Ni casa ni estudio: sobre el creador actual

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Comisariada por Virginia Torrente, la muestra colectiva Casa Estudio Calle Barrio explora la cotidianidad precaria de un grupo de artistas a través del dibujo. Un proyecto que acerca al público cómo viven y cómo trabajan los creadores contemporáneos. Hasta el 29 de enero en CentroCentro Madrid 

El trazado de la exposición se inaugura con una sentencia: «No puede extrañarnos que muchos artistas hagan de la precariedad una estrategia de actuación poética. No obstante, esa elección de la precariedad tiene cada vez menos que ver con lo negativo de lo deficiente o de lo frágil, y cada vez más con los potenciales inmensos que contienen las metáforas de lo no-establecido, de lo no-estabilizado y de lo no-garantizado (…)».

Sobre estas líneas y arriba dos obras de 20 Proyectos específicos El Escorial-Berlín, de Juan Ugalde (Bilbao, 1958), un artista que vive y trabaja entre El Escorial (Madrid) y Berlín.

Sobre estas líneas y arriba dos obras de 20 Proyectos específicos El Escorial-Berlín, de JUAN UGALDE (Bilbao, 1958), un artista que vive y trabaja entre El Escorial (Madrid) y Berlín.

Aunque estas palabras de Juan Martín Prada (Otra época, otras poéticas, 2014) y el colorido que asoma por los resquicios de las salas parezcan llamar al optimismo, lo cierto es que por los pasillos blancos se respira una aire asfixiado. De los que querrían más pero no lo consiguen. De los que hacen con lo que hay, que es poco, pero aún así hacen. De los que están acostumbrados a repetir letanías amargas cuyo objetivo es concienciar a aquellos a quienes poco les importa pero, luego, al callar, se repiten a sí mismos que no está tan mal, que pueden continuar. Levántate y crea.

Resonancias, de Andrea Canepa (Lima, 1980). Vive y trabaja entre Valencia y Berlín.

Resonancias, de ANDREA CANEPA (Lima, 1980). Vive y trabaja entre Valencia y Berlín.

La exposición colectiva Casa Estudio Calle Barrio, comisariada por Virginia Torrente y que puede visitarse en CentroCentro hasta el próximo 29 de enero, trata de mostrar al público cómo viven y cómo trabajan los artistas contemporáneos. Aquellos cuyas piezas no se venden por miles o cientos de miles de euros en ferias del mundo entero y galerías de nombre ilustre. Aquellos que, más bien, gastan horas en cualquier otro trabajo que les permita pagar el alquiler de una casa, o de un estudio, porque para ambos no da. Y así el hogar y el lugar de trabajo se entremezclan y las almohadas se manchan de pintura y la silla donde se desayuna es la misma donde se esculpe. Y, afuera, la calle en la que buscar un hueco en el que destacar entre tantos nombres. Una calle voraz, de inquietudes culturales tibias, que cuestiona por qué lo que el creador hace debería ser considerado un trabajo, aunque él se deje la vida –y el sueldo– en ello.

Vivir para crear y crear para vivir

A través de una disciplina tan potente a la vez que infrarrepresentada en el circuito artístico actual como es el dibujo –salpicado el recorrido de alguna pieza escultórica o mural–, doce artistas españoles actuales ofrecen una metavisión de su cotidianeidad vital y creadora. Intereses, reivindicaciones y preocupaciones acerca de los límites desdibujados entre la intimidad y la profesión o la borradura absoluta de dichos límites. Los nombres que encontramos entre piezas discretas y otras que tienden a lo monumental, trasuntos de una identidad doble artista-ciudadano, son Tamara Arroyo, Andrea Canepa, Daniel Chust Peters, Ángela Cuadra, Miki Leal, Carlos Maciá, Teresa Moro, Fernando Renes, Daniel Silvo, Juan Ugalde, Keke Vilabelda y Martín Vitaliti.

Peripatético, de FERNANDO RENES (Covarrubias, 1970). Vive y trabaja en Bilbao.

Peripatético, de FERNANDO RENES (Covarrubias, 1970). Vive y trabaja en Bilbao.

Su procedencia, formación y trayectoria es diversa, pero todos comparten el riesgo tomado al decidir ser artistas en una sociedad que apenas considera lo suyo una profesión. «La precariedad no puede desaparecer hasta que haya un marco profesional que abarque a todo el sistema del arte contemporáneo. Aunque pensemos que vivimos en un país en donde hay un 20% de paro y en torno al 50% de las personas jóvenes no encuentran trabajo, en donde la mayoría de los que se consiguen son a tiempo parcial, con unas condiciones laborares paupérrimas», explica Carlos Maciá. Una enorme pared en la última sala recoge los coloridos carteles geométricos con los que el artista habitó el barrio obrero de Usera. Se trata ésta de una obra bidireccional: del lugar de trabajo a las calles del barrio; de las calles del barrio al espacio expositivo.

