Carta blanca a Tino Sehgal : aquí y ahora

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Una exposición en la que no hay objetos, y donde las obras no son ni más ni menos que las experiencias vividas en ella por el espectador. Ésta es la propuesta presentada por Tino Sehgal para su gran retrospectiva en el Palais de Tokyo de París

Nada más entrar, una enorme cortina de perlas nos da la bienvenida a la exposición. Al traspasarla, una joven que se acerca contorneando los brazos nos somete a una pregunta: ¿cuál es el enigma? No nos deja pasar hasta que no resolvamos el acertijo, cual esfinge de Edipo. Más o menos elaborada, el caso es que la respuesta surge efecto: la joven se aparta y nos indica el camino. Descendemos varios tramos de escaleras y nos encontramos en una sala enorme, de arquitectura brutal, techos altísimos y paredes desnudas, donde un grupo de unas 50 personas juega al pilla pilla. De repente una de ellas se separa del grupo, se acerca a nosotros y, sin darnos tiempo a reaccionar, comienza a relatarnos un recuerdo de infancia, como si la conociésemos de toda la vida: cómo siendo pequeña dejó su país para vivir en Australia, y el desarraigo que sintió durante mucho tiempo. Da media vuelta y se va, de forma tan inesperada como llegó, regresando al grupo. A continuación abandonamos la estancia y nos dirigimos hacia una pequeña habitación, completamente oscura y donde se diría que no hay nada; pero nos acercamos un poco más: en su interior varias personas cantan y bailan enérgicamente, como en una especie de concierto tribal, salvaje. Pasado un buen rato, cuando la vista empieza a habituarse a la oscuridad y la danza da paso a una declamación de tono filosófico, salimos y volvemos a la gran sala, donde el grupo ha dejado el pilla pilla y se ha puesto a cantar: algunos están de pie, otros sentados o arrodillados, pero todos esparcidos por la habitación.

Retrato de Tino Sehgal.

Retrato de Tino Sehgal.

En el trabajo de Tino Sehgal no hay cuadros, ni esculturas, ni ningún tipo de objeto inanimado. Sus obras tienen como materia principal lo humano: consisten, ni más ni menos, en las experiencias vividas por el público a partir de las situaciones que se plantean en la exposición, y en los encuentros e interacciones sociales de los espectadores con los intérpretes de las obras. Esta “inmaterialidad” no es la única particularidad que diferencia el trabajo de Sehgal del de otros artistas. Porque, además, en sus exposiciones no hay catálogo, ni cartelas indicando la información de cada obra. Está prohibida la toma de fotografías, y no queda huella, ni escrita ni visual, de su trabajo –razón por la cual en este artículo no encontraréis imágenes (no, al menos, de sus piezas). Es decir: sus obras son efímeras, quedando registradas solamente en la memoria de los espectadores. Los únicos documentos a los que se puede acceder son los análisis de críticos y periodistas; por eso, a falta de mejor testimonio, las reseñas de sus exposiciones suelen ser bastante descriptivas. Lástima que este artículo rompa la magia de lo que no debería ser contado… Un consejo a tiempo: deteneos aquí en la lectura, comprad un billete y viajad a París para vivir directamente esta maravillosa experiencia.

La exposición del Palais de Tokyo es una gran retrospectiva dedicada a la obra de Tino Sehgal (Londres, 1976), artista británico-alemán formado en arte y danza contemporánea, cuyo trabajo se inscribe en el contexto del arte conceptual a la vez que en el de la coreografía experimental, cercano a la de Jérôme Bel o Xavier Le Roy. Tras haber expuesto en los museos más prestigiosos del mundo (el Guggenheim de Nueva York, la Turbine Hall de la Tate Modern de Londres y el Stedelijk de Ámsterdam, entre otros), el Palais de Tokyo propone ahora una “Carta blanca a Tino Sehgal”. Segunda edición de una serie iniciada por Philippe Parreno en 2013, este tipo de exposición consiste en una muestra concebida directamente por el artista invitado, en la que se le conceden enteramente los 13000 m2 de superficie del Palais –uno de los centros de creación contemporánea más vanguardistas de la capital francesa.

annlee004Ante este monumento al individualismo que puede llegar a ser una exposición monográfica, Sehgal se desvía y opta por la colectividad, siendo ésta una de las nociones que articulan el conjunto de propuestas presentadas para la ocasión. Por una parte, porque no es el único artista presente en la muestra, ya que ha invitado a varios colegas para acompañarle: Daniel Buren, Pierre Huygue, James Coleman, Félix González-Torres o el propio Philippe Parreno; todos, artistas de primera fila, que han intervenido en torno a la temática del encuentro y del intercambio (con obras que en su caso sí son objetuales, tangibles). Por otra parte, porque la noción de comunidad, imperante en una sociedad cada vez más globalizada pero también en un medio como el de la danza, que suele requerir un formato colectivo, le ha dado pie a una reflexión sobre la existencia del individuo en la experiencia colectiva, reflexión que centra la exposición.

annlee001Colectividad, pues. Una cuestión que seguramente saldrá a colación durante la serie de encuentros que se desarrollarán de forma paralela a la exposición: tanto durante las “Ocasiones” (reuniones sociales que tendrán lugar en un punto de encuentro animado por la performer y DJ Isabel Lewis, a medio camino entre el salón filosófico, la conferencia y la fiesta), y las “Conversaciones”. Estas últimas consisten en un ciclo de encuentros concebidos por el propio Sehgal y coordinados por la comisaria de la muestra, Rebecca Lamarche-Vadel, junto con varias personalidades del mundo del arte y del pensamiento contemporáneo, en torno a la reevaluación de tres principios: el lugar ocupado en la sociedad actual por los “objetos” (inexistentes, por su parte, en la exposición); la “presencia” en el aquí y el ahora (como en las “situaciones construidas” que propone Sehgal), en una época donde lo virtual duplica cada uno de nuestros actos; y la originalidad que aportan a la noción de “experiencia” estas situaciones en las que lo imprevisible, la emoción y la confianza en el otro constituyen los ingredientes principales de esta energía colectiva que invade los estados de ánimo.

annlee002El progreso 

Subimos unos peldaños y accedemos a una gran sala. Un niño de unos 10 años se acerca, se presenta y nos da la mano: “¿qué es el progreso?”, nos pregunta, al tiempo que comienza a caminar por la sala, a nuestro lado. Mientras intentamos encontrar una respuesta que esté a la altura, un joven de unos veintitantos se aproxima; el niño se aleja y nos deja con él, iniciando una conversación que se desarrolla en un tono familiar, como entre dos viejos amigos. Entretanto hemos recorrido toda la sala y entrado en otra, donde un hombre de unos 40 años toma el relevo del joven, quien sin darnos cuenta ha desaparecido. Continuamos avanzando hasta que una cuarta persona, esta vez de unos 60 años, nos acompaña en la última etapa, de un tono más solemne, mientras abandonamos los espacios de exposición y recorremos pasillos y escaleras prohibidos normalmente al público. Como resultado: una insólita puesta en escena de la noción de progreso a través de cuatro personajes que encarnan las distintas edades de la vida (progresión en el tiempo), un recorrido de las salas de exposición (progresión en el espacio), y varios intercambios de impresiones que conmueven y emocionan. Como único material de esta exposición “viva”, 300 participantes de todas las edades interpretan una selección de las piezas más importantes de Tino Sehgal, interactuando entre sí y con el público a lo largo de la arquitectura monumental del Palais de Tokyo, de forma continua y durante todo el período de la exposición, que se desarrollará en permanente transformación.

Beatriz SÁNCHEZ SANTIDRIÁN

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