Jacques Martin: pasión por lo clásico

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Admiro a Jacques Martin cuando trabaja sin colaboradores, sin que esto signifique que no aprecie sus historietas cuando sus dibujos son obra de André Juillard, Jean Pleyers y, por supuesto, de Bob de Moor, tercer miembro del triunvirato de grandes discípulos de Hergé, junto con Edgar P. Jacobs y el propio Martin. Ahora bien, huelga apuntas que el auténtico Martin es el que trabaja en solitario

Lástima que las diez colecciones que inició acabaran por ir en detrimento de su actividad como dibujante en aras de su quehacer como guionista. Es lástima porque a mi juicio, el cómic es dibujo antes que texto y a la postre, Jacques Martin -uno de los maestros de la Línea Clara, sin duda el más ambicioso del triunvirato de discípulos del gran Hergé- fue más guionista que ilustrador. Si bien es cierto que dibujó y escribió veinticinco álbumes, no lo es menos que su bibliografía como guionista únicamente, dobla esta cantidad.

Los dos últimos de esos veinticinco títulos dibujados por Martin –El lago sagrado (1990) y El río Estigia (1996)– fueron los primeros de las aventuras de Orión y su lectura ha sido uno de los pocos placeres que me han deparado los últimos meses.

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‘Retrato desnudo Alix’, ex-libris de un dibujo a color de Jaques Martin.

El lago sagrado es una maravilla, que además fui magnificando a medida que pasaba sus páginas con el presentimiento de que habría de ser mi última lectura del gran Jacques Martin. Aunque nunca dejaré de hacerlo -¡por supuesto!-, ya no tengo edad para seguir leyendo cómics con la avidez que quisiera. Atesorando los más preciados desde hace más de cincuenta años, ya empieza a faltarme sitio para aumentar la colección. Total, que no voy a poder seguir como desearía todas esas series de Martin que están conociendo sus primeras ediciones españolas -salvo los primeros números de Alix, Lefranc y Arno, el gran Martin apenas había sido traducido a nuestro idioma- gracias al encomiable esfuerzo de NetCom2 Editorial.

Concebido en 1989, parece ser que Orión nació de unas diferencias de Martin con Casterman -sus editores originales, al igual que de los álbumes de Tintín- por la gestión de los derechos de Alix. Así como de un deseo de Martin de llevar a un personaje a una antigüedad aún más remota que la Roma de César y Alix. Nos encontramos pues en la Grecia clásica que se debate en la Guerra del Peloponeso. Esparta y Atenas están enfrentadas. La pasión de Martín por la antigüedad se remonta en esta ocasión cuatrocientos cincuenta años antes de nuestra era.

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Portada de «El Oasis», Jaques Martin y Gulles Chaillet.

Cinematográficamente hablando, ya que es en la pantalla donde más frecuento la antigüedad clásica, por lo común, el péplum soslaya las diferencias entre Grecia y Roma. En lo que ambientación se refiere, salvo honrosas excepciones como Troya (Wolfgang Petersen, 2004) o 300 (Zack Snyder, 2006), cuya dirección artística me resulta una reproducción fidedigna de esa Hélade que podemos imaginar a través de los restos arqueológicos que han llegado a nuestros días, es frecuente que Pompeya sea igual que Atenas, los esclavos liderados por Espartaco luzcan como los argonautas de Jasón y Agamenón tenga trazas de Julio César.

Por todo esto, lo primero que aplaudo en Orión es su sobresaliente recreación de lo que, según podemos imaginar, debió de ser la antigua Grecia. Ha sido en las viñetas de El río Estigia, donde por primera vez he apreciado las diferencias entre un casco heleno y sus pares romanos.

«Es como Alix», me dijo el vendedor cuando compré el álbum, no sin cierto recelo pues iba buscando La tiara de Oribal (1958), una de las obras maestras de las aventuras de Alix. No tiene nada que ver, escribo yo ahora. Las aventuras de Alix son un viaje al imperio romano; las de Orión, a la Hélade de los mitos y las guerras entre las ciudades-estado, cuando los dioses y la magia convivían con los mortales en fabulosa armonía.

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‘Orión. El Río Estigia’, de Jacques Martin

Mágica, aunque supuestamente ambientada en la Guerra del Peloponeso, es la historia que nos cuenta el gran Jacques Martin. Nada que ver con el apego a la realidad histórica de Alix y totalmente inconcebible en 1948, cuando alumbró a su primer y más célebre personaje.

Al parecer Jacques Martin venía dando vueltas a unas aventuras en la antigua Grecia desde mucho tiempo atrás. Casi desde el comienzo de la serie de Alix. Pero tanto la zoofilia que gravita en el asunto de El río estigia como los frecuentes desnudos o las alusiones a la homosexualidad de Sócrates hubieran hecho inconcebible esta aventura en 1948, cuando Alix nació.

Un último apunte. Leo en la revista Netcomic, el delicioso boletín de la editorial NetCom2, que el propio Martin, ya con esos problemas en la vista que le agobiaron en sus últimos días -que a todas luces resuenan en la ceguera progresiva de Lykos, uno de los protagonistas de El río Estigia-, aconsejaba a sus colaboradores que adoptaran un nuevo grafismo para las últimas entregas de Alix. Comprendo así que esa diferencia entre los primeros y los últimos títulos colección fue impulsada por el propio Martin. Acaso sea ese afán de continuidad de sus series -además de todas esas referencias a la sexualidad de sus viñetas- la mayor diferencia con Hergé, quien siempre se negó en redondo a la prolongación de Tintín. Puede que, en este sentido, además del más prolífico del triunvirato de discípulos y colaboradores del autor de Tintín -ese magno trío también integrado por Edgar P. Jacobs y Bob de Moor-, Martin también fuera el de más acusada personalidad. Lástima que ya no tenga ni edad ni espacio para leer y atesorar todas las colecciones del gran Jacques Martin que quisiera.

JAVIER MEMBA

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