Rosa Barba: Registros de tránsito solar

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Hasta el 27 de agosto el Palacio de Cristal del Retiro de Madrid acoge un proyecto específico creado para este lugar por esta artista visual. Comisariado por Manuel Borja-Villel, en este trabajo la cineasta registra la incidencia de la luz solar sobre la arquitectura en cada sitio y en cada momento a la vez que establece un diálogo con las casuísticas tan propias de este espacio decimonónico

Rosa Barba (Agrigento, Italia, 1972) es una artista visual y cineasta afincada en Berlín, que fundamenta gran parte de su trabajo en el uso del celuloide, tanto en su materialidad como en su concepto. Tanto sus esculturas, instalaciones, películas e incluso libros de artista con frecuencia apelan a una dicotomía y a un discurso deliberadamente incoherente por el que dirige la mirada a un pretérito y a una obsolescencia para generar debates y diálogos no cerrados sobre realidades o irrealidades contemporáneas y futuras. Sus películas, a menudo con argumentos y tramas ficcionadas reiteran el cuestionamiento de un entorno si bien cercano también atemporal. Lo analógico, con una intrínseca reivindicación en una era que se antoja a priori hostil, adquiere un importante protagonismo en su obra, logrando que la forma se convierta en contenido, y el contenido en forma.

Todas las fotografías, vista de la exposición Rosa Barba. Registros de tránsito solar en el Pabellón de Cristal, 2017, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Fotos de Joaquín Cortés/Román Lores.

Desde sus primeros trabajos de finales de los noventa y principios del dos mil, Barba atiende a los contextos concretos donde van a ser ubicados, integrando a menudo esos entornos y arquitecturas para narrar nuevas historias a partir de ellos.  White Museum (Centre International d’Art & du Paysage, Vassivère, 2010), Free Post Mersey Tunnel (Bienal de Liverpool, 2010) o su reciente instalación en el Schirn Kunsthalle, Blind Volumes (Fráncfort, 2016) son buenos ejemplos de esa contextualización de algunas de sus propuestas artísticas.

Barba siente gran interés por cómo operan las distintas partes de una determinada máquina –como puede ser el cuerpo social o histórico–, está fascinación por la tecnología y la estética maquinal la acercan en cierto modo a artistas como Francis Picabia y su obra Fille née sans mère (Hija sin madre), un poema mecanomorfo de 1915, y cuyo título y estructura podrían considerarse como precedentes de la obra de Barba. El artista francés explora en esta y otras creaciones un mundo en el que individuos y máquinas están estrechamente ligados, fundidos, y conforman un mismo mecanismo. Barba elabora distopías similares en torno a nuestra relación con los sistemas y aparatos que nos rodean. Sus películas The Empirical Effect (El efecto empírico, 2009),Outwardly from Earth Center (Por fuera del centro de la Tierra, 2007) o Somnium (Soñar, 2011) presentan rasgos estilísticos que recuerdan al género de la ciencia ficción, ideando escenarios de temporalidad compleja, atrapados entre un pasado que ha dejado de existir y un futuro que se desconoce.

Existe otro punto común entre la obra de Barba y la de Picabia: las dos funcionan como diagramas. Aunque se inspiran a menudo en fotografías de coches, ventiladores o hélices, los dibujos de Picabia de los años veinte no son representaciones de máquinas, sino sus diagramas. Para su intervención en el Palacio de Cristal, Rosa Barba ha concebido una instalación titulada Registros de tránsito solar (2017) que responde a una estrategia semejante. Es a la vez un sistema del que formamos parte y su diagrama.

Como indica su nombre, registra la incidencia de la luz solar en la arquitectura en cada sitio y momento determinados. Para ello, ha dispuesto cuadrantes hechos de acero donde quedan anotados los movimientos del sol, y ha realizado una réplica parcial del edificio. Ventanas, columnas y arcos tienen un equivalente en su intervención. No obstante, un examen más detenido revela que estamos, en realidad, ante un dispositivo cinematográfico. Aunque sus paneles mantienen los trazos y dimensiones de las ventanas, sus colores nos remiten a los filtros propios del cine. Sin embargo, la luz no procede de una lámpara, sino que es natural, desvelando el funcionamiento de la naturaleza en tanto que máquina, y a nosotros como engranajes de la misma.

Barba posiciona al espectador que entra en el Palacio de Cristal en un lugar determinado. Este percibe, a través de los cristales del Palacio, la belleza del paisaje, los árboles que lo circundan, el cielo, las nubes. Pero estos elementos no constituyen una naturaleza separada de nosotros. Son partes de una maquinaria global, ordenada, cuyos movimientos han sido anotados en los cuadrantes que la artista ha emplazado en el edificio. El espectador contempla la máquina del mundo, pero al hacerlo se autoafirma y desafía esa estructura y su lugar en ella. La obra, que es al tiempo un sistema y su diagrama, nos devuelve al mundo como habitantes, y subraya los vínculos que nos atan al entorno y sus tecnologías.

White Museum – Live, de Rosa Barba, 2016, perfomance MoMA PS1, Nueva York. Fotografía: Charles Roussel.

Lo inescrutable de los paisajes del XIX se encuentra ahora en la máquina. Al contrario que entonces, el enigma no es externo, sino que está integrado en nuestros mecanismos y aparatos: desde ahí es donde podrán pensarse nuevas formas de organización. Barba sitúa al espectador en esta tesitura, desvela la máquina que es la naturaleza y los dispositivos en los que se apoya y, sobre todo, fija nuestro papel en ella para poder así, tal vez, cuestionarla e imaginar otras tecnologías posibles con las que relacionarnos. La noción de fisura, de interrupción de lo homogéneo, es la táctica que emplea Rosa Barba para hacernos conscientes del mecanismo en el que estamos inmersos y de cómo puede interpelarse, empezando por su reconocimiento.

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