Manuel Gallego Jorreto: «En arquitectura hay que huir de lo artístico»

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La Fundación Barrié expone en su sede de Vigo una retrospectiva de este arquitecto orensano, que obtuvo el Premio Nacional de Arquitectura en 1997 por su edificio para el museo de Belas Artes de La Coruña. La exposición ha sido comisariada por el propio Manuel Gallego y diseñada por el también arquitecto y fotógrafo Pablo Gallego Picard. Hasta el 5 de marzo. Mercedes Peláez habla con Manuel Gallego Jorreto sobre su trabajo y qué busca en la arquitectura

Hasta el próximo 5 de marzo, la Fundación Barrié expone en su sede de Vigo la muestra monográfica Manuel Gallego. Arquitectura 1969-2015. Se trata de la primera retrospectiva del arquitecto orensano, que obtuvo el Premio Nacional de Arquitectura en 1997 por su edificio para el museo de Belas Artes de La Coruña. La exposición ha sido ideada y comisariada por el propio Manuel Gallego y diseñada por el arquitecto y fotógrafo Pablo Gallego Picard. Se divide en dos apartados dedicados a la “Arquitectura de la vivienda” y a la “Arquitectura de los espacios de uso colectivo”.

Comprende veintidós proyectos acompañados de maquetas, planos, fotografías y vídeos, que evidencian el alto grado de calidad logrado por el eminente arquitecto durante su carrera. Manuel Gallego, que ha sido capaz de aunar modernidad y tradición en sus obras sin mostrar fisuras, representa por sí solo al conjunto de la mejor arquitectura gallega contemporánea. Entre las obras expuestas se encuentran las viviendas unifamiliares de Corrubedo (1970) y de O Carballo (1979), los museos de Belas Artes de La Coruña (1997) y de las Peregrinaciones de Santiago de Compostela (2012), el Complejo Presidencial de Galicia (2002), el centro cultural y ayuntamiento de la isla de Arousa (2005-2008), la lonja de Lira (2008), el centro cultural en Orense (2009), y el museo del Papel de O Carballiño (2004).

Sobre estas líneas, vivienda unifamiliar en O Carballo, 1977-79 ® manuelgallegojorreto. Arriba, Manuel Gallego en el estudio, octubre de 2015. Foto: © Enrique Domínguez Uceta.

Sobre estas líneas, vivienda unifamiliar en O Carballo, 1977-79 ® Manuel Gallego Jorreto. Arriba, Manuel Gallego en el estudio, octubre de 2015. Foto: © Enrique Domínguez Uceta.

Manuel Gallego Jorreto nació en 1936 en O Carballiño, en Orense, y se tituló en 1963 en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. Trabajó en el estudio de Alejandro de la Sota hasta 1966, fecha en la que se incorporó a los servicios provinciales del Ministerio de la Vivienda en La Coruña. Cuenta con diversos premios, como la medalla Castelao y el Nacional da Cultura Galega, los premios Celanova y COAG, la medalla de Oro de la Arquitectura del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos, y el premio de la XII Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo. En 2002 obtuvo la cátedra del Departamento de Proyectos Arquitectónicos y Urbanismo de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de La Coruña.

Con motivo de la inauguración de la muestra Manuel Gallego. Arquitectura 1969-2015 en la sede de la Fundación Barrié en La Coruña, el pasado año 2015, el arquitecto Manuel Gallego concedió una entrevista a Mercedes Peláez para Descubrir el Arte, que fue publicada en el nº 203 de la revista. Coincidiendo con la reapertura de la exposición en la sede viguesa de la Fundación Barrié, Descubrir el Arte la ofrece de nuevo a sus lectores para ser disfrutada a continuación en versión completa.

Manuel Gallego Jorreto: “La arquitectura siempre es construcción”

Ante la mesa blanca de su estudio coruñés, en la que habitualmente trabaja, el arquitecto Manuel Gallego accede a la entrevista. A su espalda se levanta el largo ventanal que identifica con las gaviotas y los muelles del puerto. Está en su ambiente cotidiano, rodeado de papeles, planos, libros y maquetas blancas fabricadas con mimo. Es cordial, directo, analítico y veraz, y conversa adelantando la emoción al pensamiento y éste a las palabras. No faltan en su actitud ni el sentimiento ni la vehemencia, que se corresponden con aquello que le produce auténtico entusiasmo o le provoca desazón aguda por rudo, ignorante o incorrecto.

