Cuando los impresionistas franceses se exiliaron en Londres

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El Petit Palais de París acoge una exposición dedicada a los numerosos creadores galos (Pisarro, Monet, Sisley o Tissot) que se instalaron en la capital británica durante la guerra franco-prusiana de 1870 y la insurrección de la Comuna. Una muestra que sostiene que aunque el impresionismo nació en París, quizá se concibió en Londres. Hasta el 14 de octubre

Organizada en colaboración con la Tate inglesa (a donde viajará este otoño), la exposición Los impresionistas en Londres. Artistas franceses en el exilio, 1870-1904, sumerge al visitante en este periodo histórico que tuvo repercusiones importantes en la trayectoria de muchos creadores galos y que hasta ahora habían sido poco estudiadas. A pesar de que entre ellos había diferencias sociales, políticas o artísticas importantes, al encontrarse en un mismo momento fuera de su país, formarían una comunidad de exiliados, que, como se evoca en la muestra, creó unas redes de solidaridad tejidas entre los creadores galos y británicos.

Sobre estas líneas, House of Parliament Sunlight, por Claude Monet. Arriba, Jardin de Kew, Londres. L’allée des rhododendrons. por Camille Pisarro, 1892, óleo sobre tabla, Estados Unidos, colección particular.

En Gran Bretaña descubren la modernidad (la industria, las estaciones de tren o la gran ciudad) y también la cultura del ocio o lo que es lo mismo, el deporte y el turismo. Hay que recordar que en esos momentos el Imperio británico estaba en la cúspide de su poder y que había sido donde surgió la revolución industrial que cambió el mundo para siempre. Posteriormente, los artistas franceses recrearán en sus obras, a orillas del Sena, ese paisaje urbano que habían descubierto en Inglaterra, los bailes, los paseos en barca, las fiestas y bailes de alta sociedad o el “picnic”. Además, Gran Bretaña encarna la paz y la libertad, en unos momentos muy convulsos para los franceses, primero por la guerra franco-prusiana y luego por la Comuna y la represión que vino después.

La muestra exhibe un total de 140 obras procedentes de numerosos museos de todo el mundo de artistas como Monet, Pissarro, Sisley, pero también Tissot, Legros o los escultores Carpeaux, Rodin y Dalou, que se enfrentan a británicos como Alma-Tadema o Watts.

Hyde Park, por Claude Monet, 1871, óleo sobre tabla, Rhode Island School of design, Providence, don de Mrs Murray S. Danforth © Erik Gould.

Los futuros impresionistas estuvieron entre los primeros exiliados, Monet y Pissarro llegaron a Londres a finales de 1870 donde conocieron Daubigny, un pintor y grabador que está a caballo entre romanticismo y el impresionismo, los parques y jardines de Londres y su famosa niebla se convirtieron en sus temas favoritos. Sin embargo, esta primera estancia fue difícil para Monet porque no consigue vender sus cuadros y decide regresar a Francia en el otoño de 1871, un poco después lo hará Pissarro.

La exposición sigue un recorrido cronológico que permite entender por qué estos artistas franceses acabaron viviendo en Londres. Como decíamos antes, la guerra franco-prusiana de 1870 marcó el punto de partida de una ola de artistas que abandonó París y se dirigió a Inglaterra, que era un refugio seguro en esos momentos. Aunque la elección de este destino tuvo mucho que ver también con la gran salud económica que vivía en esa época y que se traducía en el gran poder adquisitivo de los “nuevos ricos” y que en el caso del arte fructificaba en un mercado del arte prometedor y floreciente. Algo que queda claro en el hecho de que el galerista y marchante de muchos de estos artistas franceses, Paul Durand-Ruel, también cruzase el Canal de la Mancha para abrir una nueva galería en Londres que se convertiría en la base de la difusión de la pintura francesa.

Au-dessus de Londres depuis une voie ferrée, por Gustave Doré, grabado sobre madera, Estrasburgo, Museo de Arte Moderno y Contemporáneo.

