Los años de formación de Goya según Manuela Mena

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Una exposición en su ciudad natal muestra las obras que realizó durante su estancia en Zaragoza, de 1746 a 1775, un período fundamental en la formación del artista e imprescindible porque aporta una visión completa del pintor. Comisariada por Manuela Mena, conservadora jefe del departamento del siglo XVIII y Goya del Prado, se expone un total de 28 obras, y entre ellas, por primera vez se muestran al público La Piedad o Virgen con Niño. Hasta el 28 de junio

Goya y Zaragoza (1746-1775). Sus raíces aragonesas es la muestra encargada de inaugurar la sala Camón Aznar, dedicada a las exposiciones temporales del renovado Museo Goya, el proyecto expositivo ha sido posible gracias al trabajo conjunto de la Fundación Goya en Aragón, la Obra Social de Ibercaja y el Museo del Prado y es el comienzo de un proyecto mucho más ambicioso, como afirmó Teresa Fernández, directora de la Obra Social de Ibercaja, «queremos que este museo sea la puerta de entrada a Goya en Zaragoza y Aragón, el inicio de la Ruta Goya en la que estamos trabajando, y que junto con el Prado ser un referente nacional e internacional de Goya y de su fase aragonesa».

La Gloria o Adoración del Nombre de Dios (boceto), 1772, Óleo sobre lienzo. 75 x 152 cm. Zaragoza, Museo Goya. Colección Ibercaja. Arriba, detalle de Virgen con el Niño, h. 1772-73, óleo sobre lienzo, 83,7 x 58,30 cm, Zaragoza, Colección Félix Palacios Remondo.

La Gloria o Adoración del Nombre de Dios (boceto), 1772, Óleo sobre lienzo. 75 x 152 cm. Zaragoza, Museo Goya. Colección Ibercaja. Arriba, detalle de Virgen con el Niño, h. 1772-73, óleo sobre lienzo, 83,7 x 58,30 cm, Zaragoza, Colección Félix Palacios Remondo.

Esta exposición es el resultado de un gran trabajo de investigación llevado a cabo por el Museo del Prado sobre la etapa de juventud y formación en Zaragoza como pintor, para valorar la verdadera figura de Goya, desde muy joven, y que finaliza cuando se traslada a la corte en Madrid en 1775, con 29 años.

Manuela Mena, directora de la sección de Conservación del siglo XVIII y Goya del Museo del Prado, ha sido la asesora científica de la exposición junto con Virginia Albarrán que se ha ocupado de las fichas y del catálogo. Desde el mismo momento en que el Gobierno de Aragón solicitó la ayuda del Museo del Prado para llevar a cabo esta muestra, la condición fue que no iban a admitir presiones de ningún tipo en la selección de obras, «sino que iba a estar expuesto solo lo que desde el Prado, de todos los equipos que trabajan en la catalogación sobre todo en el conocimiento de los artistas del pasado, aceptábamos», puntualizó Manuela Mena.

Un visitante contempla el óleo Santa Bárbara, h. 1773, Madrid, Museo del Prado.

Un visitante contempla el óleo Santa Bárbara, h. 1773, Madrid, Museo del Prado.

Es una exposición de un número reducido de obras, 29 en total, a ello hay que unir las pinturas de la Cartuja Aula Dei que no están aquí y el fresco del coreto de la basílica del Pilar, del que sí se expone el boceto. «Hay que pensar en este conjunto no como en una selección de obras del Goya joven, sino lo que desde el Museo del Prado consideramos de mano de Goya, todas han sido estudiadas en la pinacoteca –añade Manuela Mena–. Es una exposición de pequeño formato, pero creo que el peso de estas pocas obras vence por completo en la balanza de los cientos de cuadros que se le atribuyen en este período».

Aunque no se conocen muchos detalles de esta etapa de juventud de Goya, sí se sabe que el «viaje a Italia fue decisivo en su trabajo», comenta Manuela Mena. No se conoce a ciencia cierta quién se lo financió, seguramente algún mecenas. «Lo que sí se sabe es que regresó pronto, como lo prueba el encargo del coreto del Pilar, un encargo muy importante para el pintor, y que trabajaba en una academia de pintura en Zaragoza como profesor, el encargo de Aula Dei y de los mecenas privados, como la familia Martín de Goicoechea y los Sobradiel, muchos de los cuadros que están aquí expuestos pertenecieron originalmente a ellos. ¿Puede haber algo más de lo que está expuesto aquí? Creemos que no, pero eso no quita que puedan ir apareciendo obras que tengan las características singulares, individuales y que anticipan el genio de Goya», añade Manuela Mena.

