Jesús Villalba y el teatro: del yo al nosotros

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Al menos desde el Romanticismo, pasando por las Vanguardias, casi todo artista se siente interpelado por el imperativo estético de ser “original”, primera virtud del arte del genio según Kant. Esta tendencia arrastra una voluntad de romper con la tradición y transgredir, rasgo que en no pocas ocasiones ha desembocado en algunas de las imposturas del arte contemporáneo pues, al fin y al cabo, no podemos eludir el pasado. En palabras de Eugenio d`Ors, «lo que no es tradición, es plagio». Sin embargo, a partir de lo que otros han hecho se puede innovar y poseer una voz personal.

Jesús Villalba (Cártama, Málaga, 1968) ha expuesto en galerías y salas de España (Málaga, Sevilla, Madrid, Castilla-La Mancha), Alemania, Estados Unidos, México y Colombia. A continuación describiré brevemente tres características de su arte. La primera es la ambigüedad entre la pintura y la escultura que poseen algunas de sus piezas, imágenes figuradas a las que recorta el marco que delimita el espacio de la representación, o desaparece el fondo, desdibujando los límites entre la ficción y la realidad, como si no acertáramos a distinguir bien entre lo uno y lo otro. Lo que sigue ahí es la línea que consigue que el dibujo sea inteligible y los colores, vívidos y vitales, elementos esenciales de su obra.

Otra característica de su arte es su dimensión biográfica. Uno de sus géneros más recurrentes ha sido el autorretrato, con el fin de descifrar quién es y quién quiere ser, cómo se encuentra en determinadas circunstancias, en definitiva, conocerse y cuidarse. No obstante, en los últimos años se diría que el “yo” va cediendo el paso al “nosotros”, de modo que advertimos la presencia de personas más o menos “desconocidas” con las que se cruza y convive durante su vida cotidiana en Cártama. Si la pintura flamenca del siglo XV contribuyó a individualizar a las personas de carne y hueso, se diría que Jesús Villalba sigue esa línea en la que se dota de singularidad a los “anónimos”. Ciertamente, las personas no tienen precio, sino dignidad. Por lo demás, el valor del arte se reduce si no traspasa el yo: más bien consiste en el tránsito del “yo” al “nosotros”, pues si el arte no descubre o esclarece los sentimientos y pensamientos de los otros, no podría interpelarnos, abrazarnos y representarnos.       

La tercera característica que resaltaré es su teatralidad. Mas al igual que en el escenario, no para enmascarar, sino para desenmascarar convenciones absurdas, costumbres que carecen de fundamento. Íntimamente vinculada con la anterior se encuentra un notable sentido de la ironía y del humor, que es muy difícil en la pintura, por definición muda. La ironía y el humor son mecanismos de defensa a la vez que armas con las que superar las contingencias y las diferencias de la vida. Se aprecia en la gestualidad de escenas de la vida cotidiana y en el uso desenfadado y vivo del color, que recuerda al estilo pop. Tampoco es fortuito: el arte de Jesús Villalba, como el de García Lorca, se inspira y se nutre del pueblo.

En los últimos años se diría que el “yo” de Villalba va cediendo el paso al “nosotros”, de modo que en su obra advertimos la presencia de personas más o menos “desconocidas” con las que se cruza y convive durante su vida cotidiana en Cártama

Quizá por su formación en artes dramáticas, tal vez por la dimensión teatral de su obra pictórica, no sé si “envejecer, morir, / es el único argumento de la obra”, pero sin duda es uno de los pocos argumentos verdaderamente irrefutables. Ahora bien, mientras nosotros vamos irremediablemente envejeciendo, la pintura de Jesús Villalba, como el Retrato de Dorian Gray, mantiene intacta su frescura, rebeldía y juventud.

Sebastián Gámez Millán

Jesús Villalba y el teatro

Teatro Carthima (C./ González Marín, 81, Cártama, Málaga).

Hasta el 31 de enero

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