Manuel Gallego en el estudio, octubre de 2015. Foto: © Enrique Domínguez Uceta.

Manuel Gallego en el estudio, octubre de 2015. Foto: © Enrique Domínguez Uceta.

P: Su arquitectura no procede del dibujo. ¿Qué proceso utiliza para idear una obra? ¿Cómo inicia el proyecto?

R: No ha salido de un dibujo. Empiezo escribiendo (enseña unos folios blancos manuscritos con anotaciones suyas), y a pensar antes, en papel o cuando estoy en la cama…, dándole vueltas. Siempre ha sido así, desde que terminé la carrera. Luego sigo con miles de dibujos, croquis de la idea, maquetas, y no acabo el proyecto hasta que acabo la obra, y siempre echando en falta que cualquiera que diseña algo hace mil pruebas de modelos y esto no puede hacerse en arquitectura… Lo más que hacemos es decir en obra ¡colócame un palo ahí, a ver qué altura…! ¡Píntame una muestra! Esto no puede ser…

Y cuando tengo dudas, sigo varios caminos. Me gusta mucho ver el mismo proyecto con dos soluciones contrarias, ver el tránsito entre las dos soluciones. Las cosas opuestas están siempre bien. Al final miro los dos proyectos y veo cuales son las desviaciones que me han llevado de uno a otro. Idear varias soluciones da una continuidad al proceso del proyecto, y a la propia arquitectura, como si fuera algo cambiante. La arquitectura es algo en movimiento, proyectamos arquitectura sobre otra, sobre otra, sobre otra…, y vemos que va moviéndose y va variando… y nos gusta una, y nos gusta otra…

Por ejemplo, pienso en la escalera de caracol, con toda la masa concentrada en una columna y vuelos ligeros alrededor. Son lo opuesto uno de lo otro…, y están íntimamente relacionados. O en La Marina de Coruña, que tiene una fachada de galerías que es como un barco ligerito, de palitos blancos con cristal, frente al muelle, que es la masa. Masa y rampas, que es la forma de llegar el muelle al agua y a la tierra. Son de una belleza increíble las dos, las galerías y el muelle, siempre enfrentadas, y me emocionan mucho. Pero me gusta más cuando la galería tiene los palos así de gordos, y los cristales son pequeños… Ahora La Marina empieza a perder carácter, empieza a ser un híbrido, empieza a perderse a sí misma…

Vivienda unifamiliar en O Carballo, 1977-79 ® manuelgallegojorreto.

Vivienda unifamiliar en O Carballo, 1977-79. Fotografía de Juan Rodríguez.

P: ¿En qué momento incorpora los materiales cuando proyecta una obra de arquitectura? ¿Surgen a la par que la idea?

R: Al principio, al principio… Cambiar de material es casi cambiar de proyecto. Cada contexto, cada situación coloca un tipo de material. Influye si estoy al lado de una cantera, si tengo un operario bueno en madera, si maneja el hierro y la forja de maravilla… En el museo de las Peregrinaciones en Santiago de Compostela, cuando el proyecto ya estaba hecho, cambié de hormigón a piezas de hierro porque los camiones que traen el hormigón rompen el pavimento. Así salió el museo. Por eso creo que la arquitectura es construcción, y con eso está casi definida. Hay que añadirle lo intelectual, esto es muy importante.

P: Muchos proyectos se quedan en el papel. Algunos colegas opinan que, por estar impresos, son ya arquitectura.

R: Qué desastre. La arquitectura es siempre construcción. Y más aún, una vez construida, vivida. Si no permite vivir, dudo que sea arquitectura. Sobre todo en viviendas y en espacios públicos donde hay diferentes zonas de estar, y si buscas silencio lo tienes, si buscas un sitio recogido lo encuentras… Pensar en esto es el gran divertimento, la gran obligación del arquitecto.

