Robert Burle Marx es conocido fundamentalmente como el gran arquitecto que revolucionó el paisajismo en el siglo XX, pero su obra va más allá: pintó, esculpió, escribió… El Jewish Museum de Nueva York es la primera parada de una exposición itinerante que, con una selección de cerca de 150 obras, quiere reflejar la gran riqueza creativa de aquel a quien describen como un renacentista del siglo XX
La exposición Roberto Burle Marx: modernista brasileño es una antológica ambiciosa que abarca todas las artes en las que se embarcó este creador, que nació en São Paulo en 1909 y murió en Rio de Janeiro en 1994, hijo de padre alemán judío, madre brasileña y con ascendencia portuguesa, francesa y alemana. Su obra llegó a ser tan internacional como sus orígenes: proyectó fuera de las fronteras de su Brasil natal e inspiró a creadores de todos los rincones del mundo.
La excelencia de su paisajismo, revolucionario en los conceptos y las formas, quizás sea la culpable de que otras facetas de su actividad quedaran eclipsadas y que buena parte del público desconozca que este gran paisajista brasileño fue también un excelente pintor y escultor y que diseñó escenarios teatrales, tapices, joyas y mosaicos, además de cocinar e interpretar como barítono estupendamente. Por todo elllo, en la presentación de la exposición se habla de él como de un renacentista del siglo XX y se pretende reflejar la estrecha relación que hay entre las obras de una tipología y otra.
¿Qué hizo de Burle Marx una figura clave en el paisajismo y un referente para muchísimos creadores? Saltarse las reglas y mirar más allá. Desde finales del siglo XIX Brasil había adoptado el modelo francés de paisajismo, con sus simetrías y su flora. Burle Marx no asumió esos códigos: él, que había abrazado el Modernismo, partió de formas abstractas y utilizó en sus proyectos plantas autóctonas y que favorecían la sostenibilidad del medio ambiente. Recorría la selva buscando especies raras (al parecer, descubrió unas cincuenta especies), era horticultor y fue uno de los primeros en alzar la voz contra la destrucción del Amazonas.
Entre sus proyectos de paisajismo más conocidos se encuentran el paseo de la playa de Copacabana, con ese pavimento de mosaico en forma de olas; los jardines que diseñó para edificios de su colega Oscar Niemeyer, o su propia finca: el Sitio en Guaratiba: 365.000 m2 con más de 3.500 especies de plantas y su colección de arte, abierto al público.
Gracias a esta exposición en el Jewish Museum se puede comprobar que la sinuosidad geométrica de esas formas que imprimió a los espacios exteriores también las plasmó en sus lienzos, en portadas de revistas y en otros tantos diseños caracterizados por su dinamismo, cercanía y amabilidad. La retrospectiva ofrece también ejemplos de obras tempranas en las que el brasileño estaba más vinculado más al expresionismo o al cubismo. A la abstracción se acercó en los años 50 y ya no se desligó de ella.
El mayor legado de Burle Marx es, como afirma la presentación de la exposición, seguir embelleciendo la vida de muchos e influyendo en la forma de hacer otros tantos. Por eso, la muestra se completa con obras de artistas que, de alguna manera, están en deuda con las enseñanzas de Burle Marx como pueden ser Juan Araujo, Luisa Lambri o Nick Mauss. El catálogo que se ha editado con ocasión de la exposición recoge siete entrevistas con artistas contemporáneos que explican cómo la obra de Burle Marx sigue siendo fuente de inspiración para ellos.
Tras su paso por el Jewish Museum, donde permanecerá hasta el 18 de septiembre, la exposición podrá verse en el Deutsche Bank KunstHalle de Berlín el próximo año (del 7 de julio al 8 de octubre de 2017) y en el Museu de Arte do Rio, en Río de Janeiro donde cerrará su itinerancia entre noviembre de 2017 y marzo de 2018.