La muestra arranca con el apartado “París en ruinas” (1870-1871), con obras de pintores comprometidos, ante la guerra y con la Comuna (de Gustave Doré a Courbet) y donde se refleja lo que supuso para todos ellos el descubrimiento de una gran ciudad como era Londres, así como la libertad de opinión y la independencia de la prensa.

El segundo, “El círculo de futuros impresionistas”, evoca la escuela de Barbizon y el papel crucial que jugó la galería Durand-Ruel en New Bond Street en dar a conocer a los artistas galos. Carpeaux (1827-75) ocupa un lugar prominente en la exposición porque convirtió Londres en su mercado y tuvo relación muy fructífera con Christie’s. El pintor favorito de Napoleón III y Eugenia de Montijo se dedicó, en Londres, a retratar a sus compatriotas prominentes y a visitar al emperador exiliado al este de Londres.

La Galerie du «HMS Calcutta» (Portsmouth), por James Tissot, h. 1876, óleo sobre tabla, Londres, Tate.

“James Tissot, el anglófilo”, un apartado dedicado a este artista que en 1859 cambia su nombre, Jacques-Joseph, por el inglés James. Su caso es bastante diferente al de sus compatriotas, ya que en su caso es más un traslado que un exilio porque sus obras ya se vendían muy bien en Londres desde 1865. Se integró muy bien en la vida londinense y adaptó su estilo a un público que apreciaba especialmente las escenas de género. El pintor representa meticulosa y detalladamente la alta sociedad victoriana a través de numerosos retratos y escenas de su vida cotidiana como conciertos, bailes, o paseos en barco por el Támesis. Una clientela que le sigue siendo fiel después de su regreso a Francia en 1882.

Eward Burne-Jones, por Alphonse Legros, 1868-69, óleo sobre tabla, Aberdeen Art Gallery & Museum
Collections, don de sir James Murray.

“Alphonse Legros, un pintor en el corazón de la comunidad francesa” está dedicado a otro de los pioneros en establecerse en Londres, en su caso empujado por la miseria y aconsejado por su amigo Whistler, en 1863. Casado con una inglesa y nacionalizado británico desde 1881, morirá en 1911 sin haber aprendido inglés. Se convirtió en un pilar fundamental de la comunidad de exiliados franceses, como el caso de Jules Dalou, que gracias a su ayuda consiguió una casa donde vivir, trabajo y un mecenas. Y a pesar de haber conseguido ser uno de los más renombrados maestros de pintura y dibujo de la capital británica, este proscrito comunero volvió a París, amnistiado, en 1879.

El Parlamento de Londres, por Claude Monet, h. 1900-1901, óleo sobre lienzo, Chicago, The Art
Institute.

“Monet y el Támesis”. Mucho años después de los tiempos difíciles que vivieron Pissarro y Monet en Londres, regresaron varias veces a la capital británica. Unas estancias que refuerzan su apego al trabajo al aire libre, como los numerosos jardines de la capital británica; así, Hyde Park, Kew Gardens, el Támesis y sus deportes acuáticos, se convirtieron en motivos recurrentes en sus pinturas. De 1899 a 1901, Monet eligió el río y las infinitas variaciones de luz sobre el agua como tema de una larga serie de pinturas, de los que pintó más de un centenar de ellas representando el Puente de Charing Cross, el Puente de Waterloo y el Puente del Parlamento, estas últimas están entre las más bellas y donde el edificio es un pretexto para inmortalizar la vida del Támesis y sus nieblas, sujeto a multitud de variaciones cromáticas según la hora del día.

Un recorrido que finaliza con André Derain, un artista que rinde homenaje a Monet en 1906-1907 con estas mismas vistas. Unas obras que desafían así al maestro desarrollando su propia expresión y proponiendo una nueva imagen de Londres.

Big Ben, por André Derain, 1906-1907, óleo sobre tabla, Museo de Arte Moderno de Troyes.

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