P: Su arquitectura tiene una fuerte componente doméstica y la voluntad de ligarse al territorio. Se percibe en las casas realizadas para su propia familia. La de Carballo, que es un icono indudable entre los estudiantes de arquitectura, y la de Corrubedo, situada en un precioso paraje de dunas.

R: Es así, mi arquitectura quiere tener esa componente doméstica. Nuestra casa de Corrubedo estaba en un sitio maravilloso, donde no había nadie. ¡Ahora está en un Parque Natural rodeado de casas! La casa de Corrubedo es el más rotundo de mis edificios. Es casi una herramienta, un periscopio que levanta la cabeza para mirar, pero que barre el viento por detrás. Tiene esa inocencia que me gusta, y claridad. Cuando daba clase en la Escuela de Arquitectura, mis dos temas básicos eran la ciudad moderna y la construcción en la naturaleza. Se podían unir en una sola pregunta ¿por qué son como son? Saberlo es entender cómo han llegado a ser, cómo nacen y cómo se van deformando.

Vivienda unifamiliar en Corrubedo, 1969-1970. ® Manuel Gallego Jorreto.

Vivienda unifamiliar en Corrubedo, 1969-1970 ® Manuel Gallego Jorreto.

P: ¿Hay algún tipo de emplazamiento que resulte ideal para su arquitectura?

R: No, no hay. En algunos lugares haría arquitectura intentando que no se notara, y en otros que se expresara. La exposición sobre mi arquitectura (Manuel Gallego. Arquitectura 1969-2015), que estoy preparando, no sabía cómo hacerla…, y dudé mucho tiempo, porque la arquitectura no se puede contar con palabras. No es una foto, no es un dibujo. La arquitectura no se puede explicar nada más que viviéndola. Es experiencia pura. Entonces, pensé para qué voy a hacer una exposición mía, pero, me dije, si hago una exposición es para hacer un proyecto que muestre mi arquitectura y que al mismo tiempo explique qué busco en ella.

Entonces construí una especie de guión, que conduce la exposición a través de las ideas y del contexto. Las ideas como si fueran algo genético, algo que está dentro del edificio, y que condiciona su estructura, el color, o el modo en que coloco la luz… Y el contexto, es el cultural, trabajar en Galicia, las modas, que son irremediables, el contexto de mi enseñanza, de la escuela donde aprendí, de mis amigos… El argumento de la exposición consiste en masticar arquitectura enseñando al mismo tiempo la forma de mirarla. Explico la idea germinal de cada edificio con un cartel, explico su contexto mediante el plano de situación, y añado un montón de fotografías para que se sumerjan en mi vocabulario arquitectónico.

P: Cuando un sitio le comunica algo, o se encuentra a gusto en él, suele analizar por qué…

R: Eso lo aprendí del arquitecto Alejandro de la Sota. Nos decía en clase, en la Escuela de Arquitectura, “llevad un cuadernito y anotad por qué os gustan las cosas, y así aprenderéis arquitectura”. Es un método muy ético de docencia, porque te está dando instrumentos para que tú aprendas, no te está enseñando. Te está dejando a ti que seas tú el que aprendas. Me pareció muy bien, lo he utilizado y ¡lo digo públicamente! Hacerlo se transforma en algo inconsciente. Te preguntas ¿por qué las cosas son como son?, y… ¡a un papelito!, a escribir ¡esto debe ser por esto…! Estás en un continuo análisis, se vuelve obsesivo… Y también decir ¡qué a gusto estoy aquí!, a ver ¿cuánto mide este espacio?, y medirlo. Hay que llevar un metro y medir… Así vas aprendiendo, como aprendió todo el mundo.

Croquis del Centro de Salud de Viveiro, 1994-1996 ©Manuel Gallego. Cortesía Fundación Barrié.

Croquis del Centro de Salud de Viveiro, 1994-1996 ©Manuel Gallego. Cortesía Fundación Barrié.

P: Lleva toda la vida compaginando obra y docencia, ¿en qué estado se encuentra la enseñanza de arquitectura?

