La Anunciación del Greco resplandece en Roma

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Este pequeño óleo realizado por el pintor hacia 1596-1600 reproduce en pequeño formato la pintura del Museo del Prado que formó parte del retablo del Colegio de Nuestra Señora de la Encarnación de Madrid. Procedente del Museo Thyssen-Bornemisza esta obra del pintor cretense se exhibe en los Museos Capitolinos hasta el 17 de abril gracias a un intercambio entre esta institución y el museo madrileño, que el pasado verano exhibió la Buena Ventura de Caravaggio. Ofrecemos a nuestros lectores un estudio comparativo entre las distintas anunciaciones de Doménikos Theotokópoulos

Doménikos Theotokópoulos, conocido como el Greco (un apodo en dialecto véneto que alude a su procedencia cretense), se traslada a Venecia en 1567 donde permanece hasta que se va a vivir a Roma tres años después, ciudad en la que reside seis años. Y a pesar de que el pintor vivió una década en Italia, como comenta Sergio Guarino, comisario de la exposición de los Museos Capitolinos, «no dejó un gran legado pictórico en la península itálica porque en esos momentos prevalecían otros estilos».

Cuando todavía resuenan los ecos de la primera retrospectiva, desplegada en la ciudad véneta de Treviso (2015-2016), centrada en el decenio italiano del gran artista visionario de la pintura del siglo XVI, llega a Roma esta Anunciación, considerada como uno de los más altos logros de su maestría final, cuyas características formas alargadas se delinean con unas pinceladas veloces, casi paroxísticas del color, y un evidente horror vacuo en la composición. Un cuadro que destaca por la profunda espiritualidad y fuerte cromatismo.

Sobre estas líneas, La Anunciación, del Greco, h. 1576, óleo sobre lienzo, 117 x 98 cm. Arriba, detalle de La Anunciación, del Greco, h. 1596-1600. Ambas obras pertenecen a la colección del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid.

Sobre estas líneas, La Anunciación, del Greco, h. 1576, óleo sobre lienzo, 117 x 98 cm. Arriba, detalle de La Anunciación, del Greco, h. 1596-1600. Ambas obras pertenecen a la colección del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid.

El Museo Thyssen Bornemisza atesora en su colección dos obras sobre el tema de la Anunciación del Greco. Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza adquirió en 1975 uno de estos óleos, fechado hacia 1576 y, por tanto, inscrito en la parte final de la etapa italiana del Greco, perteneció al príncipe Corsini de Florencia, pasando posteriormente a la colección de Luigi Grassi, también de Florencia. En 1927 se localiza en Londres, y un poco después en las  galerías Trotti et Cie (París) y Knoedler (Nueva York). De Estados Unidos regresó de nuevo a Florencia, en concreto a la colección de Alessandro Contini-Bonacossi, último propietario antes de entrar en Villa Favorita. Mientras estuvo en esta colección, la obra participó por primera vez en una exposición celebrada en Roma, en 1930.

Tríptico de Módena, del Greco, h. 1567, óleo sobre tabla, Módena, Galería Estense.

Tríptico de Módena, del Greco, h. 1567, óleo sobre tabla, Módena, Galería Estense.

Como ha señalado Álvarez Lopera, el modelo utilizado por el Greco para esta Anunciación es su Tríptico de Módena por las similitudes que se dan en muchos detalles, como la fisonomía y la posición de la Virgen, el ropaje del arcángel o la forma del reclinatorio. La postura que el pintor elige para su figura, tanto en el Tríptico de Módena como en la tela del Museo Thyssen-Bornemisza, se define «con una diagonal organizada con el eje del cuerpo y la pierna, cuya rodilla se marca entre las telas. Mientras que en las obras del Museo del Prado y de la colección Muñoz, la Virgen mantiene el tronco casi recto, girando la cabeza hacia el ángel, y su pierna izquierda más pegada al pupitre», afirma Mar Borobia, conservadora del Museo Thyssen.

En la composición de esta obra, el Greco recurre a una serie de elementos tomados de pintores italianos, aunque como afirma Mar Borobia, estos «préstamos se transmutan en sus telas fundiéndose con maestría y creando una obra cuyo resultado final es personal». Así, esta Anunciación se inspira en composiciones del mismo tema de Tintoretto, el Veronés y, sobre todo, de Tiziano y de su lienzo del mismo tema para la iglesia de San Salvador de alrededor de 1570.

