Palermo y Roma celebran el Amor

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Dos exposiciones en estas dos ciudades italianas indagan en las variadas facetas de este sentimiento tan universal y cómo se ha retratado en el arte. Por una parte, el Chiostro del Bramente romano se ha centrado en la visión contemporánea a través de obras de artistas como Warhol, Tracey Emi, Marc Quinn o Joana Vasconcelos (prorrogada hasta mediados de marzo) y, por otra, el palacio Bonocore palermitano reflexiona sobre el contraste y las afinidades entre el amor celestial y terrenal (hasta el 31 de marzo)

Quizás porque el patrono de los Enamorados, San Valentín, sea italiano, dos ciudades del país celebran con la A mayúscula el Amor en el Arte.

Love, por Robert Indiana, 1966-99.

LOVE. El arte contemporáneo encuentra el amor, la exposición que acoge el Chiostro del Bramante, la histórica sede romana que celebra veinte años de actividad expositiva, celebra el sentimiento más universal a nivel internacional. De hecho, por vez primera se ha logrado reunir un núcleo de artistas muy destacados del arte contemporáneo: Yayoi Kusama, Tom Wesselmann, Andy Warhol, Robert Indiana, Gilbert&George, Francesco Vezzoli, Tracey Emin, Marc Quinn, Francesco Clemente y Joana Vasconcelos, que presentan unas obras muy autobiográficas, fruto de sus experiencias vitales.

Gigantesco corazón realizado con cubiertos de plástico rojo por Joana Vasconcelos.

Así pues, en las salas de este centro expositivo, el espectador se encontrará con distintas facetas y miradas al Amor: feliz, esperado, incomprendido, odiado, ambiguo, transgresivo, infantil…, bajo un tono marcado por impactos visuales y perceptivos y experiencias sensoriales.

La primea pieza que se encuentra el visitante es Love (1966-1999), un letrero que Robert Indiana realizó en los años sesenta del siglo pasado y que sigue siendo el icono más representativo de una imagen hecha palabra, la pura alma del Arte.

Obra de Yayoi Kusama.

Kusama propone al espectador una inmersión en un caótico juego de espejos y alucinados paisajes donde los objetos y los personajes se confunden. Mientras la esencialidad y la centralidad de la imagen son las protagonistas de Wesselmann, que muestra una imagen estereotipada y comercial, impuesta por la cultura de masa.

Por su parte, los trabajos de Clemente presentan infinitos rostros en los que aparecen la sonrisa y el dolor: el amor que se desvela con toda su ambigüedad. Quinn se agrupa a este mismo universo turbulento, con imágenes del amor que encierra su tragedia, la felicidad que se ahoga en las lágrimas de un engaño.

Marilyn Monroe, por Andy Warhol.

Y quizás el rostro de Marilyn Monroe sea la cara del amor, cuyo retrato se convirtió en la firma de un artista como Warhol. El icono más repetido, una visión que reúne múltiples sensaciones, una mirada que resume todas las expresiones.

Las videoinstalaciones narran las experiencias de Ragnar Kjartansson, Tracey Moffatt, Nathalie Djuberg y Hans Berg: el amor expresado con el engañoso planteamiento teatral y en las románticas escenas de besos cinematográficos, así como con las voces distorsionadas de un mundo oscuro que aluden a una belleza inquietante.

Siguen el arte y la escritura que cuentan imborrables vivencias por medio de la íntima y clara grafía de Tracey Emin, mientras la fragilidad y el temor se evidencian en los cuerpos torturados de las esculturas femeninas de Manders.

Fotografía de Vanessa Beecroft.

Vezzoli roza el lenguaje escultórico y fílmico en un diálogo sutilmente seductor, y aun un ejercicio de equilibrio lo manifiesta Mayer en la envoltura de sus bellísimas modelos. La misma relación fetichista que prevalece en Vanessa Beecroft con las modelos y la fotografía.

Toda una osadía la de Gilbert y George, que desfiguran sus propios cuerpos en un entrelazamiento de imágenes y, finalmente, el gigantesco corazón realizado por Vasconcelos con cubiertos de plástico rojo completa el camino acompañando al visitante con las notas del fado interpretado por Amalia Rodriguez.

Dos esculturas de Bramante.

Con el mismo tema afrontado por los autores contemporáneos, la exposición del palacio Bonocore de Palermo, El enigma del Amor en el Arte contemporáneo, se articula en cinco apartados: desde la tradición clásica al contemporáneo, una dialéctica creativa reinterpreta en el presente elementos simbólicos fuertemente anclados al imaginario colectivo humano y cargados de ambivalencias.

Waterfront, por Studio Forward, vídeo, 2006-2016.

¿Amor celestial o terrenal? Ese es el dilema eterno de la humanidad y de los artistas en particular. Inspirada en el lienzo de Tiziano de 1514 Amor sacro y Amor profano, la exposición palermitana explora, en sus significados e interpretaciones opuestas, el eterno enigma del amor a través de las plurales expresiones del contemporáneo.

Dame di carta, por Ignazio Schifano, 2015, óleo sobre lienzo, 260 x 220 cm.

Como explica la comisaria, Alba Romano Pace: “Vídeo, instalaciones, pintura y escultura mezclan técnicas y lenguajes diferentes, injertan identidades culturales y evocaciones sensoriales, enfocando la atención en la interacción ser humano-naturaleza. El propósito es el de crear una especie de ‘fenomenología del amor’, evidenciando los contrastes y las afinidades entre sus dos más fuertes expresiones: la celestial y la terrenal, antitéticas solo en apariencia. Todo elemento del amor puede ser uno y su exacto contrario, pero logra enviar un único mensaje de paz”.

Carmen del VANDO BLANCO

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