Fra Angélico, el pincel de Dios

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El pasado 20 de enero, el Real Patronato del Museo del Prado aprobó la compra de la Madonna de la granada de este pintor a la Casa de Alba. Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo ha donado también otra tabla atribuida a Fra Angélico. A partir del 26 de este mes se exhibirán junto a La Anunciación en la galería central de la pinacotecaProponemos a nuestros lectores un recorrido por la vida de este artista que supo entender los cambios profundos que vivía el arte en la Florencia del Renacimiento

El total de los 18.000.000 de euros que tendría que pagar el Museo del Prado en un plazo de cuatro años sin intereses, será respaldado con un crédito extraordinario de 10.000.000 de euros por parte del Estado, otros cuatro los aporta la Fundación Amigos del Museo del Prado y los otros cuatro restantes salen de las arcas de la propia pinacoteca.

En esta misma reunión se ha aceptado la donación por parte de Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, XIX duque de Alba de Tormes, de otra tabla florentina, una predela inspirada en la muerte de san Antonio Abad y cuyo reciente estudio ha permitido su atribución a Fra Angélico.

Madonna de la granada o Virgen con el Niño y dos ángeles, h. 1426, témpera sobre tabla, 83 x 59 cm, Madrid, Museo del Prado.

Madonna de la granada o Virgen con el Niño y dos ángeles, h. 1426, témpera sobre tabla, 83 x 59 cm, Madrid, Museo del Prado.

Las dos obras fueron adquiridas en Florencia en 1817 por el coleccionista Carlos Miguel Fitz-James Stuart y Silva, XIV duque de Alba, que desde entonces han formado parte del patrimonio de esta familia. El actual duque de Alba, artífice de la operación, ha manifestado que “la Fundación Casa de Alba se siente muy orgullosa de entregar al Museo del Prado estas auténticas joyas del arte europeo, reunidas y conservadas durante dos siglos por nuestra familia”.

Las dos obras que hasta ahora pertenecían a la Casa de Alba y que ahora han pasado a engrosar los fondos del Museo del Prado. A la izquierda, Funeral de san Antonio Abad, h. 1426-30, témpera sobre madera de chopo, 29,2 x 19,5 cm.

Las dos obras que hasta ahora pertenecían a la Casa de Alba y que ahora han pasado a engrosar los fondos del Museo del Prado. De izquierda a derecha, Funeral de san Antonio Abad y Madonna de la granada.

A partir del 26 de enero las dos tablas se mostrarán al público en la galería central frente a La Anunciación, la otra obra de Fra Angélico (una de esas pinturas «capaces de convertir la pinacoteca madrileña en uno de los templos de la pintura universal», en palabras de Matteo Mancini), propiedad del museo. Para el director de la pinacoteca, Miguel Zugaza, este trío de obras maestras hace que el Prado se convierta en un lugar de referencia para “quienes deseen contemplar y estudiar la creación del gran maestro del Quattrocento florentino”. A su vez, Philippe de Montebello, miembro del Patronato y director del Metropolitan de Nueva York, afirmaba que esta operación “es el sueño de cualquier museo. Una obra soberbia por una cantidad razonable”.

La Anunciación, 1425-26, témpera sobre tabla, 194 x 194 cm, Madrid, Museo del Prado.

La Anunciación, 1425-26, témpera sobre tabla, 194 x 194 cm, Madrid, Museo del Prado.

Miguel Falomir, director adjunto del museo y jefe del departamento de Pintura Italiana del Renacimiento, calificó la Madonna de la granada como una obra extraordinaria y destacó su buen estado de conservación. Además afirmó que recoge, como pocas, la esencia del arte del pintor: el color (oro, lapislázuli en el manto y bermellón en el vestido de la Virgen) y la luz.

REPASO A LOS DOS OBRAS

Virgen con el Niño y dos ángeles o Madonna de la granada (h. 1426)

Esta Madonna de la granada forma parte de un conjunto de Vírgenes con Niño que Fra Angélico pintó en la década de 1420 (a esta serie pertenece también la Virgen de la humildad del Museo Thyssen) y que dejan patente el progresivo dominio por parte del pintor de la luz, el espacio y la anatomía.

Virgen de la humildad, h. 1433-35, temple sobre tabla, 98,6 x 49,2 cm, Colección Thyssen-Bornemisza, en depósito en el Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC).

Virgen de la humildad, h. 1433-35, temple sobre tabla, 98,6 x 49,2 cm, Colección Thyssen-Bornemisza, en depósito en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC).