R: Hasta el año pasado estuve dando clase, durante cuarenta años. Estoy muy enfadado, no se deben hacer planes de estudios sin atender a la calidad de la enseñanza. Cortar asignaturas para igualar carreras es un disparate. Ahora, en las escuelas de arquitectura, obligan a trabajar en modo taller, que en principio está bien, pero también puede funcionar una clase tensa y emocionante del profesor para que los alumnos estén en silencio y se entusiasmen, y ese día piensen y descubran la arquitectura. Estamos en un nivel de burocracia muy malo. Hay que ser beligerante. Cuando yo acabé la carrera, con todo lo que había aprendido de arquitectura moderna, pensé… y ¿qué tiene esto que ver con los espacios que recuerdo de mi niñez, que eran maravillosos? Me estudié la arquitectura popular, y estuve dándole muchas vueltas hasta que logré casar una cultura con la otra.

P: En las viviendas en Corrubedo y Carballo conjugó ambas culturas, la contemporánea y la popular, y consiguió dos obras maestras. Sus museos también lo son. Hábleme de la casa y del museo, ¿cómo se logra una de esas casas óptimas?

R: Hay que huir de lo artístico. La casa debe de tener una forma que no te llegue del todo, que vayas descubriendo al moverte en el espacio. Yo estoy más a gusto a resguardo, cuando la luz la tengo focalizada, cuando el espacio no me crea problemas de tensión y es cómodo, cuando es fácil orientarse y tiene unidad. Se consigue ordenándolo y arropándote con materiales que vayan con tu cuerpo. La arquitectura del tacto, del sonido, del olor, es una arquitectura de intimidad. Todo lo que sea grandilocuencia es destruir la intimidad, para mí. La retórica es una patada a la intimidad…

P: Y el museo ¿cómo debe ser?

R: Me tiene preocupado… El mundo del arte cambió de una forma que te deja desconcertado. El museo ya no está dedicado al arte, es un centro de interpretación para contar cualquier cosa. Es un centro social, que ya no tiene nada que ver con el espacio de lo sagrado y del templo. Yo procuro que sea neutro.

Museo de Arte Sacro de La Coruña, 1982-1985 ® Juan Rodríguez.

Museo de Arte Sacro de La Coruña, 1982-1985 ® Juan Rodríguez.

P: ¿Qué es arte?

R: Para mí es lo que me emociona, es descubrir la libertad y la emoción. El arte es la expresión de la libertad y del conocimiento, y la satisfacción de la belleza, que no sabes si lees con la cabeza o con el estómago, o qué es. El arte conceptual a mí me gusta mucho, pero me ocurre pocas veces que el concepto me llene de satisfacción, de emoción. En cuanto tengo que discernir mucho se me apaga el sentimiento.

P: Su arquitectura incorpora ese factor de cercanía y de exquisitos ingredientes que se atribuye a la mejor gastronomía…

R: Pues puede ser, pero será más por contexto, por circunstancias que me rodean, que por gusto. Me gusta la naturalidad.

P: Suele explicar que la arquitectura tiene algo de cuchara, cuchillo y plato… ¿A qué se refiere?

R: La arquitectura tiene algo de instrumento. La arquitectura es para vivir, y si no es eficaz y no resuelve los problemas es un fraude. Es un fraude ético y muy profundo en el corazón del que lo hace. Vivir es consustancial a la arquitectura. Ortega lo define muy bien, somos los que hacemos de lo accesorio una necesidad. La cuchara tiene un significado cultural. Cuando haces algo le añades siempre significado, un recercado a una ventana, un color, un tamaño, algo inconsciente que va acompañando sin querer a la construcción real y eficaz de la ingeniería. Esa sería la cuchara a la que yo me refería. Y luego, que está construida con recuerdos, con toda una experiencia de la vida… Cuando tienes mi edad parece que toda arquitectura es una construcción de la memoria, en la que interviene lo que has aprendido, lo que te ha gustado de otras arquitecturas, lo que admiras de los amigos, tus fracasos, y algo, que no sabes qué es, que algunas veces ocurre…

Croquis de la lonja de Lira, 2004-2008 © Manuel Gallego. Cortesía Fundación Barrié.