Manuela Mena junto al boceto del Coreto.

Manuela Mena junto al boceto del Coreto.

Cuándo le preguntamos a Manuela Mena cuáles son, a su juicio, estas características singulares, destaca en primer lugar, la originalidad, «Goya no se somete a los criterios establecidos, tiene influencias como es lógico porque se trabajaba teniendo en cuenta a los maestros del pasado, buscando la inspiración tanto en las composiciones como en las figuras, el artista dice que de su primer maestro José Luzán aprendió a copiar las estampas, y cuando se compara a Goya con Luzán, se comprueba que no ha copiado nada de él, del tardogótico aragonés no le ha interesado nada».

Otra característica esencial para Manuela Mena es el tratamiento de la luz, «para el pintor la luz es casi entendida de una forma científica, como lo fue para Caravaggio, aquello con lo cual el ser humano ve la divinidad, y en eso Goya es un maestro desde sus primeros años hasta el final de su vida. Y no cambia nunca. La emplea de dos formas, una desde la propia base de los cuadros y eso se puede ver en las radiografías de sus obras o en los infrarrojos e, incluso, en los análisis de pigmentos, y la luz que añade al finalizar el cuadro, eso es magia pura. Hacer un cuadro, poner luz desde el fondo, entender que todos los colores se van a adecuar en todas las gradaciones tonales, y que los últimos toques, ultimísimos toques, para añadir las últimas luces, se van a integrar con el resto, eso en realidad solo lo hacen los escogidos, Tiziano, Velázquez y Rubens. Eso es de una mente especial y única, genial».

El orden geométrico, exacto, de todas sus composiciones es otra de las característica de Goya, y de la dificultad e importancia en la formación de los pintores que tiene este orden compositivo para Goya se puede comprobar en el informe que el pintor realiza para la Academia, donde dice que hay que «enseñar el estudio de la geometría y de la perspectiva cuando tienen edad para ello, cuando lo van a entender» y, Manuela Mena añade, que Goya «en todas sus composiciones, a través de la luz y del color, no con esquemas matemáticos, consigue una increíble perspectiva del espacio y en la composición de las figuras».

Aníbal vencedor, que por primera vez miró Italia desde los Alpes (boceto), h. 1770-71, óleo sobre lienzo, 30,6 x 38,5 cm, Zaragoza, Museo de Goya.

Aníbal vencedor, que por primera vez miró Italia desde los Alpes (boceto), h. 1770-71, óleo sobre lienzo, 30,6 x 38,5 cm, Zaragoza, Museo de Goya.

Para Mena, otro aspecto característico de Goya es la monumentalidad. «Concibe las figuras dentro de esa idea que une siempre en todo el arte occidental la belleza del pasado clásico con el estudio directo de la naturaleza. Y eso produce la invención, que como destaca Mens, es lo máximo que tiene un artista. Hay que desterrar eso de que Goya fue un reportero de su época, nunca copia directamente una escena de la realidad, ni siquiera Los desastres de la guerra, siempre inventa, utilizando una enorme capacidad de invención para ello». También hay que destacar el color, Goya tiene una gama de colorido similar desde el principio hasta el final de sus días muy característico, aunque con el tiempo tiene menos necesidad de utilizar colores y reduce su paleta.

Lo más destacable de esta exposición es que queda patente que todas estas características de Goya ya están en esta etapa de juventud. Como afirma Mena, «creo que es una exposición llena de interés para poder entender por qué Goya hace lo que hace, cuando contemplamos Aníbal vencedor, que por primera vez miró Italia desde los Alpes, la expresión, la forma en que están pintados los ojos de la figura con la camisa blanca que levanta los brazos nos recuerda a los Fusilamientos del Dos de Mayo, no es idéntica, pero sí utiliza los mismos recursos expresivos; la persona que va a morir se enfrenta al destino con el mismo valor y el mismo miedo que el de Aníbal». Y es que a Goya le interesaba el estudio de la Humanidad, de sus semejantes, que ya está en estos primeros años, no es que no le interese el paisaje, «es un increíble paisajista, como vemos en los fondos de algunos de sus cuadros y en los cartones y tapices del Museo del Prado, son absolutamente magistrales, si hubiese vivido en Inglaterra podría haber sido un paisajista excepcional, mucho mejor que Constable, pero no le interesa, a él le atrae sobre todo cómo funciona el ser humano», finaliza Manuela Mena.

