Quinto centenario del fallecimiento del divino Rafael

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El próximo 2 de junio las Caballerizas del Quirinal (Roma) abren de nuevo sus puertas con la gran exposición dedicada a este pintor del Renacimiento. Un recorrido que arranca con su muerte y a partir de ahí da marcha atrás para mostrar toda su aventura creativa: de Roma a Florencia, de Florencia a Umbría, hasta llegar a las raíces de Urbino. Un impetuoso flash-back que se inicia con una espectacular reproducción en tamaño natural de la tumba monumental del artista en el Panteón de Roma. Hasta el 30 de agosto

Por fin el público que no pudo llegar a tiempo para ver la exposición Rafael Sanzio: 1520-1483, puede admirar ahora el esplendor de sus obras, reunidas excepcionalmente en las Caballerizas del Quirinal. Inaugurada el pasado 5 de marzo, la muestra fue suspendida unos días después por la epidemia del coronavirus.

La muerte de Leonardo, por François-Guillaume Menageot, 1781, óleo sobre lienzo, Beaune, Museo del Hotel Diêu. Arriba, presunto Autorretrato de Rafael (detalle), h. 1504-1506, temple sobre tabla, 47,5 x 33 cm, Florencia, Galería de los Uffizi.

Dando el relevo a las celebraciones del pasado año dedicadas a Leonardo; a lo largo de 2020, de Urbino a Trento, de Roma a Milán, se rinde homenaje a Rafael Sanzio en el quinto centenario de su fallecimiento, acaecida durante un Viernes Santo de un 6 de abril de 1520. “El agravarse de sus condiciones debía de ser rápido y verdaderamente preocupante si con solo 36 años y tras pocos días de conclamarse un estado de enfermedad, Rafael tomó la decisión de hacer testamento”, escribía Giorgio Vasari.

El papa León X y dos cardenales (Leone X tra i cardinali Giulio de’ Medici e Luigi de’ Rossi), por Rafael, 1518-19, óleo sobre tabla, 155 x 118 cm, Florencia, Galería de los Uffizi.

Como es sabido, la hagiografía pictórica decimonónica ha cedido a menudo a la tentación –pictóricamente irresistible– de representar la escena de la muerte de Rafael acompañado por la figura del papa León X, solemnemente bendiciendo al pintor o dramáticamente prostrado, en la línea iconográfica del soberano que rinde homenaje al sumo artista en su lecho de muerte, inspirada en las representaciones de Leonardo moribundo entre los brazos de Francisco I, de Menageot a Ingres.

Dama velada o La velada, por Rafael, 1514-16, óleo sobre lienzo, 82 x 60,5 cm, Florencia, Galería Palatina (Palacio Pitti).

La muestra de Roma se confirma como la exposición del año dedicada al divino pintor (“dotado de un talento sobrenatural, capaz de transfigurar la realidad haciéndola divina…”), en colaboración con la Galería de los Uffizi de Florencia, que ha prorrogado su préstamo, al igual que muchos otros museos. Se trata de una gran monográfica, comisariada por Marzia Faietti y Matteo Lafranconi, que reúne por primera vez más de 200 obras maestras. Préstamos excepcionales como la Virgen con Niño (Madona del gran duque) y La velada, además del retrato, restaurado para esta ocasión, El papa León X y dos cardenales (Leone X tra i cardinali Giulio de’ Medici e Luigi de’ Rossi), cedido por la Galería de los Uffizi (que han prestado un total de 49 obras de las que 30 son de Rafael); la Virgen de la Casa de Alba, de la Galería Nacional de Arte de Washington; el Retrato de Baltasar Castiglione y el Autorretrato con un amigo, del Museo del Louvre, o la Virgen de la Rosa o Sagrada Familia con san Juanito y la Visitación, dos joyas cedidas por el Museo del Prado.

Virgen de la Casa de Alba, por Rafael, 1511, óleo sobre lienzo, 98 x 98 cm, Washington, Galería Nacional de Arte.