Croquis de la lonja de Lira, 2004-2008 © Manuel Gallego. Cortesía Fundación Barrié.

P: Cuando un lugar agrada también se fija en la memoria. Son difíciles de olvidar los espacios que proyectó para el museo de Belas Artes de La Coruña, el largo vestíbulo bajo el lucernario que sirve de costura entre el nuevo pabellón expositivo y el testero del antiguo convento de Capuchinas…

R: Cuando hice el proyecto del museo de Belas Artes, recuerdo que reflexioné mucho sobre los espacios públicos cerrados. Razonablemente piensas que un museo es un espacio público, una prolongación de la calle, que casi la astucia es conectarlo con ella, con el espacio urbano… Hacer de él una plaza más, algo público ¿no? Pero luego te das cuenta de que los espacios públicos cubiertos son muy delicados, por el sol, por la luz cambiante, porque pueden tener algo incontrolado como por ejemplo las gaviotas, que son unas fieras… Cogían las gallinas, se las subían a la cubierta y me tapaban los sumideros… Era muy bonito oír desde dentro el graznido de la gaviota, que es de paisaje abierto, la lluvia, pero tuvimos que montar allí un dispositivo para ahuyentarlas…

P: En el museo de Belas Artes es perfecta la relación que mantienen con la escalera los espacios públicos que cita. La escalera es un escenario…

R: La escalera del museo nace como una plaza pública y luego, al llegar arriba, se reduce de dimensión para pararse en aquel espacio, mirar y subir… A mí me gusta hacer esas cosas que no se notan. Esas cosas que no son necesarias (risas), pero que, cuando estás haciendo el proyecto, son necesidades. Si no hago eso, es un fracaso…

Casa de Cultura de Valdoviño, 1981-1993 © Enrique Domínguez Uceta.

Casa de Cultura de Valdoviño, 1981-1993 © Enrique Domínguez Uceta.

P: La Casa de la Cultura que construyó en Chantada y el museo de Arte Sacro de la Colegiata en La Coruña son también escaleras…

R: Son escaleras, es verdad. Toda la vida estás haciendo lo mismo. He llegado a esa conclusión, ¡toda la vida me la he pasado haciendo escaleras! Cada vez ilusionándome por algo… En el museo de la Colegiata, qué tema tan bonito de arquitectura pensar que ¡empiezo en roca y termino casi etéreo! Es una arquitectura que según va ascendiendo va perdiendo masa. Una construcción que se pudiera perder en la luz es irreal, irrealizable…, y, sin embargo, casi lo consigo. La arquitectura tiene una parte que es eficacia, que para mí es fundamental, y luego hay otra, que se refiere a lo que el edificio quiere ser y que es, en cierto modo, lo imposible. Eso es el proyecto del museo de Colegiata, hacer una escalera que se pierde en el aire.

El proyecto que hice para el museo de las Peregrinaciones de Santiago es casi un itinerario, como el Camino de Santiago… Consiste en subir a cubierta, y ver los tejados y la torre de la catedral, que está al lado, que es la más bonita. Tiene un peso que entra casi por el techo, y desde la segunda planta ya se ve.

P: La escalera tiene autonomía en sus obras, no es un mero elemento de servicio. Es la columna vertebral del edificio.

R: Casi siempre es el argumento base. Eso exige prever en el proyecto que, cuando recorras la escalera, percibas el cambio del espacio. Yo no quería en el museo de las Peregrinaciones de Santiago que llegaras y vieras la torre de la catedral desde la planta baja. No era el sitio para descubrirla. En la planta primera empiezas a verla. Luego la escalera se va arrimando a un lado, sostenida sobre zancas, para dejar ver la torre enfrente. Entonces aparece esto tan apasionante de la arquitectura, que es que la emoción esté de acuerdo con las ideas, que las formas correspondan a la manera de construirlas, y que todo ello vaya encajando hasta que uno logra la arquitectura, que es como un árbol…

Museo de Belas Artes de La Coruña, 1986-1995 © Enrique Domínguez Uceta.

Museo de Belas Artes de La Coruña, 1986-1995 © Enrique Domínguez Uceta.