Muerte de san Antonio Abad, h. 1772, óleo sobre lienzo, 47,2 x 38,8 cm, Suiza, colección particular.

Muerte de san Antonio Abad, h. 1772, óleo sobre lienzo, 47,2 x 38,8 cm, Suiza, colección particular.

La exposición: Goya y Zaragoza (1746-1775). Sus raíces aragonesas

Aparte de todo lo anterior que ha comentado Manuela Mena, un aspecto importante de esta muestra es el peso que tuvo la pintura religiosa para Goya cuando intentaba hacerse un nombre como pintor, ya que muchos de sus mecenas le encargaron cuadros devociones, además de los encargos de las propias iglesias, y que afrontó con la misma singularidad que el resto de su obra. También el tema religioso tuvo mucha importancia en las estampas al aguafuerte de ese período.

A través de 29 piezas datadas entre 1769 y 1775, sobre todo óleos sobre lienzo, se muestras obras procedentes de la Colección Ibercaja, el Museo Nacional del Prado, el Museo de Goya de Zaragoza, la Biblioteca Nacional, la Calcografía Nacional y otras fundaciones y colecciones particulares. Además, es la primera vez que se exponen al público La Piedad o Virgen con el Niño; Huida a Egipto y Muerte de san Alberto de Jerusalén se muestran por primera vez como obras de Goya; se exponen juntos el óleo Aníbal vencedor, que por primera vez miró Italia desde los Alpes y su boceto, y La Virgen con san Joaquín y santa Ana se muestra por primera vez junto a otras obras de Francisco de Goya.

Cabeza de ángel, dibujo preparatorio para La Gloria, freso del coreto de la basílica del Pilar, 1772, sanguina sobre papel de estraza agarbanzado, Madrid, Museo del Prado.

Cabeza de ángel, dibujo preparatorio para La Gloria, freso del coreto de la basílica del Pilar, 1772, sanguina sobre papel de estraza agarbanzado, Madrid, Museo del Prado.

Se muestran 19 óleos sobre lienzo, entre ellos, La triple generación, Sacrificio a Vesta, Muerte de san Antonio Abad, La Gloria o Adoración del nombre de Dios (boceto), La Virgen del Pilar, La muerte de san Francisco Javier, Santa Bárbara, Lot y sus hijas, El sacrificio de la hija de Jefté, El bautismo de Cristo, San Ignacio de Loyola y el Autorretrato más joven del pintor. Además se exponen tres aguafuertes: La huida a Egipto, San Isidro Labrador y San Francisco de Paula; dos exquisitos dibujos, Cabeza de Ángel, preparatorios para la Gloria o Adoración del Nombre de Dios, del fresco del coreto de la basílica del Pilar de Zaragoza.

Y, por último, completan el recorrido otras tres piezas singulares, una plancha original de grabado del San Francisco de Paula, que se exhibe junto a su estampa; una edición facsímil del Cuaderno italiano, el único libro de viaje conocido de la estancia de Goya en Italia, que incluye, entre otros dibujos y composiciones, los proyectos para dos escenas del ciclo de pinturas dedicado a la Virgen en la iglesia de la Cartuja de Aula Dei, y la carta de fray Manuel Bayeu a Martín Zapater, fechada el 27 de febrero de 1775, en Madrid, que data la fecha de su partida a esta ciudad. Y, como colofón final, una reproducción en vinilo de las puertas del armario-relicario de la iglesia de Fuendetodos (h. 1765) destruido en 1936, que se ha realizado a partir de las fotografías conservadas en el Archivo Histórico Provincial de Zaragoza del Gobierno de Aragón procedente del archivo de Juan Mora Insa.

Los interesados en conocer la exposición en profundidad podrán hacerlo en la revista de mayo de DESCUBRIR EL ARTE.

Ángela SANZ COCA

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