El nombre viene dado por la granada que sostiene la Virgen, que atrae la atención de su hijo, que la toca con la mano. Hay que tener en cuenta que este fruto tiene un doble significado, en manos de la Virgen hace alusión a la castidad; al tocarla el Niño, prefigura su muerte y resurrección. Una iconografía que fue muy utilizada en la Florencia del siglo XV por pintores como Leonardo da Vinci o Sandro Botticelli.

Funeral de san Antonio Abad (h. 1426-30)

Esta tabla está realizada en témpera sobre madera de chopo. La escena pertenece a una predela (parte inferior horizontal de un retablo) dedicada a la figura de san Antonio Abad. Hasta ahora se había adscrito al círculo o la escuela de Fra Angélico, pero tras el estudio y restauración que se ha llevado a cabo en el Museo del Prado se ha llegado a la conclusión de que en realidad fue pintada por el propio maestro. Así lo “sugieren sus notorias concomitancias técnicas, formales y compositivas con piezas de características similares atribuidas a este pintor florentino, y muy particularmente, con el Funeral de san Francisco de Asís conservado en la Gemäldegalerie de Berlín. Respecto a su cronología, parece adecuado sugerir una fecha de realización próxima a la de la Madonna de la granada, en los años finales de la década de 1420”, comentan los especialistas del Prado.

Funeral de San Antonio abad, h. 1426-30, témpera sobre madera de chopo, 29,2 x 19,5 cm. (Donación de don Carlos Fitz-Stuart y Martínez de Irujo, XIV duque de Alba de Tormes, al Museo del Prado).

Funeral de San Antonio abad, h. 1426-30, témpera sobre madera de chopo, 29,2 x 19,5 cm. (Donación de don Carlos Fitz-Stuart y Martínez de Irujo, XIV duque de Alba de Tormes, al Museo del Prado).

En cuanto al estado de conservación, la parte derecha está mucho mejor preservada; en cambio, la izquierda recibió un gran golpe (durante la Guerra Civil) que ha afectado a las caras de los monjes que están situados a los pies del santo. Se ha llevado a cabo, por parte de Rafael Alonso, conservador del Museo del Prado, una reciente restauración, lo que ha devuelto a la pintura sus calidades originales.

SEMBLANZA DE FRA ANGÉLICO

Noli me tangere (h. 1437-46).

Noli me tangere, h. 1440-41,166 x 125 cm, Florencia, Museo Nacional de San Marco.

Guido di Pietro da Mugello (Mugello, 1395?-Roma, 1455) que al entrar en la orden dominica eligió el nombre de Giovanni da Fiesole y que, sin embargo, es mejor y más conocido como Fra Angélico o Beato Angélico tuvo que ser un personaje fascinante. No ha sido el primero ni el único artista en la historia de la pintura que perteneció a una orden religiosa (ingresó entre 1418-1422 en el convento dominico de San Domenico en Fiesole); sin embargo, es el único que aún hoy en día se recuerda por la «sublime interpretación de la manifestación figurativa de la fe, hasta el punto de permanecer oculto su nombre bajo la doble definición derivada de su angelical representación de las formas divinas, capaces casi de lograr la santidad para su realizador», escribe Matteo Mancini en el artículo que se publicó con motivo del 550 aniversario de su muerte en DESCUBRIR EL ARTE, núm. 72.

San Benito de Nursia, h. 1437-46.

San Benito de Nursia, h. 1437-46.

Debió de formarse en el taller del monje camaldulense Lorenzo Monaco, el principal pintor iluminador en Florencia; de la maestría como iluminador de Fra Angélico habla la calidad del famoso Misal número 558 del Museo de San Marco. Pero pese a esa formación como iluminador, Giovanni da Fiesole entendió profundamente los procesos de transformación de la pintura que se estaban produciendo en la Florencia de esa época, y por eso «intentó plasmar en sus obras esas nuevas tendencias, sin renunciar por ello al contenido y a la vinculación entre arte y devoción».

El Tabernáculo de Linaioli, 1432–35, témpera sobre madera, 260 cm x 330 cm, Florencia, Museo de San Marco.

El Tabernáculo de Linaioli, 1432–35, temple sobre tabla, 260 cm x 330 cm, Florencia, Museo de San Marco.

La genialidad del pintor fue comprender que no podía apartarse de la nueva estética que estaba naciendo en Florencia, y que luego se extendió por el resto de Italia y Europa, pero a su vez no quiso renunciar al discurso de su pintura, un discurso profundamente ligado a la devoción individual y colectiva. En El Tabernáculo de Linaioli, una de sus primeras obras maestras conocidas, se ve claramente esta dualidad. En esta tabla de grandes dimensiones, «el protagonismo compartido de la Virgen y el Niño deja espacio a la representación de una forma geométrica: una esfera transparente, a la vez representación y manifestación de la perfección divina, en la que el color se convierte en luz, y ésta, en la forma de la divinidad». El fondo dorado, herencia bizantina-medieval, es sustituido por unos suntuosos paños, lo que además le sirve para ensalzar el papel de sus mecenas (la obra fue encargada por el gremio de los mercaderes de lino).

