Como el día y la noche (homenaje a Antonio López García en su 87 cumpleaños)

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Son como el día y la noche, a pesar de que parecen idénticas, ahí tan quietas. Uno llega al centro de España, a Madrid, a la Estación de Atocha, y las ve ahí, frente a frente, como si mantuvieran un diálogo secreto e indescifrable. No llegan a ser bustos; son unas enormes cabezas de niño situadas frente a frente. Parecen idénticas, pero en el fondo son como el día y la noche

Precisamente El día y la noche es el título elegido por el artista Antonio López García con el que quiso bautizar esta figuración escultórica, su primera obra de carácter monumental que se exhibe en espacio público. Representa algo tan elemental y a la vez asombroso como el misterio del día y de la noche a través de dos cabezas humanas inspiradas en sus nietos.

Situadas en una amplia explanada a la entrada de la Estación de Atocha, junto a los andenes de largo recorrido, cada cabeza se encuentra en un extremo: el día en el Este y la noche en el Oeste, en alusión a los caballos del día y de la noche, entre cuyas representaciones Fidias imaginó el nacimiento de Atenea en los frisos del Partenón.

El día, por Antonio López García, 2008.

Tal vez la diferencia más apreciable entre ambas resida en que mientras una, el día, parece tener los ojos abiertos, la noche los mantiene cerrados. Al referirme a estas oposiciones, tan propias del logos, resulta difícil no invocar a Heráclito, que con profunda intuición observó que cuando estamos despiertos es como si compartiéramos un mundo en común.

Por el contrario, mientras estamos dormidos, parece como si sólo nosotros pudiéramos penetrar en el mundo solipsista que se abre sólo para nosotros. ¿Acaso no hay algo de ello, quiero decir una fuga momentánea, cuando del implacable y en no pocas ocasiones insoportable mundo de la vigilia deseamos retirarnos al mundo de los sueños?

La noche, por Antonio López García, 2008.

Cada uno se identificará naturalmente con las horas solares o las lunares, cada uno tendrá sus preferencias, claro está. Pero aunque lo pinten como el día y la noche, sin el otro no concebiríamos bien al uno, y al revés. Por ello sospecho que los dos forman parte del mundo y de nosotros.       

Sebastián GÁMEZ MILLÁN

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