Francisco Pradilla, el gran maestro de la pintura histórica

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El Museo del Prado reúne una selección de ocho obras del artista zaragozano conservadas en la pinacoteca nacional, institución que dirigió de 1896 a 1898. La muestra permitirá al visitante descubrir la trayectoria de Pradilla como pintor de historia. Hasta el 23 de octubre

La exposición Francisco Pradilla (1848-1921), esplendor y ocaso de la pintura de historia en España en el Museo del Prado cuenta con el patrocinio de Ramón y Cajal Abogados y refleja el interés por la pintura de historia y el periodo por el que Pradilla sentía predilección, el de finales del siglo XV y principios del siglo XVI, en dos etapas de su producción: el inicial, consagrado por el éxito de su cuadro Doña Juana la Loca, y el final, entre 1906 y 1910, cuando el género había caído en desuso.

Hasta el próximo 23 de octubre, dentro del programa Presentación de colecciones del Siglo XIX, la sala 60 del edificio Villanueva reunirá una selección de ocho obras de Francisco Pradilla (Villanueva de Gállego, Zaragoza, 1848-Madrid, 1921) conservadas en el Museo. Junto al mencionado cuadro Doña Juana la Loca y su boceto, expuestos en la sala 75, estas obras permitirán al visitante hacer un recorrido por su trayectoria como pintor de historia, la dedicación que le dio su mayor fama. Se celebra así también el reciente centenario del fallecimiento de este artista, que fue director del Museo del Prado.

Ejemplo de pintor de historia

El cuadro de historia fue el género más valorado en la pintura española entre 1856 y 1890. Entre sus cultivadores, Francisco Pradilla fue el que obtuvo mayor reconocimiento nacional e internacional. Su obra Doña Juana la Loca recibió el galardón máximo, la Medalla de Honor, en la Exposiciones Nacional de Madrid de 1878 y en la Universal de París de ese mismo año. Tanto el cuadro como su boceto se exponen permanentemente en la sala 75 del Museo.

Doña Juana la Loca ante el sepulcro de su esposo, Felipe el Hermoso (boceto), por Francisco Pradilla, 1877. Óleo sobre lienzo, 52 x 74,2 cm. Sala 075. Museo del Prado. Arriba, el cuadro definitivo, premiado la medalla de honor en la Exposición Nacional de 1878 y medalla de honor ese mismo año en la Sección Española de la Universal de París.

Pero la colección del Prado permite explicar, con otras obras, la dedicación del artista a esta temática, que inició con la copia de la obra de Lorenzo Vallés, El cadáver de Beatrice de Cenci, punto de partida para la asimilación del lenguaje pictórico que Pradilla desarrollaría de modo original en los años siguientes. Esta obra, reciente donación, se expone por vez primera.

En relación con su lienzo más famoso, el Prado conserva, además del boceto, el primer pensamiento pintado para esa obra, La reina doña Juana la Loca en los adarves del castillo de la Mota (1876). A ellos hay que agregar la copia grabada del lienzo final, de extraordinaria calidad, realizada por Bartolomé Maura.

De la otra gran pintura de historia del artista, La rendición de Granada, realizada para el Palacio del Senado, guarda asimismo un estudio preparatorio tomado del natural para el caballo de Boabdil, titulado Caballo árabe del conde Bobrinski (1880).

Tanto el lienzo de La rendición de Granada como el de Doña Juana reflejan el máximo esplendor de la pintura de historia. Sus asuntos transcurren en el periodo de finales del siglo XV y principios del siglo XVI. Esa época articuló la mayor parte de la producción posterior del artista relacionada con el cuadro de historia.

Con posterioridad a la crisis del 98 hubo un resurgimiento muy específico de la pintura de historia, con un carácter casi de reconstrucción de ambientes del pasado. Pradilla era el artista más dotado para ello por su virtuosismo y logró plasmarlos de un modo sorprendentemente vivo en obras como La reina doña Juana la Loca, recluida en Tordesillas, con su hija, la infanta doña Catalina (del que existen dos versiones en el Prado de 1906 y 1907) y en el Cortejo del bautizo del príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos, por las calles de Sevilla (1910).

Cortejo del bautizo del príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos, por las calles de Sevilla, por Pradilla, 1910. Óleo sobre lienzo, 193 x 403 cm, Museo Nacional del Prado.

Como Mariano Fortuny, Pradilla alcanzó una gran calidad como acuarelista. Una muestra de cómo aplicó esta técnica durante su etapa en Italia a los asuntos históricos la encontramos en El Dux Marino Faliero, una de sus mejores acuarelas, en la que representa a un personaje que dio lugar a numerosas pinturas en el siglo XIX.

Sobre el autor

Sin apenas estudios, Pradilla entró como aprendiz en el taller zaragozano del pintor y escenógrafo Mariano Pescador, quien le anima para que acuda a las clases de la Escuela de Bellas Artes de San Luis. Recomendado por su profesor, Bernardino Montañés, se trasladó a Madrid, donde combinó su trabajo como ayudante en el estudio de los escenógrafos Augusto Ferri y Jorge Busato, con la asistencia a las clases de la Escuela Superior de Pintura, Escultura y Grabado. Incitado por José Casado del Alisal, primer director de la Academia Española en Roma, que deseaba contar en la primera promoción de pensionados con las mejores promesas del panorama artístico español, optando a la pensión que consigue brillantemente.

