Un diálogo inédito entre las esculturas de Oteiza y Chillida

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La Fundación Bancaja presenta, por primera vez de forma conjunta, la obra de dos figuras clave en la escultura europea del siglo pasado. Casi dos décadas después del fallecimiento de ambos, el visitante puede contemplar más de un centenar de piezas que revelan en pie de igualdad las metáforas paradigmáticas de Oteiza y las metonimias sintagmáticas de Chillida. Hasta el 6 de marzo de 2022

La importancia mundial de Jorge Oteiza (Orio, 1908-San Sebastián, 2003) y de Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924-2002) quedó más que evidenciada a lo largo de la década de 1950, cuando los dos artistas vascos ganaron los mayores reconocimientos en certámenes del máximo prestigio en Europa y América: Oteiza se hizo con el Diploma de Honor en la IX Trienal de Milán en 1951 y Chillida lo obtuvo en la siguiente convocatoria, en 1954. Poco después, en 1957, Oteiza fue merecedor del Premio al Mejor Escultor Internacional en la IV Bienal de Sao Paulo y al año siguiente, en 1958, Chillida alcanzó el Gran Premio de la Escultura en la XXIX Bienal de Venecia.

Oteiza había regresado a España en 1948, después de vivir trece años en Latinoamérica, tiempo en el que, sin abandonar la actividad como escultor que había iniciado en la primera mitad de los años treinta, se dedicó sobre todo a la docencia universitaria. Ese mismo año, Chillida marchaba a París tras tomar la decisión de convertirse en escultor después de abandonar sus estudios de arquitectura. Sus trayectorias artísticas y vitales fueron muy distintas, pero también se cruzaron en el camino: Oteiza y Chillida se conocieron, tuvieron relación de amistad y cada uno contempló con atención e interés la obra del otro.

Oteiza y Chillida en la librería-galería Espelunca en San Sebastián, 1965.

Por tanto, ¿por qué no establecer un diálogo entre sus esculturas? ¿por qué no indagar en la producción que ambos llevaron a cabo entre las décadas de 1950 y 1960 y poner toda esa maquinaria artística a conversar? Aunque parezca mentira, hasta la fecha no se había llevado a cabo un encuentro expositivo entre Oteiza y Chillida desde la perspectiva de la contemporaneidad de las obras presentadas. Nunca se había propuesto ofrecer al público una conversación entre sus pensamientos estéticos y sus realizaciones escultóricas. Sin embargo, las metáforas paradigmáticas de Oteiza y las metonimias sintagmáticas de Chillida se revelan ahora, por fin, en pie de igualdad.

De este modo, la Fundación Bancaja acoge en Valencia, hasta el próximo 6 de marzo de 2022, Jorge Oteiza y Eduardo Chillida. Diálogo en los años 50 y 60, una exposición que permite acercarse por primera vez de forma conjunta a la obra de estos dos escultores vascos, dos de los artistas más relevantes de la escultura europea del siglo XX. Sin embargo, no es la primera ocasión en la que estos dos creadores vascos se dan cita en Valencia. Ya lo habían hecho a finales de los cincuenta… al menos de forma simbólica.

Encuentro a orillas del Mediterráneo

Como recuerda en el catálogo de la muestra su comisario, Javier González de Durana, en realidad su primer encuentro en la ciudad mediterránea se produjo en las páginas de la revista Parpalló, órgano portavoz del grupo homónimo que iluminó la modernidad artística en la capital valenciana entre 1956 y 1961. En el último número de aquella publicación, en el verano de 1959, aparecieron dos textos: uno de Vicente Aguilera Cerní, titulado “En torno a Jorge Oteiza”, y otro escrito por Gaston Bachelard, “El cosmos del hierro”.

El primero examinaba la evolución de Oteiza durante la década que finalizaba como nadie lo había hecho hasta entonces en la España franquista; el segundo era la traducción (realizada por Elena Aura) del escrito que se había dado a conocer en París tres años antes con motivo de la primera exposición personal de Chillida en la Galerie Maeght, es decir, la primera traducción al castellano de un artículo pionero sobre Chillida escrito por una personalidad europea de primer nivel. A esas alturas, su impronta y su influencia en el mundo del arte no dejaría ya de crecer.

