La National Gallery de Londres exhibe más de medio centenar de obras de este artista estadounidense de origen británico, entre ellas The Oxbow (1936) o la serie El curso del imperio (1834-36), que se muestra por primera vez en el Reino Unido. Una exposición que reivindica la figura de este padre de la pintura de paisaje en Estados Unidos. Hasta el 7 de octubre
Nacido en una zona industrial inglesa, Thomas Cole (Bolton, 1801-Catskill, EE UU, 1848) emigró siendo muy joven junto a su familia a Estados Unidos. Con 28 años, Cole tuvo la buena fortuna de atraer la atención de Luman Reed, el mecenas que le sufragó un viaje a Europa. En Londres, Cole conoció las obras de Constable y a Turner, que influyeron notablemente en su trabajo. Posteriormente, el pintor pasó alrededor de ocho meses en Italia copiando y pintando paisajes y escenas de la antigüedad, temas que le inspirarían durante el resto de su vida. Conocido como el padre de la pintura de paisaje en Estados Unidos, en resumen, la carrera de Cole fue “moldeada por sus años de formación trabajando en las fábricas textiles al norte de Manchester (…) y estudio posterior de los maestros europeos”, comentan en la National Gallery.
Como explica Christopher Riopelle, comisario de esta exposición, “un joven emigrado regresa al Reino Unido para aprender sobre la pintura de paisajes europea contemporánea y luego lleva las lecciones a casa donde, casi por si solo, forja la tradición del paisaje estadounidense”.
De regreso en Estados Unidos, en 1832 pinta su obra más famosa, El curso del imperio (The Course of Empire), una serie compuesta de cinco lienzos que plasman el mismo paisaje, primero en su estado primitivo, sin seres humanos. El segundo cuadro representa una situación edénica en la que ya aparecen personajes pero sin que la naturaleza haya sufrido ningún cambio o manipulación. En el tercer cuadro, titulado La consumación imperial, Cole presenta ese mismo paisaje ya urbanizado, con edificios magníficos, que en el próximo lienzo aparecen en el transcurso de la destrucción física a manos de un enemigo. Y, por último, en el quinto cuadro, titulado Desolación, hay solamente ruinas. En estas escenas de lujosos edificios se refleja la influencia de la obra Embarque de santa Úrsula (1641), de Claude Lorraine, que vio en la National Gallery.
Esta serie refleja la preocupación de Cole por la destrucción de la naturaleza. Y es que habiendo visto la salvaje industrialización de la zona de Inglaterra donde nació, Cole estaba obsesionado con advertir de los peligros del desarrollo económico. Quizás el cuadro suyo más impresionante es The Oxbow (lago que se forma en un meandro o brazo muerto). Se trata de una declaración ideológica: una parte del cuadro, dividido por una línea diagonal, muestra un paisaje rico y virgen, mientras que la otra mitad advierte de los peligros del desarrollo. En esta parte hay orden, animales domésticos, tierra sembrada y chimeneas que emiten un humo negro. Lo que era antes salvaje ha sido domado, representando la ideología de lo que en Estados Unidos se llamaba el “destino manifiesto”, es decir, la expansión. Así, Cole advertía de los peligros de una carrera desenfrenada hacia el desarrollo a toda costa. Pese a morir joven, Cole influenció a generaciones de artistas norteamericanos, y su trabajo refleja preocupaciones ambientales muy actuales.
La National Gallery de Londres reivindica con esta exposición a Thomas Cole, un pintor que como explica Riopelle, “no es tan conocido en el Reino Unido como en Estados Unidos, donde sus obras son muy admiradas”. La muestra está compuesta por 58 obras, entre ellas, The Oxbow (1936) o la serie El curso del imperio, que se exhibe por primera vez en Inglaterra.
Junto a las obras de Cole, se muestran las de otros artistas británicos con los que mantuvo relación y que como decíamos antes le influyeron en su trabajo, como Turner, John Constable y Joseph Mallord William. En definitiva, una exposición que muestra la naturaleza en su forma más poderosa a la vez que vulnerable.
Michael ALPERT