La Anunciación, del Greco, h. 1596-1600, óleo sobre lienzo, 114 x 67 cm, Madrid, Museo Thyssen Bornemisza.

La Anunciación, del Greco, h. 1596-1600, óleo sobre lienzo, 114 x 67 cm, Madrid, Museo Thyssen Bornemisza.

Por otra parte, la Anunciación (h. 1596-1600) que ahora se expone en Roma reproduce en pequeño formato la del Museo del Prado que formó parte del retablo del colegio de doña María de Aragón. Procede de la colección Pascual de Barcelona y entró en Villa Favorita en 1954. El Greco ha organizado el espacio en dos mitades que hacen alusión al mundo real (el pupitre, el castillo y el velo del templo) y al sobrenatural. El artista ha elegido el instante en que «María acepta el mensaje del ángel que, en señal de veneración, cruza sobre el pecho sus brazos. La zona superior se ocupa con un rompimiento de gloria donde un coro de ángeles músicos con instrumentos sigue las instrucciones del director que marca el compás con la mano, mientras que con la otra sostiene la partitura», explica Mar Borobia. Así, el Greco une en su tela dos mundos, el terrenal y el celestial, «con un haz descendente de luz de cabezas de querubines por donde baja la paloma del Espíritu Santo. La carga emocional de la tela se incrementa con el colorido, con sus contrastes y con el toque de pincel», añade Borobia.

Es posible que esta obra del Museo Thyssen fuese el modelo definitivo que el pintor presentó tras el encargo recibido por el pintor cretense para la realización de un cuadro de gran tamaño destinado a un majestuoso retablo, enmarcado en madera. Realizado entre 1596 y 1599 para el altar mayor del Colegio de Nuestra Señora de la Encarnación de Madrid, conocido como el Retablo de Doña María de Aragón (la cliente fundadora del colegio), fue desmembrado a inicios del siglo XIX.

Se ha especulado mucho sobre el número de pinturas y la manera en qué estaban colocadas en este retablo, aunque últimamente se ha llegado al consenso de que debían ser siete óleos, de los que cinco de ellos se conservan en el Prado, otro acabó en el Museo Nacional de Rumanía de Bucarest y el séptimo se perdió. Posiblemente estaba dividido en dos niveles, en la parte alta, las escenas que representan la Crucifixión (en medio), la Resurrección (izquierda) y Pentecostés (derecha), y en la parte baja del retablo, la Anunciación (en el centro), la Adoración de los pastores (izquierda) y el Bautismo (derecha).

Si el cuadro del Thyssen es la pieza de presentación respecto a la pintura del Prado, la obra análoga actualmente conservada en el Museo de Bellas artes de Bilbao se presenta como un lienzo de colaboración entre el Greco y su taller, realizada tras la ejecución de la pintura principal. Menos definida se presenta la colocación de los dos cuadros similares de la Galería Nacional del Palacio Barberini de Roma, la Adoración de los pastores y el Bautismo de Cristo, que la crítica más reciente, aun admitiendo la casi total autoría, se inclina a considerarlas réplicas posteriores.

Como afirma Serena Baccaglini, catedrática de la Universidad Católica de Milán y miembro del comité científico de la exposición de Treviso: “La genialidad del Greco estriba en haber logrado la fusión de dos culturas contrapuestas: la griega ortodoxa y la renacentista católica romana. Y es sorprendente su capacidad, sin rechazar ninguno de estos dos lenguajes, para conseguir fusionarlos en un elemento formal que lo distingue, original y singular…, es esto lo que hace del Greco un artista eminentemente visionario que turbó a Manet, Cézanne y Picasso”.

De hecho, el estilo del Greco es el resultante de una meditada asimilación de diferentes culturas, una fusión que solo en España, en la ciudad de Toledo, llegó a alcanzar los máximos niveles de espiritualidad, cuya reflexión queda acentuada por el alargamiento de las figuras a favor de una evocación casi abstracta (¿o de una mejor perspectiva?), que sería revalorizada hacia finales del Ochocientos.

Cabe recordar que el Greco emigró a España atraído por la obra de El Escorial pero no obtuvo el encargo de pintor de corte porque su obra no fue apreciada por el rey Felipe II, óbice que no le impidió recibir numerosos otros encargos, permitiéndole una vida acomodada. Murió el 7 de abril de 1614 tras haber dejado todos sus bienes al hijo, Jorge Manuel, fruto de su relación con Jerónima de las Cuevas.

Carmen del VANDO BLANCO

 

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