El centro de exposiciones de la Casa de las Tejerinas acoge en Estepona (Málaga) Con el ser en mis manos, una muestra en la que la artista apela a la naturaleza, al cosmos, a lo telúrico. Todo ello a través de una serie de obras pictóricas en las que el lenguaje abstracto y el figurativo se entrecruzan. Hasta el 16 de abril
No sé si por un prejuicio de acuerdo con el que lo que se ve debe ser reconocido, propio de una noción tan antigua como arraigada, la mímesis, según la cual pintar es imitar, representar la realidad, o bien porque no podemos percibir adecuadamente sin figuraciones nuestras, tal como argumenté en Conocerte a través del arte, lo cierto es que no pocas personas que no están suficientemente familiarizadas con la historia del arte acostumbran a menospreciar la denominada pintura pura o abstracta.
A continuación quiero exponer una visión telegráfica de la evolución del arte desde el Renacimiento a nuestros días con el fin de que se comprenda y aprecie tal como es debido, en su contexto, y a partir de ahí nos adentremos en el mundo de Carmen Aranda Jurado. Comenzaré con el testimonio de una experiencia que cambió la vida de Kandinsky. Acostumbrado al arte realista, casi exclusivamente ruso, visitó en Moscú una exposición de arte francés:

“De pronto vi por primera vez un cuadro. El catálogo me aclaró que se trataba de un montón de heno. Me molestó no haberlo reconocido. Además me parecía que el pintor no tenía ningún derecho a pintar de una manera tan imprecisa. Sentía oscuramente que el cuadro no tenía objeto y notaba asombrado y confuso que no sólo me cautivaba, sino que se fijaba indeleblemente en mi memoria y que flotaba, siempre inesperadamente, hasta el último detalle ante mis ojos. Todo esto no estaba muy claro y yo era incapaz de sacar las consecuencias simples de esta experiencia. Sin embargo comprendí con toda claridad la fuerza insospechada, hasta entonces escondida, de los colores, que iba más allá de todos mis sueños. De pronto la pintura era una fuerza maravillosa y magnífica. Al mismo tiempo –e inevitablemente– se desacreditó por completo el objeto como elemento necesario del cuadro. En resumen, yo tenía la impresión de que una parte de mi Moscú legendario existía sobre aquel lienzo”.
Lo que de cerca puede parecer una figuración nuestra, pensemos en un árbol, de lejos puede parecer abstracto. ¿Acaso no depende de la distancia y de la perspectiva? Antes de que Kandinsky se convierta en uno de los padres de la pintura pura y de las vanguardias, fue un pintor figurativo. Kandinsky se refiere a Montón de heno, pintura de Claude Monet, uno de los principales pintores impresionistas. El impresionismo, al concentrarse en captar la sensación antes que la realidad, difumina las líneas y los contornos. Según Walter Pater, todas las artes tienden a aproximarse a la música. Como sucede con la música que carece de letra, por la indeterminación de la misma, posee una inmensa fuerza sugestiva, lo que la abre a múltiples interpretaciones.
A juicio de Hans Sedlmayr, “el número de significados que puede tener una pintura no figurativa es incomparablemente mayor (…) Es precisamente ese carácter indeterminado, lábil, lo que el arte moderno –como demostraremos en otros ámbitos– prefiere y busca: lo indeterminado constituye un valor para el arte mismo”. Esto no significa que toda interpretación sea válida ni, menos aún, que toda interpretación sea igual de valiosa.

En realidad esta genealogía se remonta por lo menos a los orígenes de la modernidad, al Renacimiento, cuando uno de los puertos más importantes de Europa, Venecia, recibe exóticos pigmentos provenientes de diversos lugares con los que los artistas experimentan. Entonces surge el debate acerca de qué es preferible, si la línea, como defenderán artistas florentinos, pensemos en Leonardo o Miguel Ángel, o el color, como defenderán artistas venecianos, pensemos en Tiziano o Tintoretto.
Durante el Romanticismo, pintores como Friedrich, Goya y Turner, entre otros, acentúan el uso de los colores frente a las líneas, del mismo modo que sucede posteriormente con los impresionistas y los post-impresionistas. Este proceso de progresiva autonomía del color llega hasta la irrupción de las vanguardias, hasta Picasso –que nunca creyó en la abstracción–, Kandinsky o Malévich, por no hablar de una precursora de ellos, Hilma af Klint, cuyas primeras pinturas puras son de 1906. Por consiguiente, como sostuvo Sedlmayr, “la pintura abstracta es el último resultado consecuente de un proceso que no sólo ha abarcado y transformado la pintura, sino también todas las artes: el afán de una pureza absoluta de cualquier arte respecto a elementos de otras artes”.
¿Qué entendemos por “pintura abstracta”? Félix de Azúa propuso el siguiente método: “es figurativa toda representación visual en la que aparecen seres cuyos nombres se encuentran en los diccionarios”. Por el contrario, llamamos “abstracta” a toda representación en la que aparecen formas, colores, manchas o texturas para las cuales no tenemos nombre. Al menos todavía. En este sentido el arte crea mundos que no son de este mundo pero que al cabo del tiempo pueden incorporarse a nuestro imaginario: el mundo de Hilma af Klint, el de Kandinsky, el de Mondrian, el de Frida Kahlo…

