La melancolía, estado del alma del artista

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Desde las humanidades y la ciencia, la muestra que celebra el Museo Nacional de Escultura de Valladolid hasta el 12 de octubre, explica el sentimiento de la melancolía que se impregnó en la cultura española de los siglos XVI y XVII. Intelectuales, artistas, médicos, literatos son ejemplo de un tratamiento del estado del alma que les inspiró para sus obras

Tiempos de melancolía. Creación y desengaño en la España del Siglo de Oro  en el Palacio vallisoletano de Villena rememora  un concepto tan antiguo como el lugar y la época en el que se pensó, la Grecia Clásica. Más allá de ser un sentimiento de naturaleza humana, la melancolía traspasó la sensibilización individual para instaurarse como trasfondo en el ámbito intelectual, e impregnar las obras de diversas materias creativas.

Por ello el discurso expositivo está dividido en cinco apartados que lo tratan desde diferentes perspectivas y disciplinas. El primero de todos lo acoge como síntoma de una enfermedad que ataca sobre todo a los grandes genios. Sus efectos sobre la persona, producen que ésta acceda a la tristeza y a un carácter solitario que le conduce a su vez al suicidio, la locura, a los delirios o a los pico neuróticos. Creencias que sobre todo fueron pensadas por los filósofos y médicos helénicos, ejemplo de ellos Hipócrates y Galerno, y que se convirtieron en una característica mito a lo largo de la historia propia de los genios e intelectuales de la cultura. Siglos después, en el Renacimiento se retoma la idea, y artistas visuales como Durero lo manifiestan a la hora de crear una iconografía alegórica de la Melancolía, como se percibe en el mismo cuadro del pintor alemán que lleva por título este estado del alma.

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«Sibila» de José Ribera (1591-1652).

En relación a la alteración mental, se muestra otra y es la inspiración artística. Bajo el subtitulo Saber y dudar. La melancolía como fuera creadora, el segundo apartado pone como ejemplos a Quevedo, al médico Alonso de Freylas o inclusive a Cervantes con su Quijote. La incertidumbre del saber y no saber, predicado por Sócrates, propicia que el sabio esté constantemente removiendo sus conocimientos, en ocasiones hasta el punto de caer enfermo de obsesión por alcanzar la sabiduría absoluta, y así acabar con las temidas sequías imaginarias.

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«Estudios de cabeza», de Antonio Pereda (1611-1678).

Quizás el cambio más notable en el planteamiento de la melancolía se produzca en las últimas tres secciones que vertebran la exposición. De la psicología individual a la que invade a toda una sociedad en tiempos de guerra, hambruna, desigualdad de clases o con una fuerte y estricta inculcación de la religión. Así, en los más inquietos de la cultura las desastrosas circunstancias de su época provocan  indignación y  angustia por la incertidumbre del provenir de su existencia. Es entonces cuando aparece el personaje del príncipe melancólico o errante en el teatro de Lope de Vega o Tirso de Molina.También la necesidad de escapar de lo horripilante de lo mundal y darse al eremitismo para reflexionar sobre el anhelo de una mejoría social.Esto desencadenó en el cristianismo una fuerte corriente mística que tendrá como máximes representantes a la figura de Magdalena, San Bruno o San Jerónimo.Por otra parte, la melancolía vio también su cara mala de la moneda,al ser considerada un pecado capital que conducía al hombre a la desidia y a la pereza.

A la postre, y como colofón del discurso, es la nada,  el nihilismo como perspectiva de lo melancólico que resulta nuestra existecia en el mundo:un mero tránsito del que no queda huella tras la muerte.

Aunque las obras son bien conocidas,merece ser vista esta exposición por su original planteamiento sobre este estado del alma, que aún en la sociedad actual subyace en muchos más aspectos de los que creemos controlar.

 

 

 

 

 

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