En la ciudad de los papas, de la Curia, de los pontífices, de los humanistas, de los científicos y de los literatos, muchos de ellos amigos suyos, Rafael residió de 1509 a 1520: once años intensos y prolíficos expresando su talento en formas nuevas y experimentales que lo afirmaron como un gran pintor al nivel de Miguel Ángel, el sumo artista del Renacimiento. De hecho, la exposición es un homenaje al fundamental periodo romano, si bien enfocando, en clave monográfica, toda la amplia y articulada producción creativa del urbinés: desde las artes plásticas a las decorativas, de su faceta como conservador de la antigüedad a la arquitectura y el urbanismo. Cabe subrayar que Rafael fue nombrado responsable de la Fábrica de San Pedro en 1514. Por eso el recorrido expositivo no se limita a la presentación de las obras maestras de la pintura sino que se extiende a toda la actividad proyectual del artista, abarcando una amplitud jamás alcanzada en exposiciones precedentes.

Virgen con Niño (Madona del gran duque), por Rafael, h. 1505, óleo sobre tabla, 84 x 55 cm, Florencia, Palacio Pitti.

Fueron numerosas las responsabilidades que le fueron atribuidas al artista: dirigir las excavaciones, estudiar y conservar los hallazgos urbanos de la antigua Roma, supervisar la grandiosa obra de la basílica de San Pedro, perfeccionar el estudio y el método de la pintura, admirada y anhelada por los más importantes clientes dada su naturalidad e inalcanzable armonía además de muchos otros encargos que Rafael tuvo que asumir a lo largo de su estancia romana hasta su repentina muerte. Llegada su última hora inesperada y prematuramente, “grande fue la consternación y la tristeza que aquel fallecimiento había provocado en el ánimo de todos pero particularmente en el interior de aquella comunidad de humanistas, que al tiempo había inspirado y consentido en los años romanos el desarrollo del potencial proyectual y de las ambiciones culturales de Rafael”, como refiere Matteo Lafranconi en su ensayo La muerte de Rafael en las palabras de los contemporáneos.

Sagrada Familia con San Juanito o Virgen de la rosa, por Rafael, h. 1517, óleo sobre tabla pasada a lienzo, 103 x 84 cm, Madrid, Museo Nacional del Prado.

Esta exposición de Rafael se articula según una idea original, que propone un recorrido a partir de la fecha luctuosa del 6 de abril de 1520 y que va dando marcha atrás a toda su aventura creativa: de Roma a Florencia, de Florencia a Umbría, hasta llegar a las raíces de Urbino. Un impetuoso flash-back que se inicia con una espectacular reproducción en tamaño natural de la tumba monumental de Rafael en el Panteón de Roma. El famoso epitafio “en latín humanístico que exalta la fuerza creativa de Rafael justo a través de la desolación generada por su fin” nos lleva a un recorrido inverso para alcanzar toda la grandeza del joven artista, representado en el emblema de la exposición, que muchos estudiosos identifican en un Rafael adolescente.

Autorretrato con un amigo (conocido también como Doble retrato), por Rafael, 1518-20, óleo sobre tabla, 99 x 83 cm, París, Museo del Louvre.

Fue capaz de crear un estilo de devoción conmovedor sin posteriores rivales, como la Virgen de la silla y la Virgen Sixtina, con sus dulcísimos angelitos reproducidos al infinito. Y no solo eso, ideó un modelo para narrar la historia a través de los ciclos de frescos de las Estancias Vaticanas, algo que no ha sido superado en ese género de pintura. Igualmente brillante en los proyectos arquitectónicos y en el estudio arqueológico, materializado en una reconstrucción del plano de la Roma antigua, que no pudo llegar a ultimar al ser sorprendido por la muerte, lo que provocó una gran pena entre sus coetáneos. Supo, además, captar las aspiraciones de su generación, que anhelaba otra Edad del Oro, en la que habría imperado la belleza, la sabiduría y la paz: un sueño que se evaporó con su existencia. Aunque, como escribió Picasso: “Si, da Vinci nos prometió el Cielo (…) Rafael nos lo dio”.

Virgen de la silla (Virgen con Niño y san Juanito), por Rafael, 1513-14, óleo sobre tabla, 71 x 72 cm, Florencia, Palacio Pitti.

Los interesados en conocer la vida y la obra de este pintor pueden hacerlo en el amplio dossier que publicamos en la revista del pasado enero

Carmen del VANDO BLANCO

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