La New Gallery de Madrid acoge la segunda individual de este artista, Felices coincidencias, una selección de retratos, entre innovadores y clásicos, en pequeño formato realizados en óleo de personas cercanas, a las que conoce y admira. Totalmente volcado en este género pictórico, lo que le interesa mostrar al espectador es la empatía que se establece entre el pintor y el retratado. Hasta el 23 de diciembre
«El grupo de retratos de esta exposición surge del deseo de pintar y dibujar a artistas y amigos cercanos, a personas a quienes admiro por su trabajo y por su presencia, o que me ha apetecido pintar por alguna razón que desconozco pero que reconozco como verdadera», así define el Juan Fernández Álava (Piedras Blancas, Asturias, 1978) su interés por el tipo de retrato que presenta ahora en esta exposición de la New Gallery y anteriormente en la galería Espacio Líquido de Gijón.

Jorge, óleo sobre lienzo, 2014, 24 x 27 cm. Arriba, Las hermanas Coto.
El título de la exposición, Felices coincidencias, hace alusión a esos pequeños detalles que forman parte de la rutina diaria de todos nosotros y que aunque sin ser conscientes de ello muchas veces, son momentos únicos, irrepetibles. «Recuerdo que hace años, debía de ser 1997, entré en un bar por la tarde y miré asombrado la intensa presencia de todos los que allí estaban, cada uno a lo suyo, sin darle importancia a lo que para mí era algo muy especial, y que en ese momento sentí como un milagro: los que allí estábamos, conocidos o desconocidos unos para otros, coincidíamos en el espacio y el tiempo de una larguísima historia que incluía a miles de millones más en otros lugares y en el mismo tiempo. Me dieron ganas de gritárselo a todos: ¡Nosotros estamos aquí, ahora!».
Lo relevante de todo esto es que esa feliz coincidencia le sucede a todo el mundo en todo momento. Y confiesa que aunque solo alguna vez vuelve a sentirlo con la intensidad de aquella tarde de 1997, sí que alguna vez la recupera cuando juega a pensar qué estarán haciendo en ese momento algunas personas que conoce y que viven el mismo tiempo que él. «Qué hará ahora Philippe Pettit, qué estárá haciendo Chan Marshall, qué hará mi amigo Fermín Jiménez Landa… Me emociona compartir la vida con ellos, incluso sin conocerlos personalmente, qué importa eso. Sé que están ahí».

Rita dormida, 2015, óleo sobre lienzo, 27 x 35 cm.
La otra palabra del título de la exposición, felicidad, hace alusión precisamente al gozo que Fernández Álava siente al retratar a la gente que conoce, con la que mantiene una relación especial o que admira, una felicidad que surge del hecho de la relación que se establece entre el pintor y el retratado. Eso es lo que Fernández Álava quiere que el espectador sienta o, al menos, al mirar sus óleos «me gustaría transmitir la alegría que surge de la al empatía que se establece entre el modelo y el artista» y que al final ese es el motor creativo del que nace el cuadro.

Paseo, 2014, óleo sobre lienzo, 33 x 25 cm.
Para Fernández Álava cada retrato que realiza es el primer retrato de la historia, no importa que unos sean mejores que otros, lo importante es el proceso en sí mismo, las ganas de empezar uno nuevo. «Desearía pintar fácilmente, como cuando observo a la gente que pasa por la calle. Pero también es reconfortante ver cómo la pintura se empeña en ser otra cosa distinta a lo que ve el ojo, esquivando lo que sentí en aquel momento como verdad, para transformarse en otra verdad diferente. Es lo mejor de pintar sin tener ideas. Marlene Dumas acierta, hablando de los retratos de Alice Neel, cuando dice que desprenden energía. Es la energía que llevaba a sus cuadros a partir de la química que establecía con sus modelos. Ya se sabe, la energía ni se crea ni se destruye. La pintura tampoco», comenta Fernández Álava de su proceso de trabajo.

Carla, 2015, óleo sobre lienzo, 38 x 30 cm.
Entre todos estos rostros que están colgados en la New Gallery de Madrid, se encuentra su hermana, la también pintora Chechu, y que ha sido todo un referente para Juan. Pero también Rubén y su perro Tess, Bea (de pie y sentada), las hermanas Coto o Ada. Todos en pequeño formato porque como dice es con el que se siente más a gusto. Una diferencia quizá con otros trabajos anteriores es que la paleta cromática se ha reducido, es como si en esa búsqueda de la esencialidad de la pintura, el artista se hubiese desprendido de lo superfluo, también se ha dulcificado su gama de colores, y eso seguro que está relacionado con esa felicidad que hablábamos antes.

Bea de pie con cigarrillo.
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