Con motivo de la entrega del premio Princesa de Asturias al Museo del Prado, la pinacoteca nacional, el Museo de Bellas Artes de Asturias y la Fundación Princesa de Asturias han organizado Austrias y Borbones: príncipes y princesas de Asturias, y reyes de España, una exposición que podrá verse hasta el 15 de diciembre en la pinacoteca de Oviedo con obras de Alonso Sánchez Coello, Carreño de Miranda, Henri Antoine de Favanne, Miguel Jacinto Meléndez o Anton Raphael Mengs
El pasado 19 de octubre, Miguel Falomir, director del Museo del Prado, recibía el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, un galardón otorgado a la pinacoteca nacional por la labor, entre otras, en el desarrollo humanístico de la sociedad. Un premio que se suma a todas las conmemoraciones del bicentenario de su creación.
Para celebrar este galardón, se ha organizado una exposición, financiada por la Fundación Princesa de Asturias y el Museo de Bellas Artes de Asturias, que estará conformada por nueve obras escogidas, entre las que se hallan ocho pinturas y un relieve, cinco pertenecen al Museo del Prado y cuatro a la pinacoteca ovetense, que ofrece un recorrido por la que ha sido una de las manifestaciones más importantes en el campo de la pintura durante la Edad Moderna: la representación, dentro del retrato, de los distintos príncipes y princesas de Asturias, así como de los reyes de España, de los artistas Alonso Sánchez Coello, el taller de Velázquez, Juan Carreño de Miranda, Henri Antoine de Favanne, Miguel Jacinto Meléndez, Jean Ranc, Anton Raphael Mengs y un anónimo italiano. Además se ha editado un catálogo con textos y fichas a cargo de Javier Portús, Manuela Mena, Leticia Azcue y Juan José Luna (conservadores del Prado), así como de Gabino Busto Hevia (conservador del Museo de Bellas Artes de Asturias).
A continuación ofrecemos una relación detallada de las obras que compondrán Austrias y Borbones: Príncipes y Princesas de Asturias, y Reyes de España:
El príncipe don Carlos, por Alonso Sánchez Coello, h. 1567, óleo sobre lienzo, 101 x 75,5 cm, Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias (depósito particular desde 2006 y renovado en 2019). El pintor Alonso Sánchez Coello (Benifaró de los Valles, Valencia, h. 1531- Madrid, 1588), uno de los retratistas más importantes del Renacimiento español, copió para este retrato un original que la pintora italiana Sofonisba Anguissola había hecho al príncipe don Carlos de Austria. Este poderoso príncipe, hijo del rey Felipe II y de su primera esposa, María Manuela de Portugal, aparece retratado de muslos para arriba sobre un fondo oscuro, asiendo con la mano derecha su daga, mientras apoya la izquierda en la empuñadura de la espada. El joven viste un lujoso traje blanco y lleva sobre el pecho el Toisón de oro. El retrato pretendía disimular los problemas físicos y mentales de don Carlos para presentarse ante sus súbditos con vigor, seguridad y grandeza.
El príncipe Baltasar Carlos, por el taller de Velázquez, h. 1636, óleo sobre lienzo, 158 x 113 cm, Madrid, Museo del Prado. El príncipe Baltasar Carlos era hijo del rey Felipe IV y de su primera esposa, Isabel de Borbón. La mayor parte de los retratos de este príncipe, que falleció muy joven, están vinculados a la actividad de Velázquez (Sevilla, 1599-Madrid, 1660) y su taller. Es el caso de esta obra, donde vemos al heredero de la Corona alrededor de los siete años de edad, de pie y en un interior palaciego. El niño, protegido por un amplio cortinaje, luce un traje negro con bordados dorados. Mira fijamente al espectador, mientras sujeta con la mano derecha un arcabuz de caza y apoya la izquierda en el pomo de la espada. A sus pies aparece el sombrero, colocado en un cojín. Un mirador permite ver un paisaje montañoso, seguramente la sierra de Guadarrama madrileña. La interpretación de la figura y el espacio, así como la ágil pincelada de los bordados del traje, evocan fielmente el estilo de Velázquez. De otro lado, sabemos que la presencia de motivos de caza en los retratos cortesanos no reflejaba solo una afición, sino que arrastraba implicaciones políticas. Así, debido a la relación que había entre la caza y la guerra, los retratos del Príncipe en estos contextos apuntaban hacia las responsabilidades militares que le esperaban en el futuro.
