Una exposición en el Museu Nacional d’Art de Catalunya, en colaboración con la Tate Modern de Londres, sumerge al visitante en la obra del gran paisajista inglés. La muestra recorre sus principales temas para acompañarlo en sus viajes por una Europa cuya naturaleza empieza a verse transformada por la Revolución Industrial. Hasta el 11 de septiembre
La principal inspiración de Turner surgió precisamente de sus viajes por Gran Bretaña y la Europa continental y sus paisajes incorporan fuentes diversas, desde la mitología clásica hasta la propia historia del arte o las invenciones tecnológicas modernas, y se sitúan entre la tradición y la innovación. Reconocido como el mejor paisajista del periodo romántico por su dominio de la luz, el color y la atmósfera, Turner pinta las inmensas fuerzas de la naturaleza que en aquella época de grandes cambios, a inicios de la primera Revolución Industrial, comenzaban a estar amenazadas.
Sus estudios atmosféricos reflejan los efectos del vapor, el humo y la contaminación que crean nuevas formas de niebla y particulares efectos lumínicos. Turner refleja la pequeñez del ser humano en comparación con la magnificiencia de la naturaleza y capta efectos atmosféricos extraordinarios.
A través de sus pinturas, dibujos, esbozos y grabados, distribuidos en siete ámbitos temáticos, la exposición sigue el desarrollo de sus composiciones, a partir de los primeros esbozos hasta las acuarelas, óleos o grabados finales. La muestra revela cómo la técnica de la acuarela fue fundamental en el enfoque a la vez científico e intuitivo del artista, y como ésta le permitió captar la intensidad de las fuerzas de la naturaleza con una precisión expresiva sin igual.
Un viaje a través de la luz y el color
Turner. La luz es color es la primera exposición del Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) dedicada a la extraordinaria obra del artista británico Joseph Mallord William Turner (1775-1851). La exposición es un viaje a través de los paisajes más atmosféricos del artista, y reúne más de cien pinturas, acuarelas, dibujos y cuadernos de bocetos de la colección de la Tate. Durante una conferencia leída en 1818, Turner pronunció la famosa frase “La luz es, por tanto, color”, que ha inspirado el título de la exposición y que insinúa la devoción del artista por capturar esta fuerza omnipresente.
Turner elevó a la categoría de “arte mayor” el estatus del paisajismo, que hasta entonces había sido considerado un género menor, desafiando las convenciones e incorporando técnicas innovadoras en sus representaciones alegóricas de paisajes espectaculares y condiciones meteorológicas. Hoy en día, Turner es ampliamente reconocido como el mejor pintor de paisajes del periodo romántico debido a su dominio de la luz, el color y la atmósfera, y a su habilidad para situar la experiencia humana en el gran mundo natural.
Desde sus inicios en la década de 1790 hasta sus obras climáticas de mediados y finales de la década de 1840, esta exposición explora la fascinación de Turner por los fenómenos meteorológicos y atmosféricos. Las tormentas, las nubes, los arcoíris, las nieblas, los incendios y la luna fueron motivos recurrentes, pero el sol fue, sin duda, su tema más querido. La exposición recorre el desarrollo de las composiciones de Turner desde los primeros bocetos y los “comienzos de color” exploratorios hasta las acuarelas, los óleos terminados y los grabados publicados. La selección de obras que se presenta revela cómo la acuarela fue fundamental en el enfoque científico y a la vez intuitivo de Turner, y cómo le permitió captar la intensidad de las fuerzas de la naturaleza con una precisión expresiva sin parangón.
La inspiración de Turner procedía a menudo de sus viajes por Gran Bretaña y Europa continental. La composición de los paisajes se nutría de fuentes variadas, como el estudio de las ciencias naturales, la mitología clásica, la literatura, el arte, la poesía y la invención tecnológica moderna. Entre la tradición y la innovación, entre los estudios al aire libre y el trabajo en el taller, entre la naturaleza y el ideal, esta exposición presenta las diversas preocupaciones que hay detrás de las creaciones de Turner con todos sus contrastes y paradojas. Las obras de Turner confrontan al espectador con una experiencia sensorial de la naturaleza que resulta tan impactante hoy como lo fue en su día para sus contemporáneos.