Hay otro ejemplo que ilustra muy bien este aspecto, se trata de una obra que pintó pocos años después (h. 1440) para la iglesia de Santa Trinità (Florencia), un Descendimiento de la cruz. En ella encontramos una interesante convivencia entre algunos elementos que miran al pasado reciente (Gentile da Fabrizio o Lorenzo Monaco) con otros hechos figurativos que se desarrollarán en los años siguientes en obras de pintores como Botticelli o Piero della Francesca. Esto se ve claramente en el «equilibrio formal entre la retórica de los gestos destinada a la representación de los sentimientos del drama y la necesidad de dar espacio a los novedosos recursos de la perspectiva», comenta sobre esta obra Matteo Mancini.

Descendimiento de la cruz, h. 1440, temple sobre tabla, 176 x 185 cm, Florencia, Museo de San Marco.

Descendimiento de la cruz, h. 1440, temple sobre tabla, 176 x 185 cm, Florencia, Museo de San Marco.

Trabajo conventual

La mayoría de su trabajo está relacionado con los dominicos. Para el convento de Fiesole pintó varias obras, entre las que se encuentra la Anunciación del Prado (1425-26), donde se percibe las innovaciones volumétricas y de perspectiva de Massaccio, un aspecto que también se hace notar en la Madonna de la granada y que no es de extrañar, ya que la historiografía la sitúa justo a continuación de La Anunciación.

En 1436 se traslada, junto con otros frailes, al convento de San Marcos en Florencia, que había sido restaurado por Michelozzo. Entre 1438 y 1446 ejecuta en las celdas de este convento sus frescos más importantes. No son simples pinturas decorativas, como se ha dicho a veces, sino más bien objetos artísticos realizados para motivar la meditación en los monjes que residen en esta comunidad (en todas las pinturas siempre aparece un dominico en gesto de profunda reflexión), no hay que olvidar que él también vivía entre esas paredes.

Detalle de la Deposición, h. 1437-46.

Detalle de la Deposición de la Cruz, h. 1437-46, Academia de Florencia.

En esta etapa, que engloba las tablas realizadas entre 1420 y 1436, se aprecia una progresiva madurez artística que culmina con el retablo del Juicio Final, una obra donde se aprecia su maestría en el estudio de la perspectiva y el grado de expresividad de los rostros de los elegidos para ir al Paraíso (de una intensa felicidad) que contrasta con la frialdad de los que recibirán los castigos infernales. Esta progresión estilística es muy palpable también en los frescos de la capilla Nicolina del Vaticano, encargada hacia 1448 por el papa Nicolás V. En estos frescos están representadas las historias y leyendas de los santos Esteban y Lorenzo.

A su vuelta a Florencia, Fra Angélico comenzó las puertas de los armarios de plata de la iglesia Santísima Annunziata. La escena elegida era La matanza de los inocentes, un tema que no se prestaba a mostrar reflexiones humanistas, sino todo lo contrario, había que ilustrar el drama en todo su dolor. También el público para el que iba destinada la obra era otro muy distinto, el pueblo de Florencia, por lo que Fra Angélico tenía que utilizar un lenguaje llano, que fuese entendido por personas que en muchos casos eran analfabetas.

Mientras se encontraba en Roma, a donde había acudido posiblemente para pintar un ciclo de frescos para la iglesia de Santa Maria Minerva, el artista murió un 18 de febrero de 1455. Está enterrado en esa misma iglesia, que era la sede romana de los dominicos. Fue beatificado por Juan Pablo II en 1982.

El nombre de san Juan Bautista, 1434-35.

Imposición del nombre al Bautista, 1434-35, Florencia, Museo de San Marco. Esta pequeña tabla formaba parte de una predela. La escena representa a Zacarías, que es mudo, a escribir el nombre que quiere dar a su hijo recién nacido.

Giorgio Vasari en su Vida de los mejores pintores, escultores y arquitectos dice de Fra Angélico que “nunca levantó el pincel sin decir una oración ni pintó el crucifijo sin que las lágrimas resbalaran por sus mejillas”. Y añade que habiendo sido excelente pintor y miniaturista y óptimo religioso, merece por ambas razones que de él se haga honradísima memoria”. Y por nuestra parte añadimos que este monje y pintor contribuyó de manera decisiva al desarrollo de la pintura renacentista. 

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