El trabajo correspondiente al tercer año de pensión le supuso un éxito rotundo. La obra titulada Doña Juana la Loca consiguió la medalla de honor en la Exposición Nacional de 1878 y medalla de honor ese mismo año en la Sección Española de la Universal de París. Este sonoro triunfo le llevaría a recibir el encargo del Senado para la ejecución del cuadro La rendición de Granada, que si bien no resultó tan acertado como el anterior, su difusión le catapultaría a una fama internacional. Su nombramiento como director de la Academia de España en Roma, sustituyendo a Casado del Alisal, le hizo fijar su residencia en la Ciudad Eterna, donde, emulando a su admirado Fortuny, abrió un estudio al que acudían los más importantes coleccionistas y marchantes de Europa. Pronto se percató de que las obligaciones burocráticas y docentes que le exigía el cargo de director de la Academia, le apartaban de su verdadero interés por la pintura.

El abandono de numerosos encargos le llevó a presentar su renuncia ocho meses después del nombramiento. A pesar del desastre económico que le supuso la quiebra de la banca de Ricardo Villodas, donde tenía depositados sus ahorros, Pradilla siempre reconoció que esos diez años vividos en Italia, alternando su trabajo en Roma con los veranos pasados en las Lagunas Pontinas de Terracina, fueron los más felices de su vida. El nombramiento como director del Museo del Prado en 1896 y su obligado ­regreso a España, rompieron esa época feliz a la que nostálgicamente Pradilla regresaría a menudo, no solo en sus pensamientos, sino en sus propias creaciones pictóricas. El nombramiento venía a colmar las ambiciones del gran pintor aragonés que, pese a su mala experiencia al frente de la Academia de España en Roma, y a las renuncias personales que tal decisión comportaba, no olvidemos que estaba afincado en Roma, desde hacía muchos años y gozaba de un extraordinario reconocimiento artístico entre coleccionistas y marchantes de todo el mundo, afrontaba el nuevo reto con el convencimiento de realizar una brillante gestión al frente de la primera pinacoteca española.

Autorretrato, por Pradilla, 1918. Óleo sobre lienzo, 46,8 x 35,5 cm.

Lamentablemente, la situación real del Museo, que había amargado los últimos meses de la vida de Federico de Madrazo, al recibir fuertes críticas por la relajación y temeridad con que se conservaban las pinturas de la colección, y que tampoco pudo corregir Vicente Palmaroli en su breve paso por la dirección del Museo, iba a afectar también a Francisco Pradilla. Sin «vocación museística», como señalara Alfonso Pérez Sánchez, o «incapaz para el cargo», en opinión de Juan Antonio Gaya Nuño, Pradilla se encontró muy pronto atrapado por las limitaciones administrativas y por un personal elegido por recomendación y a capricho, además de verse envuelto por el escándalo de la desaparición de un pequeño boceto de Murillo. Este hecho, medio silenciado en su momento, saltó nuevamente a la luz pública cuando en 1911 el periodista Mariano de Cavia denunció que en la prensa francesa se hacía referencia al asunto y que incluso un conservador de un museo del mediodía francés había recibido en oferta ese cuadro.

El 29 de julio de 1898 Pradilla cesó en su puesto, ocupándolo el pintor Luis Álvarez Catalá, hasta entonces subdirector, que, además de contar con el apoyo del ministro, era el candidato predilecto de la reina María Cristina. A sus cincuenta años, cansado y escarmentado, su reacción ante la nueva situación, impensable veinte meses antes en Roma, era firme: jamás volverá a ser instrumento de intereses oscuros. Pradilla en la soledad de su estudio madrileño se alejaría voluntariamente de todos los actos so­ciales y políticos, entregándose al quehacer que le había reportado bienestar y fama: la pintura. En su magnífico palacio-estudio donde recibía a numerosos amigos como Pérez Galdós, Núñez de Arce, el marqués de Pidal y al mismísimo rey, que solía visitarlo con frecuencia.

Imagen de la exposición Francisco Pradilla (1848-1921), esplendor y ocaso de la pintura de historia en España. Foto © Museo Nacional del Prado.

Aunque su muerte sorprendió a muchos por el alejamiento del pintor de la vida social, la exposición póstuma de sus obras que se instaló en su propio domicilio, fue un éxito de concurrencia, ya fuera para visitar un lugar difícilmente accesible o por ver «los Pradillas» que conservaba su propio autor. No parece probable, sin embargo, que en esta exposición figurase alguna de las once obras propiedad del Museo del Prado y entre las que destacan la famosa Doña Juana la Loca, tan reconocida y premiada, el magnífico Cortejo del bautizo del príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos, legado al Museo por María Luisa Ocharán, junto con La reina doña Juana «la Loca», recluida en Tordesillas, una gran obra de la que el Museo posee otra versión similar, o el extraordinario Autorretrato, legado por Kochler y al parecer el último de los cinco conocidos que se hiciera Francisco Pradilla.

Datos útiles

Francisco Pradilla (1848-1921), esplendor y ocaso de la pintura de historia en España

Museo del Prado

Hasta el 23 de octubre

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