La modernidad española y el universo picassiano

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Dos exposiciones en Málaga hacen un recorrido por el arte español entre 1916-1957. La Fundación Picasso propone una lectura por lo que Eugenio d’Ors bautizó como “arte nuevo” a través de una serie de obras de la Asociación Colección Arte Contemporáneo (ACAC). Por otra parte, la Casa Natal estudia la influencia del maestro malagueño en la creación artística del siglo XX. Un total de 77 obras de 48 artistas como Picasso, Rafael Barradas, Francisco Bores, Chillida, Dalí, Óscar Domínguez, Juan Gris, Maruja Mallo, José Moreno Villa o Antoni Tàpies. Hasta el 11 de junio

La Asociación Colección Arte Contemporáneo (ACAC) fue fundada en 1987 –un momento en el que, hay que recordar, aún no existía, por ejemplo, el Museo Reina Sofía– por un grupo de 21 empresas privadas españolas con la idea de recuperar, conservar y dar a conocer el arte moderno y contemporáneo español dentro y fuera de nuestras fronteras.

Para conseguir este objetivo, lo primero era adquirir obras, hasta llegar a conformar una importante colección donde estuviesen representados la mayor parte de los artistas españoles de los siglos XX y XXI. Ahora, casi treinta años después, han reunido más de 1.100 obras entre pinturas, esculturas y obra en papel que van desde 1915 hasta 2014, y han desarrollado una gran labor de difusión del arte español, sobre todo desde tres vertientes: prestando obras a fundaciones y museos de todo el mundo, organizando exposiciones con fondos propios, dentro y fuera de España y, por último, firmando en enero de 2000, un acuerdo de préstamo con el Ayuntamiento de Valladolid (que se acaba de renovar) por el que la colección pasó a estar depositada en el Museo Patio Herreriano, para que el público pueda disfrutar de este conjunto de obras.

Sobre estas líneas, «Retrato de Josep M. Albiñana», por Joaquim Sunyer (1874-­1956), 1918-19, óleo sobre lienzo. Arriba, «Calle de Barcelona», por Rafael Barradas (1890‐1929), 1918, óleo sobre lienzo. Todas las obras, Asociación Colección Arte Contemporáneo (ACAC), Museo Patio Herreriano, Valladolid.

A medio camino entre el coleccionismo y el mecenazgo, las empresas que forman parte de ACAC –cuyo presidente es José Lladó– contribuyen anualmente al fondo para adquisiciones y, a partir de ahí, es el equipo de consejeros artísticos el que decide qué piezas se compran. Este método asegura que las obras adquiridas reflejan el compromiso de la colección, centrado en mostrar lo más ampliamente posible el trabajo de los creadores contemporáneos españoles, como sería el caso de los artistas de los años veinte y treinta del pasado siglo, de los que apenas había obras en España.

Desde 2002, María Corral es la directora de esta colección y la encargada de elegir las obras que luego propone al comité artístico, que está formado por ella misma y tres consejeros, Simón Marchán Fiz, Antonio Bonet Correa y Eugenio Carmona.

A pesar de que han cubierto muchos huecos de la historia del arte español, continúan intentando encontrar obras que completen los primeros cincuenta años del siglo XX. “En general compramos a través de las galerías, porque hacen una labor muy importante mostrando a los artistas y siguiendo su trabajo, es decir, favoreciendo la creación. Además, contamos con un grupo de personas que nos avisan cuando aparecen obras determinadas de algún artista o periodo que necesitamos completar. También acudimos a ferias como Feriarte o ARCO y estamos pendientes de las subastas”, explica Corral.

Pluralidad de voces

Tras su paso el otoño pasado por el Meadows Museum de Dallas, la Sala de Exposiciones de la Fundación Picasso de Málaga (plaza de la Merced número 13) acoge una selección de 88 obras de 49 artistas que forman parte de esta colección en la exposición Arte recuperado (1916- 1957). La modernidad española en la Asociación Colección Arte Contemporáneo. Un amplio recorrido por lo que Eugenio d’Ors bautizó en los años cuarenta como “arte nuevo”, que es el núcleo formador y uno de los puntos fuertes de la colección y de la modernidad española, una experiencia que iría desde 1916 hasta principios de los cincuenta, si bien esta muestra llega hasta 1957, fecha en la que se funda el grupo El Paso, aunque se han incluido dos obras de 1960 de Alberto Sánchez Pérez porque conceptualmente pertenecen a su etapa de los años treinta.

«Composición», por Joan Ponç (1927-­1984), 1947, técnica mixta sobre tabla.

A Eugenio Carmona, comisario de la muestra, lo que le interesaba era mostrar el tejido del enorme conjunto de las distintas voces que constituyeron la modernidad española más allá de las figuras más conocidas internacionalmente y, por otra, destacar su singularidad. Así, como él mismo afirma, “no solo se trata de rescatar y dar a conocer tanto en Estados Unidos como en España a soberbios artistas como Rafael Barradas, Francisco Bores, Pancho Cossío, Benjamín Palencia, Leandre Cristófol, Ángel Ferrant, Maruja Mallo, Alfonso Olivares, Hernando Viñes, Alfonso Olivares, Pablo Palazuelo, Eusebio Sempere, Martín Chirino o Pablo Serrano, sino contar la historia de la modernidad española desde parámetros no convencionales, como se ha hecho siempre en los manuales de historia del arte, y es que si aplicamos las narrativas europeas, el arte español se queda al margen”.