En otro lugar…. de MARTÍN VITALITI (Buenos Aires, 1978). Vive y trabaja en Barcelona.

En otro lugar…. de MARTÍN VITALITI (Buenos Aires, 1978). Vive y trabaja en Barcelona.

El pasado verano se publicó el «Estudio sobre la actividad económica de los artistas en España». Dicho informe afirmaba que más del 45% de los artistas cobra menos de 8.000 euros anuales; es decir, por debajo del salario mínimo interprofesional. Y de esos ingresos, los que proceden de un trabajo directamente relacionado con el arte apenas llegan al 20%. La gran mayoría sobrevive gracias a trabajos relacionados con la enseñanza o con el sector de la publicidad. Los más afortunados trabajan para galerías o museos comisariando exposiciones ajenas. La creación artística, su verdadera profesión, para la que se han formado durante años, queda relegada al espacio del hobby: a ese mobiliario compartido con la vida cotidiana que rescata en sus bocetos la artista Teresa Moro; a la telaraña tejida entre las ciudades en las que se vive y las ciudades en las que se crea y las ciudades en las que se hacen ambas cosas, como los dibujos-collage de Berlín y El Escorial de Juan Ugalde que abren la exposición Casa Estudio Calle Barrio.

El problema del espacio

L’Air que l’on respire, de DANIEL CHUST PETERS (Sao Paulo, 1965). Vive y trabaja en Barcelona.

L’Air que l’on respire, de DANIEL CHUST PETERS (Sao Paulo, 1965). Vive y trabaja en Barcelona.

Algunos profesionales del sector apuntan a soluciones políticas como la convocatoria de ayudas económicas a la creación. Sin embargo, hay quienes se cuestionan si la producción de los artistas tiene un feedback en la sociedad, en ese «barrio» y en esas «calles» públicas que completan el discurso expositivo junto con la «casa» y el «estudio» privados. ¿Qué recibe la sociedad de los creadores? «El artista está constantemente replanteándose lo establecido, reformulando e interrogándonos acerca de las cuestiones contemporáneas que nos rodean y nos implican. Genera un espacio de discusión y de reflexión», opina Maciá. La artista Ángela Cuadra, que comparte su salón-estudio con el salón-cuarto de juegos de sus hijos, considera que parte del problema radica en la imagen que aún se tiene del artista: «En gran medida la que proyectan los medios. Una mezcla de tópicos del romanticismo más casposo y de una idea muy naif de lo contemporáneo».

Usera, de CARLOS MACIÁ (Lugo, 1977). Vive y trabaja en Madrid.

Usera, de CARLOS MACIÁ (Lugo, 1977). Vive y trabaja en Madrid.

El rol que desempeñan los artistas en el entramado social continúa siendo cuestionado –así como les sucede a escritores, músicos, actores…–. Ocupan las ciudades mausoleos vinculados a este oficio por los que muchas veces no se sienten atraídos los ciudadanos. A veces, ni siquiera, los propios creadores. Como los planos de museos imaginarios que jamás llegaron a construirse del artista Daniel Silvo. Una herramienta de espíritu crítico que se quedó sin fondos por el camino.

Ventanales de lugares de estudio, de TAMARA ARROYO (Madrid, 1972). Vive y trabaja en Madrid.

Ventanales de lugares de estudio, de TAMARA ARROYO (Madrid, 1972). Vive y trabaja en Madrid.

Aún con todo, las cuestiones de a pie no son tan elevadas. Tan sólo las fundamentales: con qué dinero compro material, dónde trabajo, cuánto me queda para pagar los recibos… Surgen alternativas espaciales, como el alquiler de lugares compartidos de trabajo que representa el sevillano Miki Leal en una especie de última cena con sus compañeros de co-working. Un estudio de pintores en el que compartir experiencias a la vez que estar estrechos.

20 Proyectos específicos El Escorial-Berlín, de Juan Ugalde.

20 Proyectos específicos El Escorial-Berlín, de Juan Ugalde.

«La importancia del estudio es fundamental en cuanto que la obra, desde mi punto de vista, se adapta a éste. Puedes seguir siendo artista y crear en cualquier sitio, pero cuando tienes un estudio es como si las ideas explosionaran», apunta Tamara Arroyo, que mira a los visitantes de la muestra a través de los bocetos de las que han sido las ventanas de los diferentes talleres que ha ocupado durante años. Una creación nómada, inestable, a contracorriente. Quizá, como apuntaba Martín Prada, ahí resida su fuerza y su trascendencia.

Raquel MORALEJA

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