Carmen Aranda Jurado (Cuevas Bajas, Málaga, 1961) es una maestra de profesión que cultiva la poesía y se dedica a la pintura abstracta desde 1988. Desde entonces ha expuesto en numerosas muestras individuales y colectivas de diferentes lugares: Antequera, Málaga, Marbella, Gerona, Roma, Venecia, Milán, Amberes, Miami, Alhaurín de la Torre… Ella insiste en que “no sabe lo que va a pintar, es algo que va descubriendo a medida que ejecuta los trazos”. Es una de las diferencias entre el arte y la artesanía: mientras que el artesano sabe adónde se dirige, y probablemente lo ejecuta con mayor dominio técnico, el artista camina desorientado, sin saber a ciencia cierta adónde va. Por eso crea y puede descubrir aspectos desconocidos, por eso innova.
La Historiadora del Arte Pilar Hernández Oriente ha declarado que “asombro y misterio son la primera y la última razón que le impulsa a pintar”. Según Platón, la filosofía, entendida como deseo de conocer –y de ser sabio a través del conocimiento– surge del asombro. El asombro, la admiración, la perplejidad, la duda, la pregunta, nos llevan a buscar, tanto en las artes como en las ciencias. Por lo que respecta al misterio, frente al desencantamiento del mundo que se produce a medida que avanza el conocimiento, tengo para mí que las artes se rebelan reclamando reconocer el misterio de cuanto nos circunda, por más que hayamos descubierto explicaciones causales y racionales de determinados fenómenos. En este sentido desempeña una función análoga a la religión, con la diferencia de que la espiritualidad es común a todos los seres humanos, sean creyentes, agnósticos, ateos…
Espiritual es asimismo la pintura de Carmen Aranda Jurado. Primero porque parece o es una representación del espíritu a través de tonos y formas, a la manera que lo hemos visto con los ritmos de la música. Segundo porque uno intuye a través de estos movimientos ejercicios espirituales o, si se prefiere, ascéticos, vinculados a su forma de habitar el mundo, y que guardan relación con sus expectativas y temores, con su memoria y su olvido, con sus deseos y su voluntad, tal como se aprecia en su poesía, otro lenguaje con el que indaga y explora en sí y en nosotros:
Deja que sea
Deja que cada cosa así sea.
El pájaro, pájaro.
El niño, niño.
Tú, un misterio.
Deja que sea.
Olvida para recordar.
Inicia el vuelo.
Y mira. Calla.
¿Ves…? Han florecido los almendros.
Los títulos de sus pinturas suelen ser líricos (“Sin memoria ni tiempo”, “Belleza que hiere”, “Antes de que el corazón fuera pájaro”…), a veces descriptivos (“Misterio”, “Marea”, “Viento”…), lo que provoca que el lenguaje abstracto y figurativo se entrecrucen. En cualquier caso, los títulos son ventanas a través de las cuales nos asomamos a las obras, de manera que condicionan al espectador a buscar en medio del libre juego de la imaginación y el entendimiento.

Otro aspecto característico de su obra es su dimensión cósmica y sublime. Según Kant, “lo bello en la Naturaleza pertenece a la forma de una cosa, que consiste en tener límites; lo sublime, en cambio, se puede encontrar incluso en una cosa informe, en cuanto que en ella, o con ocasión de ella, encontramos idea de lo infinito y, sin embargo, unimos a ello el pensamiento de una totalidad”. Aunque represente formas del espíritu y de los sentimientos, inspiradas con frecuencia en elementos de la Naturaleza, su pintura apela al cosmos, a lo telúrico, hasta tal punto que en ocasiones reproduce texturas en consonancia con ella.
A juicio de Félix de Azúa, “cuando lo sublime se precipita sobre nosotros accedemos por un camino secreto a la totalidad del cosmos, a su unidad, y vemos nuestra efímera habitación a la luz del sol como un elemento más de la existencia colosal del universo”. Quizá por ello lo que le importa sobre todo a la artista es, en medio de esta luz, entre estas dos oscuridades, habitar poética y sabiamente el mundo.
Sin memoria ni tiempo
Ellos conocen el secreto.
Descienden
de la cumbre.
El misterio
les acompaña.
Ya no son los mismos.
Libres.
Sin memoria ni tiempo.
Ya no sufren,
ni buscan
ni desean.
Sólo vivir les importa.
Sebastián Gámez Millán
Datos Útiles
Con el ser en mis manos, Carmen Aranda Jurado
Casa de las Tejerinas, Plaza de las Flores, Estepona (Málaga)
Del 3 al 16 de abril de 2025