Para Carmona también es crucial que esto no se confunda con la españolidad del arte, porque no cree en las variantes castizas ni en la “paleta española”, sino, más bien, en confluencias, trayectorias y sensibilidades que marcan la continuidad entre distintos periodos e, incluso, entre los artistas del interior y los que estaban fuera. “Aunque España estaba preparada desde finales del siglo XIX para recibir la vanguardia, esto no ocurrió, sino que es al final de la década de 1910 cuando estalla el big bang de la modernidad, que llamamos así porque no se relaciona con nada precedente y porque este estallido se prolonga, como en el caso de la galaxia, hasta los años cincuenta”, explica Carmona.

«Sin título (Mujer en la ventana)», por Hernando Viñes, 1928, óleo sobre lienzo.

Ahora que la cuestión de las relaciones entre arte, política y sociedad, y cómo estos factores condicionan las experiencias artísticas, vuelve a ser un tema de debate en los cenáculos académicos y los círculos del arte, esta exposición defiende la tesis de que, a pesar de estos condicionantes, lo que define al arte nuevo es precisamente la autonomía de lo estético, con sus propias leyes de desarrollo. “Cuando era más joven pensaba que con la Guerra Civil terminaba todo, que fue una brecha insalvable, y no es así, creo que esto queda claro en la exposición, al mostrar la relación entre las dialécticas de la permanencia y el cambio, y cómo determinadas trayectorias del arte español se mantienen a pesar de situaciones muy marcadas políticamente. Y esto no quiere decir que esta contienda no fuese determinante en el destino de muchas personas, pero el arte nuevo fue una operación de transversalidad”, afirma Carmona.

Así, podríamos pensar en artistas como Benjamín Palencia y Alberto Sánchez, motores en 1927 de la Escuela de Vallecas, que el primero se quedó en España y el segundo se exilió en Rusia, o Pancho Cossío, fundador de Falange, y Francisco Bores, exiliado en Francia, que a finales de los años veinte desarrollaron la figuración lírica y que ambos prolongaron hasta más allá de los treinta. Otro aspecto muy interesante de esta propuesta expositiva es la idea de la pervivencia de la modernidad durante los primeros años del franquismo, cómo se va transformando y el encuentro con las nuevas generaciones de artistas.

«Columna dórica», por Alfonso de Olivares (1898-1936), 1932, óleo sobre lienzo.

Para Carmona hay tres años especialmente importantes, de 1947 a 1949, en los que tienen lugar muchas transformaciones. “Cuando descubres elementos ocultos en la obra de Oteiza que derivan del trabajo de Juan Gris, o cómo la figuración lírica de Bores en Francia se transforma en la abstracción lírica de Esteban Vicente en Estados Unidos, se van configurando otros nuevos recorridos de la modernidad”, señala Carmona. O el caso de Millares y Chirino, que ya generacionalmente pertenecen a otro periodo estético, pero en cuyo trabajo está presente la herencia de Óscar Domínguez en cuanto a la relación entre arte, naturaleza y cultura.

Para estructurar este discurso, la muestra está dividida en cinco apartados –“Forma. Hacia un nuevo ‘arte constructivo’”, “Nuevas fisonomías, realismos modernos”, “Poéticas del nuevo lirismo y de la expresión libre”, “Surrealismo expandido” y “Naturaleza, cultura y ‘arte nuevo’”), a través de los que se argumenta la idea de que si bien el arte español de este periodo no puede disociarse por completo de su contexto histórico, los artistas españoles hicieron grandes contribuciones estéticas al arte moderno en general, incluidas las de aquellos que estaban en el exilio, destacando además las conexiones entre los distintos artistas, pero también la diversidad de enfoques formales y conceptuales que adoptaron. Además, de los artistas citados antes, se exhiben también obras de Eduardo Chillida, Óscar Domínguez, Juan Gris, José Moreno Villa o Antoni Tàpies,

«Collage», por Manolo Millares (1926.1972), 1954, técnica mixta sobre arpillera.

La estela picassiana

Por otra parte, la exposición Junto al aura de Picasso, que se exhibe en la propia Casa Natal (plaza de la Merced, 15), se centra en la figura del artista malagueño como referencia artística de la modernidad. Y si como decíamos antes, el “arte nuevo” español destaca por la gran complejidad y diversidad sí que hay un elemento común y que no se puede obviar: la profunda huella que dejó Picasso en la creación artística del siglo XX y que podríamos resumir en dos extremos opuestos: asimilar o disentir del genio malagueño.

«Aves», por Óscar Domínguez, 1947, óleo sobre lienzo.

Y es precisamente esta polaridad o dualidad la que se refleja en esta muestra a través de un diálogo entre la obra en papel de Picasso –perteneciente a los fondos de la Casa Natal– y una selección de piezas pertenecientes a ACAC de otros artistas (José Moreno Villa, Joan Miró, Salvador Dalí, Julio González, Benjamín Palencia, Óscar Domínguez, Alberto Sánchez, Luis Fernández o Antoni Tàpies) con los que el maestro malagueño mantuvo algún tipo de relación. Unas relaciones marcadas en algunos casos por la afinidad política, otras por la amistad o convivencia, coyuntural o perdurable, en determinados ambientes artísticos y sociales, todo bajo el sesgo de la deuda o influencia del maestro malagueño.

Ángela SANZ COCA

Vista de una de las salas de la exposición en la Casa Natal de Málaga.

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