Memoria, imaginación y síntesis
Turner a menudo entrelazaba eventos pasados o historias mitológicas en sus paisajes. Un ejemplo es El puente del Diablo y la garganta de Schöllenen, un esbozo realizado durante sus viajes por los Alpes suizos en 1802. El puente original fue destruido en las batallas entre las tropas francesas y rusas en 1799. Turner empleó el puente reconstruido para visualizar la escena de la batalla, y añadió representaciones imaginarias de pequeños soldados y mulas de carga, salpicadas a lo largo del barranco escarpado. Esto ayuda al observador a percibir la gran escala del paisaje, tal y como Turner lo debió de vivir.
Ese mismo año, Turner también visitó Grenoble. Sus percepciones y recuerdos de la ciudad ,y el puente que cruza el río Isère, se combinaron en cuatro estudios del color que dieron lugar a una acuarela terminada hacia 1824. Esta serie ilustra el proceso pictórico de Turner paso a paso, desde las primeras acuarelas, de colores indistintos y disueltos, hasta las últimas, en las que emergen claramente los detalles, saturados de color.
Los métodos de Turner para elaborar cuadros de exposición se pueden ver en los esbozos al óleo Ulises burlando a Polifemo y La separación de Hero y Leandro, donde se combinan recuerdos del paisaje mediterráneo, cuadros de Claude Lorrain y Nicholas Poussin, y su lectura de literatura clásica traducida.
Creando la escena
Los paisajes que forman el telón de fondo de la pintura histórica de Turner a menudo juegan un papel tan importante como las figuras representadas en la escena. Inspirado por el teatro, Turner creó una serie de «telones de fondo» que abarcaban desde mares turbulentos y tormentas hasta cimas doradas y llanuras serenas. Empleaba el cielo, la atmósfera y la topografía como efectos teatrales o emocionales para evocar distintos estados de ánimo, que siguen siendo tan impresionantes para los observadores de hoy en día como lo fueron para sus contemporáneos.
Los temas de Turner suelen aparecer en los títulos de sus obras, lo que proporciona un contexto claro para los cuadros, como Baco y Ariadna o Apullia en busca de Appullus. Las figuras de estos cuadros eran a menudo de carácter mitológico, pero también incluían a un elenco de personajes cotidianos como agricultores, marineros, pescadores y soldados. Aunque a veces se le ha criticado por no respetar la precisión de la representación figurativa en sus cuadros históricos, Turner demostró su habilidad y dominio técnicos tanto del óleo como de la acuarela a través de representaciones ejemplares de los elementos naturales. Para transmitir la historia de sus cuadros, utilizaba tanto la falacia patética como las acciones de los propios personajes,lo que significa que el paisaje jugaba un papel central a la hora de definir su narrativa.
Cara a cara con la naturaleza
A Turner le encantaba observar la naturaleza de primera mano y a menudo realizaba estudios sobre el terreno para intentar capturar la atmósfera del entorno.
También hay otras obras que evidencian la exploración de Turner sobre cómo la humanidad ha afectado y transformado el paisaje a lo largo de los años. Turner lo observó en sus viajes durante las décadas marcadas por la Revolución Industrial. Algunos de sus estudios más atmosféricos dan testimonio del vapor, el humo y la contaminación provocados por la industrialización, lo que dio lugar a nuevas formas de niebla y efectos lumínicos.
Luces y atmósferas
Turner afirmaba que una vez se ató al mástil de un barco durante una fuerte tormenta para pintar mejor el fenómeno de memoria. Aunque esta historia puede ser una invención del artista, ilustra muy bien su compromiso con su obra, ya que Turner sabía mejor que nadie cómo plasmar sobre la tela efectos atmosféricos extraordinarios.
A medida que su carrera avanzaba, la atención de Turner hacia la luz y la atmósfera se imponía cada vez más a los elementos topográficos o escénicos de sus pinturas, que en los últimos años se fueron envolviendo de luz. Algunos de sus estudios más elementales sobre el mar prescinden completamente de las características costeras y se convierten en meditaciones llenas de luz sobre la relación del observador con el mundo exterior.