P: En sus escaleras se manifiesta también su personal manera de articular el espacio y el vacío en varias alturas…

R: Claro, porque al ir andando te vas moviendo en el espacio en todas direcciones, asciendes y te desplazas, como si fueras volando… En el caso del museo de Belas Artes de A Coruña, la gran escalera de piedra es un poco eso. Es moverse hacia un lado, salirse de la retícula, crear fugas visuales, y ver que, de repente, la escalera navega entre doble altura y una altura, y que desde un punto miras hacia abajo, desde otro miras en oblicuo… Lo pasas muy bien cuando lo estás haciendo.

P: A esos juegos volumétricos de la escalera en el aire, inconfundibles en su obra, se añade, en mi opinión, otro aspecto atractivo. Es el modo en que un bosque de vigas, palos, pilares, postes y barandillas atraviesa el espacio en sus obras, cortándolo y enmarcando segmentos de apariencia plana, al estilo de los cuadros de Mondrian. En el interior de la Casa de la Cultura de Chantada creo que pasa…

R: ¡Pues no me había dado cuenta…! (risas). Lo entiendo si pienso en el Neoplasticismo. Como me gusta mucho, pues debe de ser eso… Pura inconsciencia. Sí, en Chantada pasa.

Centro Cultural de la Isla de Arousa, 2005-2008 ® Pablo Gallego Picard.

Centro Cultural de la Isla de Arousa, 2005-2008 ® Pablo Gallego Picard.

P: En el proyecto de Chantada también es muy interesante la relación que mantiene el cascarón de la antigua fachada, el que ha conservado del viejo edificio, con el nuevo espacio interior que ideó con aspecto contemporáneo. El resultado es la convivencia en el mismo edificio de partes de diferentes épocas. La arquitectura, ¿tiene edad?

R: Casi nada tiene edad. La edad es un invento biológico que nos destruye, pero en las cosas eso no existe. Lo que quiere ser nuevo es nuevo casi toda la vida, me da la sensación… El proyecto de Chantada se basaba en el descubrimiento. En el descubrimiento del espacio a través del trayecto de una escalera a otra y, otra vez, en el espacio público. Era disparatado rehabilitar aquel edificio, que no tenía cabida para nada, pero que era una referencia en la ciudad. Al rehabilitar una ruina entras en conflictos éticos, intelectuales… Piensas que hay que tirar el edificio y hacer otra cosa, pero destruirlo es destruir la memoria de mucha gente, quitarles los recuerdos, y eso no tienes derecho a hacerlo.

Entonces decidí conservar el cascarón, con sus ventanas, y, dentro, levantar un mundo nuevo dejando que el antiguo edificio lo produjera. Al estudiar la geometría del antiguo edificio aparecieron líneas de juntas que transformé en luz cenital. Esa luz vertical que añadí provoca que se vea el espacio interior de otra forma. Luego coloqué vigas colgadas y puntales metálicos, y dejé que la luz vertical resbalara por ellos, desde arriba, para fortalecer la imagen del interior. Y los pinté de purpurina, como si fueran los antiguos balcones de Vitoria, Orense o Coruña.

Así que, la luz vertical en el interior de la Casa de la Cultura de Chantada es distinta a la luz medieval que entraría por las antiguas ventanas de su fachada, que es la que cualquiera esperaría encontrar dentro. La luz es una manera de dimensionar la arquitectura, de darle vida y forma al espacio. Una lucecita pequeña en una esquina es igual que una ventana grande. No hay nada más tonto que una gran ventana y encima un lucernario (risas), ¿cuál de las dos luces te interesa? La luz la colocas con sentimiento, más que con la razón. Después razonas la luz de la ventana alta, la luz de la ventana baja, la luz rasante del suelo… Lo haces por instinto, sale o no sale. Sabes cuándo la luz está bien o mal, lo mismo que sabes cuándo un material no es el que corresponde o cuándo una madera no debe tener ese color. Luego lo tienes que racionalizar, porque en arquitectura casi todo pasa por el tamiz racional.

MERCEDES PELÁEZ

Más información en: Manuel Gallego. Arquitectura 1969-2015 www.fundacionbarrie.org/arquitectura_gallego

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