Los tesoros escondidos de Maruja Mallo

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La galería Guillermo de Osma de Madrid acoge una antológica de la artista gallega en su inicio de temporada. La muestra indaga en su evolución artística a través de una serie de obras, entre ellas algunas tan emblemáticas como Estampa cinemática, Escaparate, Mensaje del mar o Racimo de uvas o las inéditas Estampa o Máscaras en Diagonal y un importante conjunto de bocetos al óleo prácticamente desconocidos hasta ahora. Hasta el 10 de noviembre

Maruja Mallo (Ana María Gómez González) nació en Viveiro (Lugo) en 1902 y desde muy joven se sintió atraída por la pintura, matriculándose en la Escuela de Artes y Oficios de Avilés donde coincidió con el pintor Luis Bayón. En 1922 se trasladó junto con su familia a Madrid y comenzó sus estudios en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde entabló amistad con Salvador Dalí. Un año más tarde, en 1923, su hermano más pequeño, el escultor Cristino Mallo, se matricula también en esta misma academia.

Se relacionó con poetas, cineastas, escritores, artistas e intelectuales ligados a la Generación del 27 como Altolaguirre, Concha Méndez (de la que se convirtió en inseparable compañera), Alberti, Federico García Lorca, María Zambrano o Luis Buñuel. Junto a Concha Méndez, Josefina Carabias, Rosa Chacel y María Zambrano crearon el grupo o movimiento “las sin sombrero”, llamado así porque se atrevían salir a la calle sin esa prenda en la cabeza.

Sobre estas líneas, Joven negra, 1948, óleo sobre cartón, 47 x 38,5 cm. Arriba, Mensaje del mar, 1937, óleo sobre lienzo, 95 x 175 cm. Todas las obras son de Maruja Mallo y se exponen en la galería de Guillermo de Osma de Madrid.

En la década de los veinte Maruja Mallo se dedica a trabajar como dibujante para distintas publicaciones como El Almanaque literario, La gaceta literaria o la Revista de Occidente de José Ortega y Gasset, quien le organiza una exposición en 1928 en los salones de la revista que obtuvo gran aceptación.

Realizó una serie de obras para ilustrar el poemario Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos de Alberti (1929), con quien en esos momentos mantenía una relación, también colaboraron juntos en los decorados para el drama Santa Casilda (1930). No fue el único poeta en su vida, también mantuvo relaciones con Miguel Hernández (con quién trabajó en Los hijos de las piedras, un drama inspirado en los sucesos de Casas Viejas y Asturias) y Pablo Neruda. En esa época realiza su serie Cloacas y Campanarios.

En 1932, y gracias a una pensión de la Junta de Ampliación de Estudios, Maruja Mallo se traslada a París donde permanecerá durante dos años y expone en la galería Pierre (1932), a la que acude André Breton y compra la obra Espantapájaros. Así, si en Madrid a la artista se la encuadraba en la Escuela de Vallecas en la capital francesa fue encuadrándose en el surrealismo liderado por el propio Breton y Paul Éluard y entabla relación con artistas como Magritte, Joan Miró o Giorgio de Chirico.

En 1933, regresa a Madrid y comienza una nueva etapa pictórica marcada por el orden geométrico (realiza una serie de platos en la Escuela de Cerámica de Madrid para los que estudió matemáticas y geometría) y forma parte de la Sociedad de Artistas Ibéricos.

Cabezas y atletas, h. 1945, tinta, lápices de colores y tiza blanca sobre papel, 32,5 x 48 cm.

En 1936 realiza su tercera exposición individual en el Centro de Estudios e Información de la Construcción en la Carrera de San Jerónimo de Madrid donde presenta la serie Cloacas y Campanarios, Arquitecturas minerales y vegetales y Construcciones rurales.

A causa de la Guerra Civil huye a Portugal y conoce a la poetisa y pedagoga Gabriela Mistral, que en esos momentos es la embajadora de Chile, gracias a ella se puede exiliar en Argentina en 1937 (en el catálogo de la muestra se reproducen algunas cartas de Maruja Mallo a Mistral) y denuncia los horrores cometidos por los sublevados en su Galicia natal. Expuso en Nueva York en 1948, en París en 1950 y en Buenos Aires en 1957.

En 1962 regresa a España y en el mes de octubre de ese mismo año expone en la galería Mediterráneo. En 1979 comienza su última serie Los moradores del vacío y ese mismo año la galería Ruiz Castillo de Madrid organizó la primera antológica. En la década de los ochenta, los jóvenes críticos de arte y artistas de Madrid recuperan su figura que había pasado casi al olvido. Le conceden en 1982 la Medalla al Mérito en las Bellas Artes y el Premio de Artes Plásticas de Madrid. Falleció en Madrid el 6 de febrero de 1995.

Hasta aquí su biografía a grandes rasgos y pasamos a centrarnos en la antológica y el catálogo que le dedica la galería Guillermo de Osma en el comienzo de temporada 2017-2018. Bajo el título Maruja Mallo Creación y Orden se traza un recorrido de la evolución artística de la creadora gallega y el personalísimo mundo plástico de esta gran pintora de una manera novedosa y diferente a exposiciones anteriores.

