La fantasía oriental de Mariano Fortuny

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Hasta el 26 de marzo, el palacio de Carlos V de la Alhambra acoge una exposición que conmemora la estancia del pintor catalán en Granada. Organizada por el Patronato de la Alhambra y Generalife, la Obra Social ‘la Caixa’ y el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), esta muestra reúne más de 200 obras, incluidos dibujos y bocetos, realizadas entre 1870-72.

Bajo el título Tiempo de ensoñación. Andalucía en el imaginario de Fortuny, esta muestra, comisariada por el conservador de dibujos y grabados del MNAC, Francesc Quilez, conmemora el viaje del pintor catalán a Granada y reflexiona sobre cómo el ambiente orientalista que encontró en la ciudad andaluza influyó notablemente en su carrera y lo hace a través de más de 200 obras realizadas por Mariano Fortuny (Reus, 1838- Roma, 1874) durante su estancia en Granada de 1870 a 1872, una etapa marcada por su dedicación al dibujo, con los que logró grandes logros artísticos.

Sobre estas líneas, "El café de las golondrinas", 1868, acuarela sobre papel, 49,4 x 39,5 cm, colección particular. Arriba, "La matanza de los Abencerrajes”, h. 1870, óleo sobre lienzo © Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona (2016) Foto: Jordi Calveras.

Sobre estas líneas, «El café de las golondrinas», 1868, acuarela sobre papel, 49,4 x 39,5 cm, colección particular. Arriba, «La matanza de los Abencerrajes”, h. 1870, óleo sobre lienzo © Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona (2016). Foto: Jordi Calveras. Las dos obras, de Mariano Fortuny.

En esa época Fortuny, que había alcanzado ya gran prestigio y fama como pintor costumbrista, buscaba redefinir su pintura. En Andalucía, y en concreto en Granada, el artista encontró el ambiente que le ayudó a iniciar una nueva andadura creativa y afronta nuevos temas de inspiración orientalista, que interpreta con mayor libertad. Durante su estancia granadina nació su hijo Mariano, cuyo bautizo se celebró en la Alhambra, como muestra la foto de toda la familia Fortuny-Madrazo delante de la fachada del palacio de Comares, cedida por el Museo del Prado. Se alojaba en la Fonda de los Siete Suelos en la Alhambra, donde recibió la visita de gran número de artistas y amigos de su círculo como los Madrazo, Martín Rico o Moragas, pero también artistas europeos como Clairin, Regnault o Benjamin Constant y a todos ellos les transmitió su interés por el orientalismo que representaba la Alhambra como etapa tardía del Grand Tour.

Su obra contiene referencias a la ciudad, la Alhambra y sus paisajes, con pinturas tan emblemáticas como La matanza de los Abencerrajes, Almuerzo en la Alhambra, Carmen Bastián, Paisaje de Granada o Músicos árabes. Ahora, después de más de ciento cuarenta años, estas obras, que posteriormente podrán verse en CaixaForum Zaragoza y Sevilla, vuelven a la fortaleza nazarí.

"Almuerzo en la Alhambra”, de Mariano Fortuny, 1872, óleo sobre lienzo, colección particular, Barcelona.

«Almuerzo en la Alhambra”, de Mariano Fortuny, 1872, óleo sobre lienzo, colección particular, Barcelona.

Una mirada al orientalismo del XIX

En un dossier que publicamos en el número 183 de Descubrir el Arte, el catedrático Jordi À. Carbonell hace un repaso a la pintura orientalista española. Ofrecemos a nuestros lectores un extracto de todos estos artículos.

En el ámbito pictórico el ejemplo más ilustrativo del orientalismo fue el de Mariano Fortuny, que viajó por primera vez al norte de África durante la guerra a cargo de la Diputación de Barcelona para documentar los cuadros de batallas que debía pintar, destinados a decorar el Salón del Consejo de la institución comitente. Posteriormente, el artista volvió a visitar el norte de África en 1862 y en 1871 con el propósito de documentar de forma gráfica la vida y los paisajes marroquíes. Las composiciones orientalistas resultantes se encuentran entre lo mejor de este género y tuvieron una gran ascendencia en el imaginario artístico de ese periodo, su influjo fue fundamental en la pintura orientalista peninsular del último tercio de la centuria.

“Paisaje de Granada”, h. 1871, óleo sobre lienzo © Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona (2016) Photo: Jordi Calveras.

“Paisaje de Granada”, de Mariano Fortuny, h. 1871, óleo sobre lienzo © Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona (2016). Foto: Jordi Calveras.

