio, forma parte de la Exposición Internacional de Milán, cuyo lema es «Alimentar al Planeta, Energía para la Vida»
“La comida es hambre, la comida es dulce, la comida es rica, es pobre… la comida es descubrimiento, es viaje… la comida es color, la comida es goce, la comida es tierra, es mar… la comida es intercambio, la comida es dinero, la comida es despilfarro, la comida es agua, la comida es norte, es sur, es este, es oeste… la comida es rápida, es lenta, la comida es casa, es calle, la comida es juego del trabajo, la comida es fiesta, la comida es moda, la comida es presente, es futuro… la comida es mía, la comida es tuya, la comida es de todos… porque la ¡comida es vida!”.
Este es el largo lema elegido para publicitar la Exposición Internacional de Milán 2015, que a sus numerosos significados hay que añadir otro tan sencillo como fundamental: la ¡comida es arte! Simplemente desde hace más de dos milenios forma parte con pleno derecho de los temas de la historia del arte, habiendo llegado incluso a convertirse en indiscutible protagonista de las distintas representaciones pictóricas.
Valga para todas, un ejemplo cuando en época de los emperadores romanos, Vitruvio define xenia (el concepto de hospitalidad para la antigua Grecia) las decoraciones murales con los dones alimentarios que el anfitrión ponía a disposición de sus huéspedes en las propias habitaciones donde se alojaban en su villa, para que fueran consumidos libremente sin tener que acudir al comedor.
Con la caída del Imperio romano de Occidente (476 c.C.) el refinado arte clásico de extracción naturalista fue sustituido progresivamente por la cultura estética de las poblaciones germanas. A partir de entonces, y motivado por los radicales cambios socioeconómicos reflejados en las producciones artísticas, se inició el abandono progresivo del uso de la iconografía alimentaria, que excepto en algunas esporádicas apariciones –en especial fruta y verdura aparecida en los misales, en los capiteles o en los ciclos de los meses– duró sustancialmente en el curso del alto y en gran parte del bajo medievo,
Hasta la revolucionaria entrada de Giotto, que tradujo el arte de la pintura de griego en latino y lo redujo en moderno. Con la llegada del Renacimiento, se registran dos fenómenos muy interesantes; en el ámbito sacro se hace cada vez más marcada la presencia de los comestibles, especialmente en la iconografía mariana, mientras en la pintura profana de las elegantes cortes renacentistas italianas aparecen las primeras figuraciones de suntuosos banquetes, testimonios además de la buena educación, que estableció el florentino Giovanni della Casa en un libro de 1551.
Para la historia del alimento en el arte, es de capital importancia el noveno decenio del siglo XVI que marca la definitiva afirmación de su protagonismo. De hecho, en 1580-1585, el cremonés Vincenzo Campi, inspirándose en los modelos nórdicos elaborados ya por Pieter Aertsen y Joachim Beuckelaer, realizó cuatro espectaculares lienzos, considerados el verdadero punto de partida de la naturaleza muerta en Italia. Los pioneros trabajos de Campi, Bartolomeo Passerotti y Annibale Carracci, junto con los retratos compuestos con frutas y verduras de Arcimboldo, fueron de fundamental importancia para este nuevo género, que cobraría un enorme éxito con una sucesiva e interminable lista de obras.
Y ahora, como un pregón y en línea con el tema central de la Expo Milán 2015. «Alimentar al Planeta, Energía para la Vida», esta exposición revela según un criterio iconográfico y cronológico el interés de los pintores, activos entre los siglos XVII y XX, por representar la comida habitual de sus tierras natales, lo que brinda además la ocasión de descubrir algunos alimentos ya desaparecidos.
Un centenar de maestros del arte antiguo, como Campi, Ceruti, Figino, Recco, Ruoppolo, Stanchi, establecen un diálogo con autores modernos y contemporáneos, desde Magritte a De Chirico, de Manzoni a Fontana, de Lichtenstein hasta Andy Warhol.
De hecho, como declara su comisario, Davide Dotti. ”Exponiendo un centenar de obras focalizadas en el tema de la alimentación, pertenecientes a la historia del arte italiano, desde fines del Quinientos hasta hoy, establecemos un fuerte vínculo con la Exposición Universal milanesa de 2015. Se trata de un recorrido en la historia del arte, focalizada en el alimento y en los lugares implicados. Como se evidencia, los artistas se sentían muy cercanos a las tradiciones de las tierras de origen, como queda patente, por ejemplo, en los cuadros napolitanos, en los que mostraban sus dulces tradicionales; en las obras de los toscanos y de los emilianos que aparecen embutidos, o en los de los lombardos, la caza”.
El contenido de la exposición de la ciudad de Brescia, la romana Brixia, ofrece una ulterior profundización de los argumentos propuestos en la Expo 2015 de Milán, y guiará al público en un largo y emocionante viaje por las corrientes pictóricas de la historia del arte –del Barroco al Rococó y del Romanticismo decimonónico a las vanguardias del siglo XX– para «saborear» las diversas iconografías relativas a la figuración de la naturaleza muerta que los artistas afrontaron con gran estímulo y originalidad.
Todo ello difundido durante más de cuatro siglos: como los títulos expuestos Comedores de requesón, de Vincenzo Campi; el Plato de melocotones, de Ambrogio Figino (el primer bodegón de la historia del arte italiano, realizado cinco años antes del Cesto, de Caravaggio); la Mesa con sandías, del pintor divisionista Emilio Longoni, así como la Última Cena, de Andy Warhol, un acrílico sobre lienzo que reinterpreta en clave pop el Cenáculo de Leonardo.
A fín de evitar un empacho alimentario, una decena de «especialidades» separan el recorrido: de la fruta a la verdura, del pescado a los mariscos, a la caza de pelo o de pluma, de los embutidos y quesos a la carne, para deleitar con dulces y rociar con vinos y licores.
“Espero que esta reseña provoque un apetito no sólo artístico… descubrir nuestra tradición gastronómica a través de la mirada de los artistas puede estimular el apetito intelectual… Del centenar de obras, 26 son inéditas y que han prestado coleccionistas particulares. Me enorgullece presentar las de Giacomo Ceruti, apodado el Pitochetto, con sus pinturas de mesas aderezadas, jamás expuestas anteriormente al público”, añade el comisario.
Clausura idealmente el itinerario expositivo la instalación de la artista Paola Nizzoli, una interpretación de la Pirámide alimentaria.
Carmen del VANDO BLANCO