Estampa cinemática, 1927, tinta y lápices de colores sobre papel, 44 x 31 cm.

Comisariada por Juan Pérez de Ayala y el propio Guillermo de Osma se exhiben obras emblemáticas, como Estampa cinemática, Escaparate (1928) o Mensaje del mar (1937) –las tres pertenecieron a su amigo el arquitecto racionalista Antonio Bonet–, Racimo de uvas o las inéditas Estampa (1927) o Máscaras en Diagonal (1951), en paradero desconocido hasta ahora.

Una de las grandes aportaciones de la exposición es un importante conjunto de bocetos al óleo relacionados con sus Cabezas o Retratos bidimensionales y sus Máscaras, prácticamente desconocidos hasta ahora. La excepcionalidad de este grupo se debe a que Maruja Mallo siempre guardó estos bocetos por su gran interés y calidad, lo que nos permite conocer de un modo profundo cómo era su proceso creativo. A esto hay que sumar varios dibujos de los casi 300 que se encuentran en su Archivo, que se conservan en la galería Guillermo de Osma, que permite apreciar la base teórica y plástica de su pintura.

Juan Pérez de Ayala y Guillermo de Osma llevan mucho tiempo trabajando juntos en el Catálogo Razonado de la obra pictórica de Maruja Mallo y juntos también organizaron en 2002 una exposición, que contó con la colaboración de la Fundación CaixaGalicia, sobre una de sus series más originales y que más éxito tuvo en vida de la artista: las Naturalezas Vivas (1941-44). “En aquella ocasión establecimos –como un primer ensayo– el catálogo completo de la serie: las dieciséis obras que la componen, la mitad estaban –y siguen estando– en paradero desconocido; a la otra mitad tuvimos acceso, pudimos exponerlas y hacer fotos de calidad”, explica Guillermo de Osma en el catálogo. Algo que se ha venido a confirmar recientemente gracias a la importante y fundamental documentación que conserva el sobrino de Maruja Mallo, Antonio Gómez Conde, “nos enseñó un álbum-maqueta de un proyecto de catálogo razonado de la propia Maruja. Allí estaban exactamente las dieciséis Naturalezas Vivas que habíamos catalogado hace quince años. Ni una más, ni una menos”.

Y es que así es la obra de Maruja Mallo: “muy reducida en número pero de una calidad exigente y rotunda para expresar con un extremo rigor en la factura y en la composición su mundo visual, de una profunda originalidad, en constante búsqueda, evolucionando a través de series: de las Verbenas de los años veinte a los Moradores del Espacio de la década de los setenta (cuyos bocetos datan de los cincuenta)”, añade Guillermo de Osma.

Cabeza de mujer, de frente y de perfil, 1947, lápiz sobre papel, 24,5 x 35 cm.

Tanto por la calidad plástica de Maruja Mallo como por su poderoso imaginario hacen de ella una de las artistas más interesantes y originales de su generación, y eso que la nómina que la integra no es baladí, desde Frida Kahlo, Georgia O’Keeffe, Remedios Varo, Amalia Peláez, Ángeles Santos hasta Leonora Carrington, Kay Sage o Dorothea Tanning.

Tanto para Pérez de Ayala como para Guillermo de Osma es importante remarcar que no hay series desconocidas y por supuesto la teoría de que Maruja pintó “cuadros A” (los buenos y auténticos) y “cuadros B” (los que hacía para vivir), no tiene ningún fundamento. “Conociendo la autoexigencia de Maruja hacia su obra, de compleja y lenta elaboración tanto intelectual como material, es impensable el que hubiera realizado cuadros de segunda. Solo hace falta ver el nivel de calidad que tienen los bocetos –conservados por la propia artista– que se exponen casi todos aquí, por primera vez y que ella no consideraba obras terminadas y, por tanto, no están firmadas. Qué más quisiera un historiador, un coleccionista y no digamos, un galerista que hubiera cien o cientos de cuadros más de Maruja Mallo. Es muy difícil crear un mercado importante de una artista con tan poca obra”.

Maruja Mallo empleó siempre los mejores materiales, soportes y pigmentos. Sus cuadros responden a partir de los años treinta a esquemas geométricos –los “trazados armónicos” como ella los bautizó– basados en las teorías de la proporción y la regla de oro que aprendió en los libros del matemático de origen rumano Matila Ghyka, publicados entre 1927 y 1938 y a los que seguramente le introduce Joaquín Torres-García, con quien trabajó en Madrid en 1933. Maruja participará en la exposición de ese mismo año del grupo del Arte Constructivo, del que la artista formó parte, bajo la tutela del artista uruguayo en el Salón de Otoño de Madrid.

En definitiva, una de las exposiciones imprescindibles que ahora mismo se pueden ver en nuestro país. Para el catálogo razonado habrá que esperar un poco más, a finales de 2018, la fecha prevista por Guillermo de Osma para que vea la luz.

Á. S. C.

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