Esto es especialmente cierto en sus últimas obras, en las que Turner difumina deliberadamente los detalles hasta tal punto que el mundo físico desaparece a favor de un mundo más luminoso e intangible. Aunque Turner no presentó estos estudios como obras terminadas, el hecho de que muchos permanecieran en su taller sin más ornatos sugiere que estaba satisfecho con su estado inacabado y puramente atmosférico.
Sublimidad luminosa
Turner visitaba a menudo lugares específicos en donde la luz presentaba cualidades distintivas y peculiares. En Lucerna, Venecia y Margate, por ejemplo, el agua reflectante que interactuaba con la luz creaba lo que Turner consideraba una belleza muy especial. Se empeñó en dominar los efectos de la luz, y su aplicación de la pintura experta y a la vez experimental le permitió lograr una luminosidad convincente, tanto con las acuarelas como con los óleos. Estos métodos incluían la cuidadosa elección del papel, su método singular de imprimación de la tela y su técnica de sobreponer y eliminar repetidamente la pintura para crear un efecto borroso de disolución y trascendencia.
La oscuridad es visible
Basándose en los estudios de las teorías del color de Isaac Newton (1643-1727) y Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), Turner consideraba que la luz y la oscuridad eran valores visuales y emocionales iguales en el arte y la naturaleza. La sublimidad de la luz no podía existir sin la sublimidad de la oscuridad,y a menudo yuxtaponía ambas para crear un mayor impacto.
Turner empleaba con moderación los colores blanco o negro en sus formas puras, reservándolos sobre todo para el énfasis emocional y visual. Una mezcla de colores de todo el espectro, desde los delicados y brillantes hasta los oscuros, le proporcionaba los efectos de color, luz y oscuridad que pretendía lograr.
Turner percibía sus composiciones pintorescas como entrelazamientos de luz y oscuridad. En la obra Lago Buttermere, con la parte de Cromackwater, Cumberland, un aguacero (1798) utiliza los contrastes para evocar la admiración del espectador ante la grandeza de la naturaleza. El cuadro se basa en un esbozo en acuarela que plasma las condiciones de calma y tormenta que tenían lugar simultáneamente en el Distrito de los Lagos en Inglaterra y que Turner, presumiblemente, presenció in situ. En su cuaderno de esbozos, escribió la palabra black (negro) en la superficie del lago. En combinación con los efectos espectaculares de la luz, los tonos muy oscuros potenciaban el estado de ánimo dramático del cuadro.
Desde las primeras etapas de la carrera de Turner, la sublimidad de la oscuridad se representa en forma de ominosas nubes de tormenta y aguas negras de tinta. Este trazo negro recorre toda su obra, y entra a menudo en conflicto con el hombre e inspira temor al espectador. Hacia el final de su carrera, lo sublime encarna formas cada vez más elementales, pero igualmente oscuras y ominosas. Un día, Turner dijo: «Ojalá tuviera un color para hacerlas aún más negras».
El Sol es Dios
Se dice que, antes de morir, Turner afirmó que «El Sol es Dios». Aunque se desconoce su significado, el Sol ocupó, sin duda alguna, una posición central en su obra. Fue su tema más representado y apreciado, el «más bello de los seres» o «fuente de alegría», como él decía.
Turner seguía con interés las últimas teorías científicas relacionadas con la luz y el color y aplicaba sus conocimientos en sus intentos de pintar el Sol y replicar su energía. Siguió los experimentos ópticos de Goethe, cuyos escritos incluyen un estudio de las postimágenes, las manchas de color que se producen en el ojo al mirar directamente el Sol. Además de inspirarse en los efectos científicos, también lo hizo en el poder simbólico del Sol, recurriendo a la mitología clásica y con frecuencia haciendo referencia al Sol en el verso poético que acompañaba a las pinturas que exhibía en la Real Academia.
Algunos estudiosos han interpretado sus soles como autorretratos. En la época romántica, a menudo se representaba al artista como un genio con una capacidad creativa divina. Dado que esta idea se solía ilustrar con el motivo del Sol, los cuadros podrían considerarse una representación de la creatividad de Turner como artista.
Datos útiles
Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC)
Hasta el 11 de septiembre de 2022