Retrato de Carlos II a los diez años, por Juan Carreño de Miranda, 1671, óleo sobre lienzo, 210 x 147 cm, Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias. Juan Carreño de Miranda (Avilés, 1614-Madrid, 1685), artista muy destacado de la pintura barroca española, aprendió el oficio en Madrid y llegó a pintor de cámara del rey Carlos II. Este es el primer retrato de la serie que Carreño dedicó al rey. Lo representa en edad infantil, vestido de negro, sujetando con la mano derecha un papel y cogiendo con la izquierda un sombrero que apoya encima de una mesa. El rey Carlos II aparece en el Salón de los Espejos del Alcázar, su residencia en Madrid. Detrás del personaje cuelgan, en efecto, dos grandes espejos. Esos objetos, aparte de su uso corriente, fueron incluidos en el retrato porque el espejo era un símbolo de la realeza. Las águilas que coronan los espejos y los leones que sostienen la mesa son también símbolos que hacían referencia, entre otras cosas, a la fuerza, la valentía y la vigilancia. La pintura está influida por el estilo de Velázquez, artista que había trabajado en la Corte antes que Carreño de Miranda. El retrato sirvió para difundir la imagen de Carlos II y advertir acerca de su jerarquía y poder.
La educación del don Luis de Borbón, Príncipe de Asturias, por Henri Antoine de Favanne, 1714, óleo sobre lienzo, 28 x 25,3 cm, Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias, depósito de la Galería Terrados, París, 2010. Henri Antoine de Favanne (Londres, 1668-París, 1762) fue un artista especializado en pintura de historia y alegórica, que trabajó unos años en la Corte española de Felipe V. El pintor contó con la protección de la princesa de los Ursinos, que era Camarera Mayor de la reina María Luisa Gabriela de Saboya, esposa del citado rey Felipe V. Este pequeño cuadro es el boceto u obra preparatoria de una pintura, hoy perdida, que decoraba una bóveda del castillo de Chanteloup, cerca de Ambois (Francia). En la obra, la princesa de los Ursinos, que viste túnica rosa y manto azul, presenta al príncipe Luis de Borbón –hijo de los nombrados reyes Felipe V y María Luisa Gabriela de Saboya–, a Minerva, diosa de la sabiduría, que da la mano al niño y le señala, en la parte superior, a Mercurio, dios del Comercio, y más arriba, a Marte, dios de la guerra. En la parte inferior izquierda, tumbado, comparece Hércules, mítico héroe clásico. A la derecha, la Ciencia –representada como una figura de mujer con un libro y una rama de laurel–, y el Consejo –personificado en un anciano con una lechuza y un libro–, dan la espalda a la Ignorancia, una bestia con orejas de asno. La pintura divulgaba los insignes modelos que guiaban la educación del Príncipe de Asturias –futuro rey Luis I–, al tiempo en que encumbraba a la monarquía española y elogiaba a la princesa de los Ursinos.
Retrato del Príncipe de Asturias, futuro Luis I, por Henri Antoine de Favanne , h. 1719, óleo sobre lienzo, 86 x 64,7 cm, Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias. Miguel Jacinto Meléndez (Oviedo, 1679-Madrid, 1734), pintor del rey Felipe V, produjo fundamentalmente retratos y pinturas religiosas. Esta obra representa a Luis de Borbón, primer hijo del referido Felipe V y María Luisa Gabriela de Saboya, que llegó a reinar brevemente como Luis I. El príncipe, de unos doce años de edad, está retratado de medio cuerpo sobre un fondo oscuro, mientras mira directamente al espectador. Sostiene en la mano derecha un documento y sujeta con el brazo izquierdo un sombrero negro con plumas blancas. Lleva peluca y viste una lujosa casaca gris con bordados de plata, que deja ver la banda de la orden del Santo Espíritu (histórica y prestigiosa orden de caballería francesa). De la corbata de encaje cuelga el Toisón de oro (emblema de una antigua orden de caballería y la condecoración más importante concedida por los reyes españoles) y exhibe, a la altura del pecho, la Gran Cruz de la citada orden del Santo Espíritu. En este cuadro, Meléndez difundió una imagen elegante y serena del príncipe, dispuesto a atender las peticiones de sus súbditos con cercanía y generosidad, pero sin perder su alta posición.
Fernando VI, niño, por Jean Ranc, h. 1723, óleo sobre lienzo, 144 x 116 cm, Madrid, Museo del Prado, Jean Ranc (Montpellier, 1674-Madrid, 1735) fue un pintor francés rococó que trabajó como retratista en la corte del rey Felipe V. La obra está dedicada a Fernando de Borbón, tercer hijo del citado Felipe V y de su primera esposa María Luisa Gabriela de Saboya. Fernando de Borbón obtuvo el título de Príncipe de Asturias a la muerte de su hermano Luis I. Años después reinaría como Fernando VI. El infante, de cuerpo entero, dirige una mirada firme y franca al espectador, mientras camina por el rellano de una escalinata en compañía de su perrito. Lleva peluca y un rico traje de corte con coraza y espada. Sujeta bajo el brazo izquierdo su sombrero, al tiempo en que extiende el derecho en elegante gesto. El retratado exhibe el Toisón de Oro y la banda de la orden del Santo Espíritu, junto a dos Cruces de esta misma orden, una prendida de la banda y otra cosida a la casaca. Un fondo de jardín con una fuente ornamental y un cielo con nubes completan la escena. El pintor abordó este retrato como un trabajo oficial e independiente. No obstante, la obra sirvió al artista para estudiar al modelo de cara a su inclusión en el cuadro La familia de Felipe V, desaparecido hace tiempo, pero del que se conserva un boceto.