A partir de los apuntes tomados in situ y de su imaginación componía unas obras de ejecución ágil y expresiva, que presentaban imágenes de apariencia verosímil, aunque el argumento y muchos de los elementos que aparecen en ellas eran producto del imaginario y del atrezo que disponía en su taller. El prestigio de sus obras difundió una imagen del Magreb en extremo pintoresca y exótica, donde se respiraba una atmósfera ancestral, decadente, con frecuencia misteriosa.

Sus temas eran los arquetípicos del género: tradiciones como la fantasía de la pólvora, actividades cotidianas como la venta en las pequeñas tiendas de la medina, escenas cotidianas, personajes populares, etc. Por otra parte, la vivencia norteafricana le ayudó a superar los últimos lastres académicos de su estilo, formado en el romanticismo nazarenista. Su paleta se llenaría de colores vivos y la luz asumiría, de forma gradual, un papel determinante en sus composiciones.

“Ayuntamiento viejo de Granada”, 1873, óleo sobre tabla © Museo de Bellas Artes de Granada (2016). Foto Javier Algarra.

“Ayuntamiento viejo de Granada”, de Mariano Fortuny, 1873, óleo sobre tabla © Museo de Bellas Artes de Granada (2016). Foto Javier Algarra.

Para los intelectuales románticos Andalucía formaba parte de la geografía del orientalismo a causa del pasado medieval. Su poderoso atractivo llevó a que la evocación y la recreación del esplendoroso al-Ándalus se convirtieran en una constante del repertorio artístico y literario. Obras como El último Abencerraje, de René de Chateaubriand; Los cuentos de la Alhambra, de Washington Irving, o las descripciones de Richard Ford y de Alexandre Dumas, y las imágenes de David Roberts pusieron de moda la región y motivaron que a lo largo de toda la centuria ciudades como Granada fueran visitadas por numerosos artistas e intelectuales procedentes de toda Europa y América.

Los pioneros de la pintura orientalista española fueron el paisajista romántico Jenaro Pérez Villaamil (El Ferrol, 1807-Madrid, 1854) y el pintor costumbrista José Maria Escacena y Daza (Sevilla 1800-58). El primero, que fue una de las figuras más representativas del romanticismo en nuestro país, compuso obras del género influidas por las lecturas, la contemplación de grabados y por las obras de David Roberts, a quien conoció a principios de los años treinta en Andalucía. Su imaginación le llevó a pintar evocaciones poéticas del pasado como Sevilla en tiempos de los árabes; hechos históricos en un contexto arquitectónico islámico, como El juramento de Álvar Fáñez de Minaya después de la conquista de Cuenca, o panorámicas imaginarias como Paisaje oriental con ruinas clásicas.

“El río Darro”, h. 1870-72, lápiz graito, gouache y tinta al pincel sobre papel coloreado © Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona (2016) Foto: Jordi Calveras.

“El río Darro”, de Mariano Fortuny, h. 1870-72, lápiz grafito, guache y tinta al pincel sobre papel coloreado © Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona (2016). Foto: Jordi Calveras.

Por su parte, José Maria Escacena, que también fue seguidor de David Roberts, viajó a Tánger en 1834 donde pintó Dos jefes árabes y a su vuelta compuso algunos cuadros de asunto marroquí basados en su experiencia titulados Pastor árabe, Paisaje africano con una tienda de campañaRetrato del Cid Mustaphá el Hasany. Ambos artistas representarían las dos vertientes generales del orientalismo español: la fantástica y la inspirada en el conocimiento directo del mundo oriental.

Marroquiés, Museo del Prado

Marroquiés, de Mariano Fortuny, 1872-74. óleo sobre tabla, 13 x 19 cm, Madrid, Museo del Prado

Otro destacado romántico, el versátil y prolífico Eugenio Lucas Velázquez (Madrid, 1817-70), que según algunos autores conoció Marruecos en 1859, cultivó ocasionalmente un orientalismo de carácter épico y de ejecución impulsiva en el que destacan composiciones como Moros corriendo la pólvora, que presenta uno de los temas más arquetípicos del género, o Moros de Tetuán, que plasma de manera esbozada un grupo de figuras delante de la puerta de la muralla. Finalmente, destacó sobre todo Francisco Lameyer (Puerto de Santa María, 1825-Madrid, 1877), que en los años sesenta conoció Oriente y el Magreb, coincidiendo en Tánger con  Mariano Fortuny. Pintó obras de una expresividad enérgica y de un colorido atrevidamente intenso influido por su admirado Delacroix.

 

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