En busca de la eternidad: pintura sobre piedra

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La Sala D de los Jerónimos del Museo del Prado acoge nueve obras realizadas al óleo sobre pizarra y mármol blanco de Tiziano, Sebastiano del Piombo, Daniele da Volterra y Leandro Bassano, siete de ellas proceden de sus propios fondos y dos de Nápoles. La exposición, comisariada por Ana González Mozo, exhibe también piezas del mundo clásico romano y materiales pétreos en bruto para contextualizar la relación de la pintura con la historia natural, la geología y la arqueología. Hasta el 5 de agosto

El pasado día 17 se inauguraba en el Museo del Prado la exposición In Lapide Depictum, pintura italiana sobre piedra 1530-1555. Comisariada por Ana González Mozo, técnico superior de Museos del Área de Restauración del Museo del Prado, esta muestra presenta una selección de nueve obras –siete procedentes de la propia pinacoteca nacional y dos de Nápoles–, realizadas al óleo en soportes tan especiales y raros de encontrar en la historia del arte como piedra monocroma –pizarra y mármol blanco–. Las obras son de autores italianos del Renacimiento como Tiziano, Sebastiano del Piombo, Daniele da Volterra y Leandro Bassano.

Piedad, por Sebastiano del Piombo, 1533-39, óleo sobre pizarra, 124 x 111,3 x 3,5 cm, Madrid, Museo del Prado. Arriba, detalle de esta obra.

González Mozo subrayaba el día de la presentación que la reaparición de esta técnica de pintura sobre roca, cuya práctica venía del mundo clásico, surgió en Venecia en las primeras décadas del siglo XVI, fecha en la que tiene lugar una corriente de renovación en las técnicas y los materiales artísticos, impulsada por la recuperación del mundo clásico, la llegada de materiales de Oriente y la edición de textos grecorromanos que describían el arte del pasado. En concreto se tradujeron y difundieron textos de Plinio y Vitrubio, donde se definían las técnicas de pintura sobre piedra.

En la exposición las obras realizadas en piedra conviven con piezas del mundo clásico romano y materiales pétreos en bruto, para contextualizar la relación de la pintura con la historia natural, la geología y la arqueología, lo que da como resultado un interesante proyecto interdisciplinar.

Ecce Homo, por Tiziano, 1547, óleo sobre pizarra, 69 x 56 x 1 cm, Madrid, Museo del Prado.

Así, podemos observar trilobites de hace trescientos millones de años o un ejemplar de lapis specularis, conocido también como espejuelo, un tipo de yeso especular traslúcido. Era un mineral muy valorado en la Antigua Roma donde se explotaba para fabricar “cristal” de ventanas, fundamentalmente durante los siglos I y II d.C. en la provincia de Hispania y en otros lugares, aunque el de mayor calidad era el hispano. Como dato curioso, mencionar que sobre este tipo de yeso se ha grabado el título de la exposición.

Los artistas, siempre preocupados por crear obras eternas que perdurasen durante siglos, buscaban un soporte más estable y duradero que la madera o el lienzo y lo encontraron en la piedra. No padece ataques de hongos e insectos y sufre mucho menos por dilataciones ante el exceso o la falta de humedad y los cambios bruscos de temperatura. Además, hay que señalar que utilizar esta técnica mostraba la valía de los artistas porque el procedimiento de trabajo era secreto y toda una prueba de maestría en el uso y dominio de la luz sobre su superficie.

Tribolites, Ogyginus? forteyi Rábano, Ordovícico, 48 x 37x 11 cm, Arouca (Portugal), Geoparque Mundial de la UNESCO, Madrid, Museo Geominero.

El mármol es resistente, tiene un brillo especial y una gran capacidad para absorber y reflejar la luz y el color y es un buen receptor de pigmentos; la pizarra era un material más asequible y, por tanto, el soporte más utilizado para pintar sobre piedra en los años del Renacimiento. El tono grisáceo de la superficie arcillosa y las “hojitas” de mica de su estructura hacen que posea en sí misma la oscuridad y la luz a la vez, lo que permite reproducir cuerpos difusos y crear la ilusión de que estos emergen de su interior.

Tiziano está presente en esta muestra con los únicos dos cuadros que el artista pintó sobre piedra y que regaló a Carlos V: un Ecce Homo, sobre pizarra, una obra que está considerada como la más destacada de la exposición y que muestra la característica esencial de este material: el resplandor difuso que generaba al trabajarlo. La otra pieza de este pintor con la que cuenta el Prado es La Dolorosa con las manos abiertas, en mármol, que fue el último encargo que le hizo Carlos V al artista.

Púgil, taller romano, 50-70, mármol, 85 cm, Madrid, Museo del Prado.

Esta muestra es fruto de los estudios de investigación y de una profunda restauración llevada a cabo en las dos obras de Tiziano y la del taller de los Bassano en la que han participado diferentes especialidades de esta disciplina (pintura, marcos y soportes) y la Fundación Iberdrola España como miembro Protector del Programa de Restauración del Museo del Prado.

En definitiva, una exposición sencilla a la par que excepcional, que no hay que perderse tanto por la exquisitez de las piezas como por la singularidad de la materia utilizada en el soporte, su fragilidad y la dificultad que entraña su transporte, así que quizá solamente el Museo del Prado podía presentar una muestra de estas características por el número de obras que acoge.

Carla TORRES

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