Carlos VII de Nápoles, futuro Carlos II de España, anónimo italiano, h. 1744, mármol, 62 x 55 x 4 cm, Madrid, Museo del Prado. Este medallón oval, obra de un artista italiano desconocido, probablemente napolitano, representa a Carlos de Borbón, futuro rey Carlos III de España. El joven, hijo del rey Felipe V y de su segunda mujer Isabel de Farnesio, sucedió en el trono español a su medio hermano Fernando VI. Representado de busto, con la cabeza perfilada a la derecha, lleva una gran peluca rizada y viste armadura de escamas –en recuerdo de las usadas en la antigua Roma–, cubierta por un primoroso manto de armiño. Porta las bandas de las órdenes del Santo Espíritu y de San Jenaro (orden militar de la Real Casa de Borbón de las Dos Sicilias). En el peto sobresale la cabeza de Medusa (monstruo de la mitología griega usado tradicionalmente por los emperadores romanos como amuleto protector). De la boca de Medusa cuelga una argolla con una cinta que sujeta al carnero del Toisón de oro. De esta forma, el relieve muestra al monarca distante e idealizado, encarnando el poder y la invulnerabilidad de los heroicos emperadores romanos.
El Príncipe de Asturias, futuro Carlos IV, por Anton Raphael Mengs, h. 1765, óleo sobre lienzo, 152,5 x 111 cm, Madrid, Museo del Prado. Mengs (Aussig, Bohemia, 1728 – Roma, 1779), artista representativo del arte neoclásico, trabajó en España como Primer pintor del rey Carlos III. Este retrato juvenil representa a Carlos de Borbón, hijo del citado Carlos III y de su esposa María Amalia de Sajonia. A la muerte de su padre, este príncipe reinaría en España como Carlos IV. El retrato hace pareja con el de María Luisa de Parma, Princesa de Asturias, pues ambos son, probablemente, retratos de boda. El joven, de unos dieciocho años de edad, aparece en el bosque de un real sitio. Representado en tres cuartos de figura y medio perfil a la derecha, mira al espectador de manera atenta y relajada, mientras apoya su mano izquierda en la escopeta de caza y sostiene un sombrero de tres picos con la derecha. Lleva peluca y viste en atuendo de campo. En la casaca tiene prendida la insignia del Toisón de oro y cosida una cruz plateada. Luce, asimismo, las bandas azul y roja de las órdenes del Santo Espíritu y San Jenaro respectivamente. El contenido cinegético del retrato está reforzado por la presencia del perro de caza, detrás del príncipe, y por los ciervos que se vislumbran al fondo. La obra sirvió a los Borbones para familiarizar a los observadores con la imagen del nuevo heredero de la Corona, al tiempo en que ayudó a consolidar su dinastía en España.
María Luisa de Parma, Princesa de Asturias, por Anton Raphael Mengs, h. 1765, óleo sobre lienzo, 152,5 x 110,5 cm, Madrid, Museo del Prado. Mengs, retratista muy estimado en la Corte, ejerció una fuerte influencia en el arte cortesano español. El cuadro representa a María Luisa de Parma y hace pareja con el anterior de Carlos de Borbón –futuro rey Carlos IV–, ya que ambos son, seguramente, retratos nupciales. La jovencita, de unos quince años de edad, posa en la terraza de algún palacio real ante un paisaje. Está retratada en tres cuartos de figura y de medio perfil a la izquierda con la idea de enfrentar su retrato al de su marido. La princesa mira risueña al espectador, mientras sujeta un abanico plegado en la mano izquierda y dos claveles en la derecha. Exhibe un radiante vestido claro, ornamentado con motivos de ramitas verdes y flores blancas, y ostenta tocado y pendientes de brillantes, suntuosa gargantilla con pinjante y sendos brazaletes de perlas en las muñecas, uno de los cuales muestra un retrato en miniatura. Sobre el pecho porta el medallón de la orden de la Cruz Estrellada del Sacro Imperio (orden femenina destinada a las damas de la realeza y la alta aristocracia). Al igual que ocurría con el retrato de Carlos de Borbón, esta obra sirvió para difundir la imagen de la princesa de Asturias y ayudar a al afianzamiento de la dinastía borbónica en España.