Cuando el tiempo vuela

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‘Aire y tiempo: la danza de las multiplicidades’ es el título de la muestra que acoge la Sala Amadis de Madrid hasta el próximo 2 julio. Un discurso vertebrado por las obras de trece artistas, seleccionados por el colectivo Sur Noir (José Delgado Periñán + Miguel F.Campón), responsable de curandar este proyecto

Descender físicamente a un espacio suele remitirnos siempre a la concepción universal de bajada a los infiernos. Sin embargo en esta ocasión, cuando alcanzamos la exposición de  la Sala Amadis en la planta baja, a la que nos conduce unas escaleras, la percepción que nos inunda es diferente. Esto sucede porque al llegar, la inmersión que provoca el lugar es la de en una suspensión en el tiempo, donde la misma idea del cronos es la que nos recorre el  espacio.

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‘Blow up’, 2013, de Nuria Fuster.

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‘Biblioteca’, 2007, de Clara Montoya.

Desde que el mundo es mundo, el tiempo, como Dios Cronos, ha sido y es un aspecto inherente a nuestra existencia. Podríamos incluso decir que es uno de los ejes que ha marcado nuestro pasado – La Historia- y el que marcará nuestro futuro -El Destino-. También el que organiza y dicta el ritmo de ciudades, provincias, países, inclusive de los continentes que forman el mundo, en los actúa con horarios diferentes. Además de ser un ente que representa el comportamiento y las exigencias de cada época: en los tiempos que vivimos, lo instantáneo y simultáneo impera en el modo de trabajo, en la navegación por Internet o  en nuestra dependencia a los dispositivos digitales.

Por otra parte, ejerce la faceta de demiurgo y hacedor de casualidades cuando su aliado el azar, armoniza aquellas piezas que ha reunido, y finalmente las encaja como si de un puzzle se tratase. No obstante en estos accidentes sin intencionalidad, podemos incluir tanto las desgracias, en las que nos parece que el tiempo interviene para ralentizar su propio transcurso; como la otra cara de la moneda, cuando la felicidad está de nuestra parte y es entonces que percibimos lo contrario, la rapidez con la que el bienestar nos abandona, aún sin casi haber podido saborearlo.

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‘Spiaggia dei conigli’, 2014, Françoise Vanneraud.

La reflexión y  la meditación también se reflejan entre las muchas lecturas y capas que construyen esta exposición, donde el espectador aterriza en cada rincón a modo de cápsula de tiempo, para sintonizar la actuación de éstas con algunas de sus experiencias vividas. Tarea que no resulta fácil transmitir, pero que sin embargo, sí han logrado conseguir los artistas y comisarios, quizás al haber dado con la respuesta a la siguiente cuestión planteada: ¿Cómo representar la danza de las multiplicidades temporales? Entonces dan paso el aire en escena, gracias a los múltiples ventiladores que potencian las obras, y nos lanza a volar por estos intervalos del cronos.

 

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