Ese influyente legado puede apreciarse en la selección de un centenar de sus obras, procedentes de colecciones públicas y privadas, que se ha realizado para la muestra. El criterio ha partido de una perspectiva cronológica, iniciándose en la mencionada fecha de 1948 -cuando Oteiza regresa a España después de su larga estancia en Latinoamérica y Chillida se va a París con la voluntad de convertirse en escultor- y concluye en 1969 -con la culminación de la estatuaria del Santuario de Aránzazu por parte de Oteiza y la instalación de la primera gran obra pública de Chillida en Europa ante el edificio parisino de la UNESCO-. Por tanto, 1948 fue año de viajes que supusieron tanto reinicio para uno, como inicio para otro y 1969 lo fue de materialización de importantes obras en el espacio social colectivo.

Dos puertas para la Basilica de Arantzazu, por Chillida, 1954-55.

Dentro de esta etapa se reconoce en unos primeros momentos una tendencia común a trabajar sobre la figura humana, pero con diferentes acentos, uno primitivista-expresionista en Oteiza, y otro clasicista-arcaizante en Chillida, resultando en ambos casos que los rasgos antropomórficos quedan reducidos a leves evidencias, en una línea común a la de otros artistas del momento que desfiguraban la representación naturalista del cuerpo. Sus fuertes y muy diferentes personalidades empezaron a manifestarse con lenguajes singulares a partir de los primeros años cincuenta.

Chillida miró más a la tradición representada por Julio González, trabajando la forja de hierro para desplegar un universo de imágenes de naturaleza surrealizante a partir de materiales evocadores de utensilios agrícolas. Oteiza indagó en las investigaciones de Henry Moore acerca del espacio, el hueco y la masa, formalizando un poderoso y dramático repertorio de figuras en las que el vaciamiento expresivo, no el vacío inerte, iba ganando presencia.

Carácter distinto, inquietudes comunes

Los dos trabajaron para el Santuario de Arantzazu, donde dejaron algunas de sus mejores obras de la primera mitad de dicha década -abstracción geométrica en las puertas y existencialismo trágico en la estatuaria- pero alcanzaron la plenitud creativa a partir de 1955-56, cuando Oteiza dio inicio y completó sus investigaciones espaciales que denominó “propósito experimental”, y Chillida empezó a “cortar el hierro” para crear el peculiar y romántico lenguaje cercano al informalismo.

Su carácter distinto y, por tanto, sus diferencias como artistas son palpables. Sin embargo, durante los años 50 y 60 compartieron intereses e inquietudes creativas, participaron en proyectos culturales, tuvieron iniciativas políticas en favor de otros artistas y estuvieron envueltos por el espíritu de la época, el cual puede rastrearse en sus obras con sutiles idas y venidas de uno a otro que esta exposición invita a descubrir.

Izquierda: Eduardo Chillida. Música de las esferas II. 1953. Museo de la Univeridad de Navarra
Derecha: Jorge Oteiza. Vía Láctea. 1955. Col. Fundación Museo Jorge Oteiza.

Esta iniciativa de la Fundación Bancaja ha sido posible gracias al consenso y la colaboración logrados de las instituciones legatarias de ambos artistas tanto la Fundación-Museo Jorge Oteiza (Alzuza, Navarra) como Chillida-Leku (Hernani, Gipuzkoa, País Vasco). A las obras de ambas fundaciones se han sumado las procedentes de otras colecciones públicas y privadas como el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Museo de Bellas Artes de Bilbao, IVAM, Museo Guggenheim Bilbao, Colección Iberdrola, Fundación “la Caixa”, Santuario de Arantzazu, Colección Kutxa, Colección de Arte Banco Sabadell, Cámara de Comercio, Industria y Servicios de Córdoba, Colección Banco de España, Museo Universidad de Navarra, Fundación María José Jove, Fundación Santander, Colección Hortensia Herrero, Colección Arango, Colección Daza Aristi, Abadía de Retuerta. Le Domaine, Fundación Azcona, Colecciones ICO, Galería Guillermo de Osma, Galería Michel Mejuto, Galería Carreras&Múgica, entre otros.

Además, con motivo de la exposición, se ha editado un catálogo que, junto con la reproducción de las obras y diversa documentación gráfica inédita, incluye dos artículos de investigación del comisario. El primer texto analiza la recepción crítica que la obra de ambos artistas tuvo en España durante aquellas décadas, examinando textos de Juan Antonio Gaya Nuño, Vicente Aguilera Cerní y Juan Daniel Fullaondo, entre otros. El segundo texto analiza las obras de ambos escultores realizadas en Homenaje a Juan Sebastián Bach.

Datos útiles

Jorge Oteiza y Eduardo Chillida. Diálogo en los años 50 y 60

Plaza de Tetuán, 23 , Valencia. Fundación Bancaja

Hasta el 6 de marzo de 2022

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